El coro más popular llena el Auditorio
La Orquesta Nacional y 465 aficionados interpretan juntos 'Carmina Burana'
"Ahora sois parte del Coro Nacional". El preparador daba los últimos consejos minutos antes del comienzo de la actuación. Los cantantes que escuchaban estaban a punto de interpretar en el escenario del Auditorio Nacional la popular cantata Carmina Burana, junto con la Orquesta y Coro Nacionales. Vestían cada uno a su manera y pasaban los nervios a base de entusiasmo. Eran 465 participantes aficionados que iban a formar parte de un peculiar concierto "participativo" y llevaban tres meses de ensayos para conseguir estar a la altura de las circunstancias. Había llegado el gran momento.
"Lo hacemos con mucho cariño, brutalmente entregados", explicaba Alicia Heredero, de 48 años, guía turística jubilada por enfermedad y volcada ahora en la música, su segunda pasión. "He estado en todos los conciertos participativos que se han hecho en Madrid", aseguraba, "y siempre estoy pendiente de las nuevas convocatorias. Es muy gratificante". La Obra Social de La Caixa, que organiza este tipo de conciertos participativos desde 1995, lleva tres años trayendo El Mesías, de Händel, a Madrid. Ayer, en colaboración con la Orquesta y Coros Nacionales, se estrenaron con la cantata de Carl Orff Carmina Burana, una de las piezas corales más importantes del siglo XX, que también repiten hoy.
"Lo hacemos con mucho cariño", asegura Alicia, una jubilada de 48 años
Para llegar hasta ahí, los cantantes aficionados han pasado por un proceso de selección, una audición y cuatro fines de semana de ensayos intensivos. Sus caras, ayer, daban muestra de satisfacción cuando los dos directores que les habían preparado durante ese tiempo les dieron las últimas palabras de ánimo. "Estoy muy satisfecho. Han hecho un buen trabajo", afirmaba Joan Cabero, uno de ellos.
Era la hora de atravesar el pasillo en el que la Orquesta y el Coro Nacionales ensayaban las últimas notas y distribuirse en sus sitios, rodeando el escenario. Los participantes amateurs, 320 de los cuales eran particulares de 15 a 70 años y, el resto, de tres coros de Madrid, cantarían desde dos palcos frontales y otros tantos laterales. Desde allí saludaron furtivamente al público (las entradas se habían agotado hace meses), lleno de familiares y amigos. Abajo, en el imponente escenario de la Sala Sinfónica, los músicos profesionales se encontraban en sus puestos. Entraron la soprano, el tenor y el barítono. Finalmente, lo hizo el director, Paul McCreesh. Sabían que era el momento. Sonaron los primeros acordes y las más de 500 voces se fundieron en una sola. El esfuerzo había merecido la pena.
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