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Reportaje:

Un barrio hace las maletas

AENA traslada de casa a 250 vecinos de San Fernando para alejarlos del ruido de los aviones

Jesús Sérvulo González

Unos 250 vecinos del barrio de Las Castellanas, en San Fernando de Henares (40.000 vecinos), preparan las maletas para abandonar sus casas. Las dejan a partir de la semana que viene. Tienen todos sus recuerdos embalados. Sus casas parecen un tetris confeccionado de cajas amontonadas que guardan vajillas, cuberterías... y los adornos de porcelana que les han acompañado durante toda una vida.

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Están cansados del zumbido de los aviones que sobrevuelan sobre sus cabezas. "Soportan un ruido de hasta cien decibelios", asegura el alcalde de San Fernando, Julio Setién (IU). El umbral máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 65 decibelios. Según AENA, el organismo estatal que gestiona los aeropuertos, Las Castellanas sufre una media de entre 75 y 85 decibelios.

Tras años de quejas, los vecinos han conseguido que AENA les pague unas nuevas viviendas en el centro de San Fernando, donde el ruido de los aeroplanos es más "soportable". "Es el primer traslado masivo por este problema en España", cuenta orgulloso el alcalde Setién. AENA ha aportado 6,6 millones de euros para la construcción de los pisos; el Ayuntamiento, el solar, de 1.800 metros cuadrados, donde ahora se levantan las nuevas viviendas. Este terreno está valorado en 1,2 millones. "Hemos cambiado el solar de Las Castellanas por uno en la mejor zona de San Fernando", desliza Setién. El suelo donde ahora se levanta la nueva urbanización era hace un par de años un vertedero de escombros "donde la gente iba a hacer cosas raras", desvela María, una mujer de 60 años que pasa el día sentada junto a la puerta de su casa, donde vende frutas y verduras.

Los aviones y Las Castellanas son un mismo paisaje. Las aeronaves pasan cada pocos minutos. "Son como moscas. Están todo el día revoloteando sobre nosotros", explica Carlos Bouzón, presidente de los vecinos de Las Castellanas. Y el ruido que hacen es ensordecedor. "Hay gente que utiliza el ruido de los aviones como despertador. Se despiertan cuando empiezan a pasar a las seis de la mañana", cuenta Emiliano Pablos, de 67 años, "el primero que llegó al barrio, en 1971". Eso ya no le ocurrirá dentro de cuatro días, cuando abandone su casa. El Consistorio pagará la mudanza. Para ello ha alquilado seis camiones que trasladarán los enseres y electrodomésticos de todos. La mayoría quieren conservar sus viejos muebles. Las 70 familias afortunadas estaban ayer atareadas limpiando los nuevos pisos. Fregonas, bayetas y botes de productos de limpieza adornaban el suelo de las nuevas viviendas.

Los pisos miden una media de 60 metros cuadrados. Los hay de dos y tres habitaciones. Y también, dúplex, para los que tenían pisos más grandes. Algunos han contratado los servicios de una agencia de limpieza para que les deje "los pisos niquelados", le dice Conchi a Fina, dos hermanas que viven en sendos pisos en Las Castellanas. Pero la mayoría lleva varios días con el estropajo y la fregona.

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Conchi es una de las pocas que no quieren irse. "Perdemos calidad de vida. Aquí nos conocemos todos. Aquí bajamos a la plaza para charlar entre nosotros. En San Fernando no podremos hacer eso. Y no podemos bajar de cualquier manera. Nos tendremos que arreglar, poner guapas. Los aviones no son para tanto...". En ese momento pasa una aeronave gigantesca que impide oír el resto de la conversación.

El traslado de los vecinos será escalonado. El próximo lunes se irán los primeros, unas diez familias. Durante el resto de la semana marchará el resto. En cuanto abandonen sus casas, el Ayuntamiento las tapiará "para evitar que entren okupas". Y después, dentro de unas semanas, tirará las viviendas para construir un polígono industrial.

A pesar del traslado, los vecinos no se olvidarán de la pesadez de los aviones. Desde las ventanas de los nuevos pisos se ven pasar muy cerca los aeroplanos, pero el ruido es menor. "Unos 55 decibelios", explican desde el Ayuntamiento. Uno tras otro provocan un runrún incesante, casi imperceptible pero algo molesto.

El barrio de Las Castellanas nació a principios de los años sesenta. Fue levantado por la constructora Colomina para alojar a sus trabajadores. "Cuando llegamos estábamos en medio del campo... Ahora, también", cuenta Basi, que recuerda cómo tenía que cruzar la carretera de Barcelona (A-2) para ir a la compra, al médico o llevar a sus hijos al colegio. Junto a la urbanización sólo hay una gravera y un solar repleto de contenedores de transporte. Ahora, con sus hijos emancipados y su marido jubilado, Basi tendrá el parque y "el médico" al lado de su casa.

Arriba, vecinos de Las Castellanas <i>se despiden</i> del ruido sobre sus casas.
Arriba, vecinos de Las Castellanas se despiden del ruido sobre sus casas.C. M.

Yo también quiero mudarme

En las afueras de Coslada (84.000 vecinos), cerca de la estación de tren, se levantan unos bloques de pisos cuyos habitantes viven martirizados por el estruendo de los aviones cuando pasan sobre sus cabezas. Es literal. Desde la terraza de estos bloques se puede leer las matrículas de los aeroplanos.

La mayoría de estos edificios están maquillados con unos pesados paneles: es el recubrimiento acústico que AENA, la entidad pública que gestiona los aeropuertos, ha pagado a los vecinos afectados para paliar los efectos de la actividad del aeropuerto de Barajas.

Los vecinos de estos bloques son los afortunados. A menos de cuatro metros de distancia se yerguen otros ocho edificios de ladrillo visto, ajados y resquebrajados. "Queremos que nos trasladen como a los de Las Castellanas", grita Pilar Encinas, vecina de una de las 83 viviendas afectadas por el zumbido de los aviones. Sus casas no están insonorizadas. "Mi casa se mueve cuando pasa un avión", cuenta Encinas. Los cuadros colgados en su piso vibran cuando una de esas grandes aeronaves sobrevuela su cabeza. Cada tres o cuatro minutos.

Justo debajo de la casa de la mujer está el bar Montero. Tiene una peculiar decoración. Las paredes están plagadas de grietas. Una portavoz del Ayuntamiento de Coslada explica que negociaron con AENA para arreglar los pisos. "Tienen un problema de cimentación y hasta que no se arregle no se pueden insonorizar", añade.

El Ayuntamiento intentó conseguir que los vecinos del barrio de La Estación fueran trasladados para que pudieran huir de las molestias de los aviones. "Pero en Coslada no queda suelo libre", justifica la misma portavoz.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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