_
_
_
_
_
Reportaje:

Las estadísticas se tiñen de color

El INE transforma la mole gris de su edificio en un inmueble sostenible en cuya fachada están representados 58 datos poblacionales y una composición musical

Daniel Verdú

La sinestesia es la enfermedad por la que determinadas personas perciben sensaciones con los sentidos equivocados. Es decir, se huelen colores, se ven sonidos o se escuchan imágenes. La sinestesia, además, es ahora el lenguaje que emplea la fachada del edificio del Instituto Nacional de Estadística (INE), situado en el paseo de la Castellana, junto a la plaza de Castilla. Una obra de rehabilitación total a cargo de los arquitectos César Ruiz-Larrea y Antonio Gómez que ha transformado radicalmente la mole gris de estilo fascista que alojaba todas las estadísticas de los españoles en un colorido y transgresor transatlántico que vuelve a mirar de nuevo a la Castellana.

En toda la fachada del nuevo edificio, que ha ganado 5.000 metros cuadrados de superficie (un 20% más de edificabilidad que se concede a edificios rehabilitados) y ha costado 22 millones de euros, se han colocado plafones de colores, cuadrados y rectangulares, con cifras que van de 001 a 058. Son indicadores estadísticos que corresponden a datos como el de la población española, la tasa de paro o el número de hospitales. Cada color (10), a su vez, hace referencia a un número y a una nota musical.

Con el 1% del coste de la reforma se han hecho 12 obras de arte para el interior
Una coral utilizó la fachada como partitura y la interpretó en la calle

Así, la obra del artista José Cruz Novillo se convierte, por un lado, en un juego a través del que se pueden calcular datos estadísticos y, a la vez, en una suerte de partitura gigante de una composición decafónica no apta para daltónicos. Una vuelta de tuerca al diagrama decafónico con el que Cruz Novillo lleva experimentando hace tiempo. En este caso, la composición, que puede escucharse en la Red, se interpreta con un fagot.

"Es muy representativa de lo que hago desde hace años. Es una preocupación por trabajar con lenguajes que se perciben mediante lenguajes distintos. La sinestesia. Cosas que se leen como sonidos, que se perciben como formas", explica el autor de la decoración de la fachada.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Los plafones rectangulares representan números enteros y los cuadrados, decimales. Leído de arriba abajo y de izquierda a derecha, y aplicando el código número-color se pueden leer 58 diferentes estadísticas sobre la población española. Con la ayuda de un pequeño manual que se entrega en el mismo edificio puede interpretarse el lenguaje de su fachada. De hecho, hace unas semanas, una coral la utilizó como partitura y cantó su contenido en plena calle.

Y eso es lo que hay a primera vista. Pero, además, el nuevo edificio, que sólo conserva la estructura del anterior, es un ejemplo de arquitectura ecológica. César Ruiz-Larrea, de 58 años, lleva otros tantos predicando esta concepción, que empieza a arraigar, a imponerse forzosamente, entre la forma y la función sostenible arquitectónica. "El ser humano sólo aprovecha el 3% de la energía que produce, el resto se despilfarra. La energía es uno de los parámetros fundamentales en la arquitectura", asegura mientras pasea por las tripas de su obra.

Toda la fachada está cubierta con placas solares colocadas como pequeñas marquesinas que sobresalen varios centímetros de cada piso. El sistema de refrigeración funciona con las placas fotovoltaicas: la energía del sol termina por enfriar el agua que recorre los conductos instalados en cada piso y chorros de aire a presión se encargan de distribuir el frío por las estancias. "Además, el aire frío pesa más y baja. Es un sistema más racional que climatizar siempre por exceso con aire acondicionado y calefacción", explica Ruiz-Larrea, que es un apasionado del arquitecto catalán Salvador Coderch.

Las ventanas del edificio se pueden abrir y cerrar para no condenar a los trabajadores a climatizadores artificiales. Los cristales y la orientación del edificio, explica el autor, permiten jugar con la inercia térmica que los mismos inquilinos con sus cuerpos desprenden durante el tiempo en que ocupan las estancias. Todo el inmueble, incluyendo los sótanos, tiene luz natural.

La transformación del edificio ha liquidado la vieja y aparatosa tapia que daba a la calle de Estébanez Calderón. La obscena e infranqueable separación entre la institución y los ciudadanos se ha sustituido ahora por una mampara transparente que casi invita al transeúnte a pasar a mirar el jardín de hierbas aromáticas de la entrada.

Con el 1% del coste de las obras, que por ley se destina a Patrimonio, se organizó un concurso para diseñar 12 obras de arte que irían integradas en el edificio. Así, desde la cafetería a las estancias nobles, pueden encontrarse cuadros, instalaciones lumínicas o una hiedra-móvil con hojas de papel de aristas como Carlos Coronas, David Rodríguez o Curro Ulzurrum.

Ruiz-Larrea es autor de proyectos como el conservatorio de música de Almería (Almería, 1985), el Parque Etnográfico en Pirámides de Güímar (islas Canarias, 1994-97), la sede del Centro Nacional de Energías Renovables en Sarriguren (Navarra) y el edificio de Sogecable, en Tres Cantos.

Fachada actual del INE en la Castellana.
Fachada actual del INE en la Castellana.JOSÉ S. GUTIÉRREZ
El edificio del INE antes de que se acometiera su rehabilitación.
El edificio del INE antes de que se acometiera su rehabilitación.EFE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_