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Entrevista:SI LOS EDIFICIOS HABLASEN...

Un enchufe del que colgar la escalera

Antonio Lamela alteró las Torres de Colón por cambios en la normativa

Patricia Gosálvez

El ministro llamó con urgencia al arquitecto: "Vente para acá". Para llegar antes, Antonio Lamela cogió un taxi al Ministerio de Vivienda y empezó a despotricar contra el tráfico: "En Barcelona hay más rigor en la circulación". El taxista pensó que era catalán y cuando pasaron frente a esas torres extrañas que estaban construyendo en la plaza de Colón le dijo castizo: "Usted mucho presumir de Barcelona, ¿pero a que allí no saben empezar las casas por el tejado?". Lamela, autor de las torres (que efectivamente estaba construyendo de arriba a abajo) siguió con la broma: "¿Y por qué está parada la obra?". Y el taxista: "Cuentan muchas cosas, que si política, que si dinero... pero yo sé la verdad, porque mi hijo es delineante: un señor que construye al revés, está por fuerza chiflado, y a éste lo han metido en el manicomio de Carabanchel, y ahora nadie sabe cómo acabar el edificio".

"El edificio siempre tuvo mala prensa", dice el arquitecto

Lamela, de 82 años, nunca le dijo al taxista que era el supuesto chiflado: "¿Y quitarle la ilusión de que sólo él sabía la verdad?".

La conversación urgente con el ministro fue una de tantas sobre las polémicas torres. "El edificio siempre tuvo muy mala prensa", dice el arquitecto, "y con la opinión pública en contra, el entonces alcalde decidió parar la obra por razones políticas". Tras nueve años de rifirrafes, juicios y pactos las torres se acabaron no sin haberse transformado durante el proceso. "Un edificio no lo hace un arquitecto sino un conjunto de personas, y para entenderlo hay que conocer las condiciones, los intereses comerciales y las normas urbanísticas que lo originaron", dice Lamela. En la historia de estas torres hay de todo. Al principio iban a ser viviendas de lujo de 400 metros, construidas de forma tradicional. Pero un cambio en la normativa municipal exigió más metros de garaje. Los coches y las rampas no cabían entre los pilares, por lo que se tomó una solución radical: eliminarlos. El edificio estaría "suspendido a compresión". Lamela explica el revolucionario sistema usando una copa cubierta por una servilleta: las cargas suben por las péndolas de hormigón que rodean la fachada (que sería el depósito de la copa), se comprimen contra la cabeza de la torre (la servilleta) y luego bajan por el núcleo central (el fuste de la copa). Es decir, el edificio no cuelga hacia abajo, sino que se aprieta hacia arriba. "Está invertido; funciona al revés".

En los años noventa, nuevas normativas trajeron nuevos cambios. El edificio original no tenía escalera de incendios, sino una manga de tejido por la que las víctimas de un posible incendio debían deslizarse (imaginen una salchicha gigante rellena de personas). Lamela admite que aquello era una solución "hipotética" (él nunca quiso probarla en sus carnes). Cuando la ley obligó a colocar una escalera al uso, no había dónde clavarla, así que el arquitecto colocó una viga entre ambas torres y colgó la escalera del centro. Para tapar el truco (y de paso esconder las antenas y demás maquinaria que ahora necesitaba el edificio de oficinas) se creó el famoso enchufe art decó. El color recordaba al óxido verde de las cúpulas de cobre. "La misión de las clavijas era ser lanzaderas de rayos láser, pero al final resultaba muy caro", explica el arquitecto. La obra se aprovechó para poner una segunda fachada de cristal que aislase del ruido y el calor de la nueva ciudad.

De nuevo, las críticas y la polémica. Lamela tiene otra anécdota. El protagonista es un embajador alemán que muy contrariado le dijo en una cena: "¡Cuánto siento lo que han hecho con tus torres!". "¡Pero si lo he hecho yo!", contestó el arquitecto. "Siendo diplomático, debería haber sido más cauto", se avergonzó el embajador. Lamela le confesó que a él también le gustaban más las antiguas torres. "Eran más rotundas, más honradas, se entendían mejor", sigue manteniendo, "las nuevas quedaron un poco barrocas".

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En una azotea, frente al enchufe, Lamela contempla el enjambre de cubiertas y tejados madrileños, plagados de antenas y salidas de humo. "Es una pena... son la quinta fachada de los edificios", se lamenta el arquitecto. Su enchufe puede gustar o no, pero es la única cubierta con nombre propio de la ciudad. "Eso, que hablen de uno... ¡aunque sea bien!", ríe el arquitecto.

Antonio Lamela, autor tanto de las Torres de Colón originales como de su remodelación, posa frente a su obra.
Antonio Lamela, autor tanto de las Torres de Colón originales como de su remodelación, posa frente a su obra.ÁLVARO GARCÍA

Torres de Colón

- Autor. Antonio Lamela

- Obra. 1967-1976.

- Estilo. Funcional.

- Ubicación. Génova, 31. (Plaza de Colón).

- Función actual. Oficinas

- Función original. Viviendas.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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