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Reportaje:

Los bomberos de Madrid bajan a la mina en León

Funcionarios del servicio de extinción de incendios de la Comunidad de Madrid aprenden técnicas de derrumbe de edificios

F. Javier Barroso

Fernando Antón, un sargento con 23 años de servicio, aún recuerda la catástrofe del incendio y posterior hundimiento de Almacenes de Arias, en la calle de la Montera, en el que murieron 10 bomberos del Ayuntamiento de Madrid el 4 de septiembre de 1987. Antón se queda con los ojos llorosos y la voz se le entrecorta. "Fue una situación muy angustiosa, porque trabajábamos contrarreloj. Teníamos que rescatar a nuestros compañeros y no sabían si aún estaban con vida", logra decir.

Ahora, para estar preparados contra hundimientos similares y para actuar en catástrofes como el atentado de la T-4 del aeropuerto de Barajas, funcionarios del servicio de extinción de incendios de la Comunidad de Madrid están aprendiendo técnicas de rescate en una mina de Villablino (León).

1.300 especialistas harán un curso para formarse en rescates en zonas muy cerradas

Los bomberos reciben una formación de tres días, en jornadas de ocho horas de trabajo. Enfundados en monos de plástico, con luces en los cascos y con una humedad palpable, son asesorados por técnicos mineros que han pasado en las profundidades de la tierra gran parte de su vida. Son profesionales de la Fundación Santa Bárbara -la patrona de los mineros y los bomberos-, que les enseñan cómo entibar y cómo avanzar por una zona en la que se ha venido abajo todo un edificio o un túnel ha quedado totalmente destruido. "El bombero se tiene que acostumbrar a trabajar en situaciones muy hostiles y contrarreloj, ya que dependen de él vidas", comenta Antón.

El bombero tiene que aprender a trabajar en condiciones adversas, con rapidez y con mucha seguridad. Las situaciones que ha vivido en Villablino son extremas, pero fiel reproducción de lo que ocurre en un siniestro. Los funcionarios tienen que ser capaces de hacer una galería con troncos de madera y forjar sus paredes sobre la marcha. Para ello tienen que ser muy hábiles con las hachas y las sierras. Tampoco vale la velocidad por la velocidad. Es necesario asegurar la zona para que el propio bombero no se quede atrapado en su avance.

"La situación puede ser un poco claustrofóbica, porque estamos en unas condiciones muy precarias, pero debemos de ser capaces de trabajar con gran cantidad de estrés y hacer nuestro trabajo de manera muy efectiva", comenta el bombero del parque de Las Rozas, Antonio López, de 33 años y seis de servicio. Y desde luego, que deben controlar sus sentimientos, ya que en este curso se les obliga a trabajar en una angosta galería con tan sólo 40 centímetros de alto por 50 de ancho, la mínima para que quepa un cuerpo humano. Y eso con los instrumentos de trabajo.

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La elección de las minas de carbón en Caboalles de Arriba, junto a Villablino, no resulta gratuita. Este material resulta muy poco denso en las extracciones y se resquebraja con facilidad, por lo que se precisa mucha técnica a la hora de avanzar en la mina. Cualquier error a la hora de colocar los tablones de madera hace que el hueco se venga abajo, según recuerda el oficial de bomberos, Luis Greciano.

El bajar a la mina resulta ya de por sí una situación muy novedosa. Queda atrás un antiguo valle minero sembrado de nieve. Mientras, la boca de la explotación engulle a la treintena de bomberos que han asistido a la edición de este curso. El camino se divide en dos para bifurcarse de nuevo en más galerías. La humedad se deja sentir, mientras no se deja de pisar barro y agua entre las vías de las vagonetas. Tras recorrer más de 500 metros a pie, un técnico de la Fundación Santa Bárbara les dice cómo empezar los trabajos. Primero, picar, luego, entibar y después avanzar. El tiempo pasa rápido, mientras los bomberos trabajan de forma coordinada. No dudan en tirarse al suelo y reptar.

La celebración del curso fue una idea del sindicato CSIT en el cuerpo de bomberos de la Comunidad de Madrid, que ha sufragado los gastos a través del Instituto Madrileño de la Administración Pública, dependiente de la Consejería de Presidencia. En 2006 han sido formados 200 bomberos y la previsión es que pasen los 1.300 que forman la plantilla de la Comunidad de Madrid. "Hay que entrenarse para trabajar en zonas muy cerradas, a oscuras, con muy poco espacio y sin nada de luz. Cada vez es mayor la demanda para hacer este tipo de cursos", comentan Emilio Naveso y Joaquín López, de CSIT, que cuenta con 350 afiliados en el cuerpo. Los voluntarios que van al curso lo hacen en sus días libres, sin que les compensen estas horas de formación. Eso sí, van con todos los gastos pagados para el viaje y alojamientos.

Los consejeros de Justicia e Interior y de Presidencia, Alfredo Prada Presa y Francisco Granados, entregaron los diplomas ayer a los 30 profesionales que han recibido el curso en la última edición. "La Comunidad de Madrid ha sufrido gran número de atentados terroristas, tanto de ETA como islámicos, y muchas desgracias, que requieren gran profesionalidad", recordó Granados. "El Gobierno regional no va a escatimar esfuerzos para que el cuerpo de bomberos de élite, continúe siendo el número uno de Europa", añadió Prada Presa.

Bomberos de Madrid, en un simulacro de rescate.
Bomberos de Madrid, en un simulacro de rescate.EFE

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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