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Los agricultores reparten 12.000 kilos de fruta gratis

Según los datos de la Unión de Pequeños Agricultores y ganaderos (UPA), el precio de 15 kilos de patatas comprado directamente a un agricultor es el de un café. Lo mismo que nueve de melones, o 12 de sandías, o tres de melocotones... La diferencia económica entre lo que perciben los agricultores por sus productos y el precio final que pagan los consumidores sigue siendo el caballo de batalla de este sector. Consideran que estos desmesurados márgenes comerciales provocan el hundimiento de sus negocios.

Por eso ayer la UPA convirtió la cuesta de Moyano (Retiro) en una improvisada frutería donde turistas y paseantes pudieron hacerse, totalmente gratis, con los más de 12.000 kilos de frutas y hortalizas extremeñas y los 2.500 de patatas de Castilla y León que se repartieron en el marco de la campaña Precios justos para nuestros productos.

"No puede ser que unos pocos se estén forrando, nosotros arruinándonos y los consumidores pagando más de lo que deberían", sintetizaba Lorenzo Ramos, secretario general de la UPA. Según Ramos, los agricultores deberían percibir "como mínimo un precio que cubra los costes de producción; y para ello es necesario que las administraciones elaboren una ley que regule esos precios". Acusan al Gobierno central de excusarse diciendo que no se puede hacer nada para solucionar el problema.

Iniciativa popular

Otra de las finalidades del acto fue recoger firmas hasta alcanzar las 500.000 necesarias para presentar una iniciativa popular legislativa.La UPA propone que se elaboren contratos entre agricultores, industria agroalimentaria y distribuidores que establezcan precios mínimos que frenen la creciente desaparición del sector.

"Vamos a acabar dedicándonos a otra cosa o perteneciendo a las multinacionales y descuidando la calidad de nuestros productos", reflexionaba Maximiliano Alcón, un agricultor extremeño. Según Lorenzo Ramos, las grandes empresas de distribución están aplicando márgenes abusivos desde que se eliminaron "los mecanismos de gestión y de regulación de los mercados", algo que considera "legal, pero injusto".

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"Es un grito de protesta", explica Eusebio Ortega, un jubilado que ya no tenía manos para cargar con más bolsas de fruta. Su mujer, que se veía en las mismas, estaba de acuerdo: "Con lo duro que es el trabajo en el campo".

LUIS SEVILLANO

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