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Un arqueólogo sostiene que la auténtica silla de Felipe II está ubicada en El Escorial

La atracción turística de San Lorenzo es, según el investigador, una réplica del siglo XIX

Felipe II jamás se sentó en la silla de Canto Gordo de la finca de La Herrería (San Lorenzo de El Escorial) para contemplar cómo iban las obras del monasterio del siglo XVI. Ésa es la tesis que mantiene el arqueólogo Jesús Jiménez Guijarro en una próxima publicación. El enclave, uno de los principales atractivos turísticos de la zona, sería sólo una réplica del siglo XIX y la auténtica silla estaría ubicada en las dehesas de Campillo y Monesterio (en El Escorial), en una peña sacra vetona. Su opinión se basa en unas inscripciones que dejan constancia de que Felipe II estuvo allí en 1579 o 1580.

Jiménez, director del proyecto de investigación sobre Megalitismo y Poblamiento Neolítico en la Comunidad de Madrid, financiado por la Dirección General de Patrimonio, se topó en 1996, haciendo una prospección del terreno, con un paraje extraño y hermoso: la peña del Canto Castrejón. En mitad de las antiguas fincas Campillo y Monesterio -unas tierras ubicadas en el municipio de El Escorial que adquirió Felipe II y que ahora son propiedad priva-da- descubrió una inmensa mole de granito con escalones tallados, desde donde se domina todo el territorio y se contempla el monasterio.

En el acceso a la cima hay otra inmensa roca que deja constancia de los paseos reales por la zona. Se trata de tres epígrafes regios esculpidos según el canon de la época, que dan cuenta de que tres monarcas estuvieron allí a lo largo de tres siglos. La inscripción más antigua -de 1579 o 1580, según los cálculos de Jiménez- conmemora el momento en el que el todavía infante Felipe III se inicia en un deporte muy del gusto de su padre: la caza. La segunda, de 1803, deja constancia de un paseo de Carlos IV, el 17 de mayo de ese año. Y la tercera refleja la presencia, en 1853 o 1855, de Isabel II, que acudió acompañada de su esposo. La fecha no se ve bien.

El enclave no es desconocido para la gente de El Escorial. Incluso las inscripciones fueron documentadas en 1994 por dos historiadores, con algún error. Pero las interpretaciones de este paraje mágico lo calificaban como un lugar de caza de los monarcas sin mayor trascendencia. Sin embargo, Jiménez ha documentado que Canto Castrejón es una peña sacra vetona (un pueblo celta del siglo V antes de Jesucristo de las que tan sólo hay una decena en toda la península Ibérica) que jugó en la protohistoria un papel de vital importancia como lugar religioso.

La tesis más revolucionaria del arqueólogo choca frontalmente con la creencia popular, y es que este paraje fue la auténtica silla de Felipe II. 'Según mi investigación, la que todos hemos creído que era la silla, la que está en Canto Gordo [en San Lorenzo de El Escorial], no es más que una réplica arqueológica del siglo XIX', asegura el investigador.

¿Qué razones hay para pensar que Felipe II no se sentó nunca en el Canto Gordo para ver el monasterio, sino en el Canto de Castrejón? El monarca mandó transformar un palacete de los Reyes Católicos, ubicado en la finca El Campillo, en un pabellón de caza. También hay documentos que prueban que Felipe II prefería estas tierras a las de La Herrería, donde hoy está ubicado el centro turístico.

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Pero Jiménez también está convencido de que la silla, que hasta ahora ha circulado en la memoria colectiva como la del monarca, es mucho más reciente que la del Canto Castrejón. 'Tanto por la diferencia morfológica [los escalones son mayores y los asientos corresponden a la extracción de sillares] como por la mayor pátina que tiene la de Canto Gordo'.

Además, el arqueólogo sostiene que la silla que todos hemos dado por buena no tiene la riqueza añadida de los epígrafes que 'dan cuenta de que era un enclave importante para Felipe II'. Las únicas inscripciones que se mantienen y que han logrado engañar a la historia están en el rellano del primer tramo de escaleras, una de 1867- un año antes de que Isabel II fuera expulsada de España- y otra de más difícil lectura que parece ser el monograma real.

'Todos estos datos parecen hacer encajar la silla de Felipe II en un contexto mucho más moderno de lo que se ha pretendido y siempre en detrimento de la genuina silla del monarca prudente', asegura Jiménez.

Pero, ¿qué motivó la construcción de la réplica? 'Conforme avanzan los siglos, el imperio se desmorona y los gravámenes de la guerra agotan las arcas del reino. En los últimos años de Isabel II, después de que la reina visitara y dejara constancia de su presencia en Canto Gordo, la totalidad de las tierras se vendieron con excepción de La Herrería, que quedó en manos de la Casa Real', explica el investigador.

La Herrería

'Las tierras que tanto había querido Felipe II -El Campillo y Monesterio- acaban por caer en el olvido, y en la memoria colectiva queda únicamente la de La Herrería como lugar desde el que el monarca contemplaba El Escorial', dice Jiménez.

'Se me ocurre preguntarme si no estaremos ante una de las más divertidas falsificaciones históricas de nuestra geografía', comenta el arqueólogo sobre la silla de San Lorenzo. Y añade: 'La peña de Canto Gordo difícilmente pudo ser la silla de Felipe II. Es más, intuyo que, pese a la visión romántica del pintor que allí lo retrata, el monarca jamás estuvo en el lugar'.

Pero ¿no son posibles dos sillas? 'Es algo que resulta muy difícil de creer', sostiene el arqueólogo. 'Dos peñas sacras ubicadas en parajes tan próximos no es sólo chocante, sino que es imposible desde un punto de vista de la investigación prehistórica. Es cierto que la silla de Felipe II está sobre una peña sacra, pero no es la que hasta ahora se creía'.

El origen de una leyenda

El pintor Luis Álvarez Catalá puso en una imagen la falsificación histórica que circulaba de boca en boca con anterioridad. El artista pintó al óleo en 1889 a Felipe II junto al arquitecto Juan de Herrera contemplando las obras del monasterio de El Escorial en Canto Gordo. El lienzo fue premiado en la Exposición Universal de París de ese año y pasó por Madrid en la Exposición Nacional en 1890.

Pero no sólo los madrileños pudieron contemplar la 'falsificación' de la historia en esta exposición. Porque un billete de cien pesetas, emitido el 1 de julio de 1925, plasmaba en su reverso este cuadro de Álvarez Catalá. Es un billete que estuvo en el bolsillo de los ciudadanos desde 1927 hasta que terminó la guerra civil, en 1939.'Sin duda la peña tallada en Canto Gordo era contemporánea al pintor', asegura el arqueólogo Jesús Jiménez, quien añade que las recreaciones románticas de este tipo en el que se mezclan mito y realidad eran muy comunes en el XIX. Otro ejemplo de fabulación histórica es el cuadro en el que Juana la Loca llora la muerte de su esposo ante el féretro.

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