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Reportaje:

A 'caballo' en el 339

Decenas de toxicómanos consumen heroína en el llamado 'yonkibus'

Una pareja se sube en el autobús 339 en Valdemíngomez, la primera parada de la línea en dirección Madrid. Saludan al conductor, pagan su billete, se acomodan en sus asientos y esperan a que entren el resto de los viajeros. En 15 minutos llegarán a su destino. El 339 arranca y ella abre su bolso. De ahí saca un trozo de papel de plata que desdobla con sumo cuidado. Él prende un mechero, y con la misma delicadeza, disuelve la heroína que ha vertido en ese papel. Fuman. Cierran los ojos cada vez que inhalan. Mientras, sus vecinos de viaje los observan. No se alarman. No les llaman la atención. Ellos hacen lo mismo.

Desde hace poco más de un año, esta línea es la única que une la capital con dos poblados de la Cañada Real: el Gallinero, habitado mayoritariamente por rumanos de etnia gitana; y Valdemíngomez, la meca de la droga en la región, según la policía.

"Hay jeringuillas, está sucio, se drogan donde tú viajas", se queja una mujer

Son muy pocos, "apenas el 10%", estima uno de los conductores, pero algunos trabajadores de las fábricas situadas en Valdemíngomez, los moradores de las pocas casas legales que hay en la zona, los usuarios de la parada del bar Ventas y los rumanos del Gallinero (muchos de ellos niños), ahora no tienen otro medio de transporte público que esta gran kunda. El yonkibus, como lo han apodado algunos de sus clientes. "Yo lo llevo fatal. Ves jeringuillas, está sucio, a veces se chillan entre ellos... ¡Es que se drogan en el autobús donde tu viajas!", se queja Julia Añazco, una ecuatoriana que vive en una casa que la compañía de transportes JMC le ha proporcionado a su marido muy cerca del poblado. "A mis tres hijos les he tenido que enviar de vuelta a Ecuador. Me daba pánico que creciesen aquí".

La distribución en el interior del bus es siempre la misma: en la zona de delante se sientan los usuarios de sanas costumbres, y en la de atrás, los toxicómanos, que no vacilan a la hora de consumir la droga que han ido a comprar al poblado. "Hombre, ya que la tienes... es mejor hacerlo aquí que en la calle", confiesa un heroinómano mientras sus ojos van adquiriendo un brillo singular. Y vuelve a inhalar.

La funda de una jeringuilla rueda por el pasillo del vehículo. "Claro que se drogan allí atrás, pero créeme, casi es peor llamarles la atención", reconoce uno de los conductores encerrado tras la mampara que les separa de sus viajeros. "La verdad es que a veces pasas miedo, pero reconozco que no he tenido ningún problema. En el fondo son gente legal. Pagan su billete, 1,65, y si les falta algo, te lo dicen".

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Otro problema es el transporte hasta Rivas, el municipio más cercano. El único modo que existe para llegar allí desde Valdemíngomez y el Gallinero es volver hasta Santa Eugenia y después tomar otro autobus directo a Rivas. "Yo antes tardaba 10 minutos en llegar a Rivas y ahora, más de 40", asegura Julia. Empleados de las empresas de Valdemíngomez que tienen que tomar el 339, como Salvador Valverde, conocen el problema. "Te saludan, te respetan. Eso sí, yo me siento delante".

Los conductores nunca pasan mucho tiempo en el servicio. "Los recién llegados a la empresa somos destinados a este autobús, es como una prueba de fuego. Y hay que aguantar. No está el curro como para jugar", dice otro conductor. La Veloz, que gestiona la línea, confirma esta política. "Dicen que algunos no han aguantado el reto", cuenta el trabajador.

Estos conductores procuran imponerse. Al fin y al cabo son ellos los que tienen que costear los céntimos que algunos toxicómanos dicen no tener a la hora de pagar su billete, pero han acabado cogiendo cierta confianza con sus clientes. "Mira, ésa que viene corriendo y me saluda es Ana. Va hasta el poblado una vez al día. Es muy educada. Pobrecilla. Y ese es Curro, también un chaval muy majo", describe. "Algún día hago como que llamo a la Guardia Civil porque alguno la está montando, como el pasado fin de semana, que un tipo cabreado al que no dejábamos subir porque no quería pagar nos rompió a pedradas la luna delantera. Pero ¡cuidado!, que los demás drogadictos les regañan a los que la montan. ¿No ves que ellos no quieren que venga la policía?".

Por muchas buenas maneras que algunos de los toxicómanos traten de adoptar, Julia piensa que los que viven y trabajan por esa zona deberían ponerse de acuerdo para que se reestablezcan las viejas líneas.

A los toxicómanos, que continúan dándose su festín en el 339, tampoco les parece bien que se les haya segregado en un autobús. El chico de la pareja que subió al inicio del trayecto dice empezar a sentir los efectos de su dosis. "Yo he llegado a venir hasta dos y tres veces al día para acá, y las que hagan falta para quitarme el mono. Da igual. Yo comprendo que molestamos con nuestro humo, pero yo pago, soy legal, soy un viajero más. Si tengo dinero para matarme con esta mierda, ¿no voy a tenerlo para pagar el billete del autobús?".

En el Ayuntamiento de Rivas prefieren que las cosas se queden como están. "Nuestros ciudadanos ahora están más seguros, por lo que no hay intención de proponer al Consorcio que se reestablezcan las líneas de antes ni de pedir que se conecte Rivas con la Cañada", alega un portavoz. Y mientras tanto, cada 20 minutos, la A-3 es surcada a diario por un peculiar autobús, el 339, donde los viajeros comparten asiento con un caballo que tiende a escaparse por la trampilla del techo.

Un usuario baja del llamado <i>yonkibus,</i> el autobús de la línea 339 que llega hasta Valdemingómez.
Un usuario baja del llamado yonkibus, el autobús de la línea 339 que llega hasta Valdemingómez.ÁLVARO GARCÍA

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