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El ambulatorio privatizado de Pontones realiza obras sin licencia

La empresa Capio reforma una planta para que pasen consulta sus médicos

Elena G. Sevillano

Sacos de mortero apilados. Obreros trajinando grandes bolsas de color blanco llenas de escombros. Huecos enormes donde antes había tabiques y el pavimento completamente levantado. La tercera planta del centro médico de especialidades de Pontones (Puerta de Toledo) estaba ayer en obras. Obras que carecen de la licencia preceptiva, según confirma el Departamento de Urbanismo del Ayuntamiento, al que no le consta que esté ni en tramitación ni concedida. Obras que lleva a cabo una empresa privada para acondicionar un centro público donde trabajarán sus médicos.

El ambulatorio de Pontones, uno de los más grandes de la capital, es el primero que ha empezado a privatizar la Consejería de Sanidad. Hace algo más de un mes que en la cuarta planta pasan consulta los médicos de la multinacional Capio, la empresa a la que la consejería ha cedido la asistencia sanitaria. Cuando acabe la reforma, el personal de Capio ocupará también la tercera. Una portavoz de Sanidad y otro de Capio admitieron ayer que las obras no tienen licencia, pero adujeron que no las necesita al tratarse de una "obra menor". Aseguraron que únicamente están "adecentando" y "acondicionando" las instalaciones.

Pero el edificio está protegido arquitectónicamente. Si la reforma implica algo más que pintar, cambiar alicatados o sustituir las instalaciones de saneamiento, electricidad o calefacción, la licencia es necesaria, según recoge la normativa urbanística del Ayuntamiento. Este periódico comprobó ayer que se han eliminado tabiques y agrandado huecos de puertas. "Pediremos al alcalde Gallardón que precinte esas obras", aseguró ayer Carmen Sánchez Carazo, concejal del grupo socialista.

Los obreros trabajaban ayer casi a escondidas. "No nos está permitido dejar pasar a nadie", murmura uno de ellos tras una puerta que cierra con llave cada vez que entra y sale uno de sus compañeros. En la calle, ni rastro de los contenedores donde se depositan habitualmente los escombros de las obras (y que también requieren licencia). Los obreros meten los cascotes en bolsas, las bajan en un ascensor forrado con cartones y las sacan a la acera por la puerta de atrás. Allí las cargan en una furgoneta blanca con destino, según uno de los obreros, "a la Fundación Jiménez Díaz" [que pertenece también a Capio].

Los trabajadores de Pontones se quejaban ayer del ruido, las filtraciones de agua y la caída de escombros que están provocando las obras. Una de esas filtraciones obligó el jueves por la tarde a colocar varios cubos para recoger el agua y a desalojar a los pacientes de la sala de espera de Dermatología, en la segunda planta, según relataron varios empleados del centro. También cayó agua en la consulta de Digestivo. Y cascotes en el servicio de caballeros, que ayer todavía lucía un boquete en el techo.

El delegado sindical de UGT en el área sanitaria 11, José Povedano, presentó ayer una reclamación ante la Junta de Distrito de Arganzuela, a la que pertenece el ambulatorio de Pontones. En ella expone que ayer solicitó el permiso de obras y el plan de prevención de riesgos laborales y que no se los facilitaron. "Llamamos a la Policía Municipal, que pidió la licencia, y tampoco se la entregaron", afirmó. Una portavoz de Sanidad aseguró que Capio realiza las obras con su consentimiento.

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Los obreros trabajaban ayer en las obras de la tercera planta del ambulatorio de Pontones.
Dos operarios cargan sacos de  escombros en una furgoneta.
Los obreros trabajaban ayer en las obras de la tercera planta del ambulatorio de Pontones. Dos operarios cargan sacos de escombros en una furgoneta.CRISTOBAL MANUEL
Dos operarios cargan sacos de escombros en una furgoneta
Dos operarios cargan sacos de escombros en una furgoneta

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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