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Reportaje:

La 'banda de la ternera'

Un grupo de indigentes que duerme en un solar del Ayuntamiento tiene en vilo a los vecinos del mercado de los Mostenses, de donde sustraen alimentos

Se asoma a la verja y anuncia que tardará cinco minutos en asearse. Vuelve y saca una llave del bolsillo. Abre el candado de la puerta del solar en el que vive. Extiende la mano. "Me llamo Abel, aunque todos aquí me llaman Rastas". Su aseo resulta imperceptible. Tiene 54 años y es de Guinea-Bissau. Alto, flaco, de rostro consumido. Con rastas hasta el hombro y un sol tatuado en la frente: "un símbolo africano". Llegó a España en 1982. Dio varios tumbos hasta acabar en el número 8 de la calle Antonio Grilo (Centro). Una parcela municipal de unos 500 metros cuadrados. Allí ha instalado su chabola "con jardín", que comparte con otros siete indigentes. Todo un lujo dentro del descobijado mundo de los sin techo. Un lujo que empieza a agotar la paciencia de los vecinos, que les acusan de degradar la zona, de robos y de menudeo de droga.

"Reformé la vitrina para proteger la mercancía", cuenta el charcutero
La parcela de 500 metros cuadrados donde viven fue expropiada en 2002
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SECUENCIA DE UN GOLPE AL DESPISTE

Por eso, quizá, Rastas intenta mostrar su rostro más amable. "Llegué hace un año. Puse el candado para sentirme más seguro", explica. Estuvo siete meses solo, pero últimamente tiene inquilinos. Van y vienen, siempre que él les abra la puerta. "No sé decirle que no a alguien que duerme en la calle". Sabe que el solar es municipal. Admite que consumen droga, no que la vendan. Y dice que la policía los tiene fichados. "Vienen a identificarnos", explica. Y añade: "Siempre les dejo pasar".

No tiene inconveniente en enseñar su casa. A la puerta le saluda un compañero de solar, enfundado en un gorro de lana. "¿Qué pasa, hermano?", le dice. Cinco minichabolas hechas de tablas y cartones se apoyan en los muros. Hay mugre y desperdicios. Tres cubos de basura se desperdigan por la parcela. Un complejo cochambroso que poco tiene que ver con el centro cultural que el grupo popular municipal prometía en su programa electoral.

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Hace años el solar lo ocupaba un inmueble privado en ruina. El Ayuntamiento lo expropió en 2002. Después lo derribó, lo tapió y colocó una verja. Rastas partió el candado municipal hace unos meses y se construyó un hogar. Luego se instaló el resto. Pese a las insistentes peticiones de la asociación de vecinos y de la oposición en la Junta Municipal de Centro, el Ayuntamiento no ha hecho nada por adecentar el sitio. Ni por echar a los okupas. "Ahí siguen", contaba esta semana la portavoz de la Asociación de Vecinos del barrio Universidad, Isabel Rodríguez. Pero su presencia no pasa desapercibida en la zona.

¿Conoce a los que viven en el solar? La pregunta hace saltar chispas en el barrio. "Si yo le contará...", dice uno. "Pregunten a los del reparto", suelta otro. Nadie quiere dar nombres. "Hablen con ése, que vio lo de la ternera", señala un tercero. La pista lleva hasta un trabajador de la zona. Cuando se le pregunta por "lo de la ternera" relata con media sonrisa: "Hace dos meses vi pasar a uno del solar, al que llaman El Portugués, cargando al hombro una ternera". Sonrisa triunfal. "La había robado de un camión de reparto de carne". Su mirada se dirige al contiguo Mercado de los Mostenses. Víctima, desde hace meses, de la banda de la ternera.

Su relato suena a leyenda. Hasta que se interrumpe y dice: "Ahí va uno". Es mediodía de un miércoles de noviembre y El Portugués enfila la calle en dirección al mercado. Hay un camión que descarga carne. Le basta un minuto de despiste de los trabajadores para colarse en la cámara frigorífica y echarse al hombro un cuarto de ternera. El trozo pesa demasiado. Unos 100 kilos, según calcularon los repartidores. Y es resbaladizo. Consigue arrastrarlo diez metros y lo deja caer en el asfalto. Llama a un compinche a gritos. El tipo del gorro que llamaba "hermano" al Rastas aparece con un cubo de basura. Entre los dos introducen el botín dentro de esta carretilla improvisada y lo arrastran camino del solar. Pero no llegan a tiempo. En el mercado se ha disparado la alarma y los dueños de la ternera, de Ganados Martín, atrapan a los ladrones. El Portugués acaba devolviendo el botín.

"No es nada nuevo", comenta el vigilante de seguridad recién contratado en el mercado. El mes pasado, calcula, la banda actuó unas siete veces. Pero, según los afectados, los golpes se suceden desde hace un año. "El Rastas nunca actúa", añaden. El charcutero conoce de sobra la mano fulminante de la banda de la ternera. Los inquilinos del solar pasaban como rayos por su expositor, metían la mano y, zas, se llevaban un salchichón, un chorizo, lo que fuera. En verano reformó la vitrina para proteger la mercancía. Pero el menú de la banda es variado. Los repartidores de Coca-Cola han sufrido sus asaltos; el de Bimbo explica que una vez les sorprendió dentro de la furgoneta; al pescadero le robaron 25 kilos de bacalao, cuatro planchas de salmón y tres pulpos -"unos 300 euros"-. Como para darse un festín en el solar del Consistorio. Pero un testigo del robo frustrado de la carne apunta que la mercancía no se la quedan ellos: "Todo el mundo sabe a quién se la revenden". Señala un bar próximo, conocido por sus tapas suculentas. Un local del que el Rastas dice que le tratan "como a un hijo".

Dos días después del malparado golpe, El Portugués vuelve a la carga. Recorre Antonio Grilo con paso veloz, procedente del mercado. Carga dos cajas zumos tropicales. Se detiene en el número 14. Entra en un café y ofrece su botín, según cuenta luego el encargado. Le dicen que no, y el presunto ladrón se pierde en el bullicio de la calle de San Bernardo.

A pesar de las insistentes quejas vecinales, una portavoz del Cuerpo Nacional de Policía asegura: "No hay ningún problema con la gente de ese descampado". Añade que identifican a los del solar de vez en cuando. "Pero no hay denuncias de robos. Sólo son gente con problemas de drogas...". El Consistorio también los conoce. La Junta dice que sabe que hay abierto un proceso para echarles, pero que es cosa de Hacienda. Éstos añaden que no, que el solar depende de Urbanismo. En Urbanismo responden que no sabían nada de okupas.

Rastas admite que quizá la situación se le empieza a ir de las manos. Explica que en una ocasión dio cobijo a tres personas en busca y captura que acabó llevándose la policía, pero que él qué iba a saber, que no va pidiendo los papeles a la gente de la calle. "La policía me ha dicho alguna vez: 'Rastas, tú estabas mejor aquí solo". Posa para las fotos en el solar municipal. Intuye que su casa de 500 metros cuadrados no durará para siempre. "Si el Ayuntamiento me quiere echar, siempre tendré un sitio al que ir", asegura. Se despide tras la reja y echa el candado. Su candado.

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