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Columna
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Me desnudaré en la calle

¿Se desnudaría usted en la calle si le dijeran que con la ayuda de ese gesto suyo quizá desapareciera, porque colaboraría en que se prohibiera, la lapidación de mujeres en Irán? ¿Se desnudaría usted si le dijeran que quitándose la ropa un rato, y sólo de cintura para arriba, quizá no volviera a ver, porque colaboraría en que desaparecieran para siempre, imágenes como las de un príncipe árabe torturando salvajemente a un comerciante? ¿Se desnudaría usted si descubriendo fugazmente sus pechos presionara de tal modo a los Gobiernos que llegaran a tomar medidas para que los niños de Haití no volvieran a pasar hambre? ¿Se desnudaría usted si con esa pequeña acción obligara a los organizamos internacionales a erradicar la existencia de niños soldado en Sierra Leona?

Gracias a ese gesto, quizá se consiga prohibir la tortura de animales inocentes

¿Se desnudaría usted en público si con ello participara en la distribución urgente y gratuita de antirretrovirales en África para combatir el VIH? ¿Se desnudaría usted, sólo un rato, sólo un poco, no estaría solo, si gracias a ello pudiera acabar con la prostitución infantil en el sureste asiático, con la propagación del virus de la gripe porcina, con el desempleo, con la destrucción de los bosques, con los atentados terroristas, con las guerras y hasta con la crisis económica mundial? Yo sí, claro.

¿Y se desnudaría usted en la calle, aunque sólo parcialmente, pues vestiría un calzón negro, y además en compañía de cientos de personas también desnudas y tumbado boca abajo, de modo que apenas mostraría esas partes del cuerpo que cuesta más enseñar, si supiera que gracias a ese rato, en el que, cierto, se sentirá algo expuesto, pasará un poco de vergüenza, tendrá que superar su innegable pudor, si supiera que por medio de ese insignificante sacrificio personal quizá consiguiera que se acabara para siempre, que se prohibiera, la tortura de animales inocentes en la cruel tradición de la tauromaquia? ¿Se desnudaría usted parcialmente en público si con ello colaborara en que España no perteneciera a la lista de países que causan vergüenza internacional por el maltrato al que son sometidos los toros en las plazas?

¿Se desnudaría un rato de nada, una millonésima parte de su vida, si participara así en la abolición de un crimen convertido en espectáculo? ¿De verdad considera usted menos soportable la visión circunstancial de su torso, de sus pechos, de sus muslos, que la visión institucional de una boca babeando sangre, de una espalda cosida a puñaladas, acribillada a puyazos? ¿Realmente no le parece intrascendente la imagen momentánea de su pezón comparada con los ojos desorbitados por el pánico de los toros que intentan huir del tormento que por diversión se les inflige? ¿No cree que merece la pena enseñar por compasión, por solidaridad, por compromiso moral lo mismo que, como es natural, enseñamos por gusto y sin rubor en playas y piscinas?

Yo sí, desde luego. Y cientos de personas más, hartas de asistir a la cruel agonía que sufren toros y novillos. Por eso nos semidesnudaremos el próximo domingo 24 de mayo, a las doce de la mañana, en la plaza de Las Ventas, donde Equanimal y CAS (Comité Anti Stierenvechten, de Holanda) organizarán un espectacular acto a favor de la abolición de la tauromaquia, el acto antitaurino más numeroso hasta la fecha, en el que, cubiertos de sangre artificial, simularemos ser toros banderilleados. Deberíamos ser tantos que el Gobierno de la Comunidad de Madrid y el de la nación comprendieran de una vez que es inaceptable que esta salvaje actividad sea legal, que este sangriento negocio se subvencione con nuestro dinero.

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Pero si alguien no se atreve a mostrar esas pequeñas miserias comunes que tanto nos disgustan (la celulitis, la lorcita, las cartucheras, la barrigota), también puede participar: hacen faltan voluntarios que nos ayuden durante el acto y es precisa la presencia de gente que nos apoye. Recordemos que muy cerca de nosotros, ignorantes aún del martirio al que han sido destinados pero encerrados, a oscuras, hambrientos, golpeados, aguardan con angustia los animales inocentes que por la tarde serán torturados y asesinados por placer.

Me desnudaré en la calle, sí. Así celebraré también una victoria: el archivo de la causa penal contra los seis activistas que realizaron el 4 de mayo de 2008 el asalto al ruedo de Las Ventas. El juez no encuentra razones de delito. Y protestaré porque, no obstante, la Comunidad de Madrid ha iniciado un expediente sancionador por esa supuesta infracción del reglamento taurino. Como si los matadores y sus secuaces tuvieran alguna autoridad moral para marcar reglas a los pacíficos. Va por vosotros, valientes Sandro, David, Sara, Miguel, Jesús, David. Y por los toros.

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