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Columna
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El alcalde sí estaba

"No sé qué andan cantando", se dijo Juan Urbano, mientras le sonreía de lado al café que tomaba en un bar de la calle de Tutor, "porque el alcalde sí que estaba allí". Y, naturalmente, la palabra allí es tan extensa que tenía toda la razón del mundo. El alcalde de Madrid sí estuvo allí. Por ejemplo, hace poco fue, entre otro millón de cosas, a inaugurar un túnel de la M-30, a dar la salida simbólica del Rally Dakar desde el estadio Santiago Bernabéu y a visitar el Mercado de las Flores de Tirso de Molina y allí, por cierto, según se ve en algunas fotos tomadas por un ciudadano, que luego las ha colgado en Internet, dejó su coche oficial aparcado en una plaza para minusválidos.

Unas fotos muestran que en Tirso de Molina aparcó el coche oficial en una plaza para minusválidos
Para Oscar Wilde, "un cínico es un hombre que siempre sabe el precio de todo y siempre ignora su valor"

El alcalde sí estuvo allí, en la inauguración del I Festival Internacional de Cine Solidario de la ciudad (FICS), y fue a hacerse fotos con el actor Tim Robbins, que ha venido a presentar la película Atrapa el fuego. Robbins, eso sí, se ha puesto antipatriota y levantisco, hasta el punto de afirmar que se sintió "utilizado", que su intención "era apoyar el festival, no salir en fotos con políticos de derecha" y que le resulta "curioso que un alcalde pueda hacer el esfuerzo de venir a hacerse una foto con un actor norteamericano pero no lo haga para unirse a la ciudadanía en una manifestación". La verdad es que estos yankees no se enteran de nada: ¡Mira que decir que Ruiz-Gallardón es de derechas!

Y el alcalde sí estuvo allí, tres veces, tanto en la concentración espontánea que él mismo quiso que se hiciese en la Puerta del Sol tras el atentado de ETA en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas como en el propio lugar del atentado, esa vez en compañía del líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, y de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y en la misa funeral por la muerte de los dos ciudadanos ecuatorianos, Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, que se celebró en la parroquia de San Pedro Apóstol, en Barajas Pueblo, y estuvo oficiada por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Y no sólo estuvo, sino que, con la boca llena de banderas, aseguró que Madrid "no iba a olvidar una sola gota de la sangre derramada" en nuestra ciudad. De manera que, ya ven, qué andan cantando esos y qué les pasa. ¿Es que no tienen memoria? ¿Es que no se acuerdan de la descripción de su propio retrato, obra del pintor Hernán Cortés, que hizo el alcalde de Madrid cuando éste fue colgado en el Salón Canalejas de la Real Casa de Correos? "Ahí está una mirada que no ha pretendido nunca esconderse", dijo. Y añadió, como si ya supiera lo que se avecinaba: "Yo creo que detrás de esas manos en los bolsillos lo que hay es un nervio contenido, unas ganas de no estar donde se quiere estar, sino estar más adelante todavía". Más claro, agua.

Y el alcalde sí estuvo allí, inaugurando las emisiones de la cadena esMADRIDtv, a la que definió como el primer canal de televisión de una ciudad "destinado a promocionarla y a reflejar su enorme potencial" y del que aseguró que no será "la cadena del Gobierno municipal ni del propio Ayuntamiento, sino simplemente la televisión de la ciudad". Y estuvo en el acto de ingreso de Miguel Pérez Subías, presidente de la AUI, en el Consejo Director de la Ciudad de Madrid. Y no tres veces, sino cuatro, porque el alcalde también estuvo allí, ¡hombre por Dios!, en la concentración convocada en Madrid por la Asociación de Víctimas de Terrorismo (AVT), en protesta por el atentado de ETA en la T-4, donde se exigía la dimisión de José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, se agredió a una periodista de TVE y a varios reporteros de Radio Nacional. Así que ya lo ven, y esos cantantes callejeros llamándole "el gran ausente", que es como se conocía a José Antonio Primo de Rivera durante la Guerra Civil, cuando los golpistas aún jugaban a ocultar su fusilamiento en Alicante y a insinuar su próximo advenimiento.

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"Así que ya lo ven", remató Juan su argumento mental, "no sólo es que el alcalde estaba en todos esos allís y en otros cientos de ellos, sino que más bien parece tener la capacidad de estar casi en todas partes. Para una vez que no va, cómo se ponen". Y con esa ironía dándole vueltas a la cabeza, se fue a casa a leer un libro de aforismos de Oscar Wilde, ya saben, aquel irlandés que decía que un cínico es "un hombre que siempre sabe el precio de todo y siempre ignora su valor".

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