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Reportaje:

Zafarrancho en el Valle de los Caídos

Patrimonio Nacional comienza el desmontaje del grupo escultórico de 'La Piedad', situado en la basílica y cuyo mal estado provocaba desprendimientos

EL PAÍS

Apear y restaurar la enorme escultura para evitar el peligro real de desprendimientos sobre el público. Este es el propósito del desmontaje del grupo escultórico de La Piedad, obra de Juan de Ávalos, en la basílica del Valle de los Caídos. Las obras comenzaron ayer a 25 metros de altura en el dintel del pórtico del templo con una sorpresa: la piedra caliza en que fuera esculpida en 1952 no es maciza, sino que ha fraguado sobre una base de hormigón.

Cinco operarios de una empresa de Arganda contratada por Patrimonio Nacional, organismo estatal que administra el enclave, acometieron la tarea de desprender, mediante radiales y cuñas, siglar, contingentar y empaquetar en cajones las primeras de las 151 piezas que componen el primer conjunto escultórico de la basílica madrileña. El templo, construido entre 1940 y 1957 por 20.000 presos políticos republicanos, está situado en un complejo abacial a los pies de la cruz de 150 metros de altura y 46 metros de anchura en sus brazos, que lo corona en Cuelgamuros, a 58 kilómetros de Madrid. La basílica fue excavada 260 metros en la roca.

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La caliza de La Piedad, procedente de canteras zaragozanas de Calatorao, muy versátil para la talla, sufre fisuras causantes de desprendimientos considerados muy peligrosos para los visitantes y empleados del templo, el tercero más frecuentado de los monumentos madrileños. Empero, el oficio religioso del mediodía se mantiene, si bien el acceso a la basílica, habitada por 23 benedictinos, evita la entrada principal.

Hasta 151 piezas de 15 centímetros de espesor componen el chapado o forro pétreo externo del grupo esculpido parcialmente en voladizo, de cinco metros de altura por 15 de anchura y tres metros de profundidad. Las piezas fueron extraídas desprendiéndolas de sus junturas mediante cuñas y radiales para el examen de sus fisuras. Muestran lajas; cada laja es siglada y acomodada en cajones, apeados hasta el suelo mediante una grúa de pluma de 80 toneladas y 40 metros de longitud. Posteriormente, se almacenan en un local contiguo, la cafetería del funicular, cerrada al público desde 2008. Allí, las piezas serán examinadas y estudiadas, e ideada la metodología idónea para tratarlas.

Patrimonio Nacional se propone restituirlas en su integridad siempre que sea posible -para ello ha realizado un estudio previo en 3D que milimetra toda la superficie-; pero los hallazgos de ayer sugieren que tal propósito puede ser inviable, según fuentes técnicas. El desmontaje podría prolongarse dos meses. Luego, se abrirá otro proceso, propiamente restaurador, tras convocar concurso público.

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El grupo escultórico fue concebido por Juan de Ávalos (Mérida, 1911-Madrid, 2006), que empleó en su labra piedra de alta vulnerabilidad térmica, explica Ángel Balao, experto de Patrimonio Nacional destacado en la obra que supervisa el responsable de Actuaciones Histórico-Artísticas del organismo, Juan Carlos de la Mata.

Los cambios térmicos, que pueden variar en Cuelgamuros desde los 60 grados centígrados diurnos a los dos grados a medianoche, en verano, más el incesante azote de vendavales y las copiosas nieves caídas hasta hace unas semanas, han acelerado la fragmentación natural que este tipo de piedra experimenta. Ya el 11 de julio de 2008 se precipitó al suelo, desde el dintel donde se encuentra La Piedad, un fragmento del antebrazo de la figura yacente, de 30 kilos de peso. Desde entonces permanecía mallada. Dos fragmentos, de tres y cinco kilos, respectivamente, se abatieron recientemente sin causar desgracias.

Juan de Ávalos Carballo, primogénito del escultor, consultado por este diario, dijo al respecto: "Creo que es un escándalo y un delito que La Piedad se desmonte sin autorización del abad". No obstante, el abad, Anselmo Álvarez Navarrete, de 78 años, precisa: "Las obras obedecen a la seguridad de los visitantes: confiamos en que pronto pueda restablecerse plenamente la cualidad de lugar de culto que el Valle posee". Luis de Ávalos, hijo menor del escultor, destacó por su parte: "La actuación de Patrimonio Nacional es correctísima. Sus técnicos saben bien lo que hacen. Restaurarla in situ es inviable".

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