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"Tiene que pagar por ello"

Un joven guineano muere apuñalado en Leganés a manos del hermano de su novia - El presunto asesino tiene antecedentes por varios delitos

Elena G. Sevillano

"Perdóname, por favor, perdóname". Maite B. G., de 18 años recién cumplidos, lloraba desesperada, arrodillada al lado de su novio, Carmelo B. B., de 19, tendido en el suelo con una puñalada en el pecho. Así los encontraron ayer por la noche los vecinos de la calle de Alcalde Saturnino del Yerro Alonso, en Leganés. Agustín y Antonio, propietarios del restaurante Mirador, salieron al oír los gritos. "Perdóname, perdóname", recuerdan que gemía ella. A su lado, otra chica del barrio, Rocío, se quitaba una sudadera y la apretaba contra la herida. La ambulancia tardaba. Carmelo, guineano como su novia, murió una hora después en el hospital Severo Ochoa, a donde lo trasladó el Summa 112 tras estabilizarle.

El agredido iba por primera vez de visita a conocer a la madre de su novia

"No llegué a conocerle", decía ayer Djemilu, el hermano mayor de Maite y de Sulemán, de 21 años, al que la policía detuvo como presunto autor del apuñalamiento: "Era la primera vez que le traía a casa. Le dijo que esperara abajo mientras ella miraba si estaba mi madre. Mi hermano los vio desde la ventana del salón. Cogió un cuchillo de la cocina, bajó y, sin mediar palabra, lo apuñaló". Djemilu no sabe qué le pasó por la cabeza a su hermano. Cree que ni siquiera conocía a Carmelo. "Mi hermana y él salían juntos desde hacía dos semanas", agrega. Según su relato, Carmelo vivía en un internado en Salamanca y estaba en Madrid unos días "por la fiesta de Halloween". Sus padres, explica, viven en Guinea.

Sulemán es muy conocido en Arroyo Culebro, un barrio de reciente construcción al sur de Leganés, junto al parque Polvoranca y rodeado de vías rápidas. Todo el mundo sabía que había tenido problemas con la justicia. A la Jefatura Superior le constan antecedentes por robo con violencia, robo con fuerza y delito contra la salud pública, "entre otros". Los vecinos de su bloque, un edificio de ladrillo visto del Ivima, recordaban ayer gritos y broncas en su casa, y que alguna vez lo habían encontrado durmiendo en el rellano, delante del cuarto de contadores.

Tenía atemorizada a su propia familia. "Una vez pegó a mi hermana; le arrancó un mechón de pelo", decía ayer Djemilu. "Le denunció, y ella y mi madre tenían que declarar contra él el día 11". Su madre había intentado echarle de casa en alguna ocasión, pero volvía. Sulemán, reconoce su hermano, era "bastante violento". Muchos vecinos recordaban ayer que hace cosa de un año intentó quemar a un indigente que dormía bajo un puente cercano. "Nos decía que iba a jugar a fútbol con nuestra cabeza", contaban tres niños de unos 10 años, vecinos del mismo edificio.

"Ha hecho lo que ha hecho y tiene que pagar por ello", decía Djemilu. "Mi madre está fatal. Mi hermana, peor. No nos cabe en la cabeza que haya hecho esto". La policía detuvo a Sulemán poco después. Lo encontró en casa. Según los vecinos, escondido bajo la cama y sin camiseta, extremo que la Jefatura no confirmó. "No entramos en esos detalles", afirmaron.

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A última hora de ayer, el cuchillo no había aparecido. La de Sulemán no fue la única detención. Los agentes identificaron a un chico que miraba desde el cordón policial porque creían que lo reclamaba la justicia. Su madre y su hermana se encararon con ellos y acabaron detenidas. El chico se les escapó. Ellas se encontraron en un calabozo de la comisaría de Leganés. En el de enfrente, según contaban ayer por la tarde, estaba Sulemán. Sin camiseta. Pedía: "Decidle a mi novia que la quiero y que venga a verme". Aún no sabía que el novio de su hermana estaba muerto.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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