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Columna
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¿Un 'gin tonic'?

Ya no se lleva beber como hombres. Es decir, ya no se lleva que los hombres beban como hombres. Se está produciendo una clara feminización en la forma de tomar copas en Madrid. La fórmula tradicionalmente masculina de ingerir alcohol consistía, en primer lugar, en tragar mucho. Tanto la abultada masa corporal de los chicos en comparación con la de las mujeres como la necesidad de demostrar su aguante etílico llevaba a los más machotes a consumir cantidades ingentes de alcohol. Solo así se lograba el efecto deseado en la sangre y entre los amigos y las amigas. La otra característica definitoria del estilo masculino de beber era la clase de destilado. El whisky y el ron han sido los licores más demandados por los jóvenes madrileños en las últimas dos décadas. El alcohol blanco, sin embargo, era preferido por las chicas, quienes acompañaban sus refrescos de vodka o ginebra.

La Coca-Cola y demás refrescos solo ensucian el vaso y rememoran un tiempo infantil

Ahora todo ha cambiado. Excepto en los adolescentes (y preadolescentes), quienes aún buscan desaforadamente las consecuencias del alcohol sin reparar en su calidad ni en el placer de ingerirlo, los treintañeros (años arriba, años abajo) están redescubriendo el deleite de tomarse una copa. Una. Quizá dos. A estas edades ya existen unas vulnerabilidades físicas y unas responsabilidades laborales, e incluso familiares, disuasorias del exceso. Los desfogues ni siquiera suceden necesariamente los fines de semana ni de madrugada. En Madrid están proliferando las coctelerías, los locales afterwork donde tomarse un trago tranquilamente entre semana, paladeando los sorbos y las conversaciones. Y ese algo es un gin tonic.

Madrid vive una fiebre de tónica con ginebra sin precedentes. La moda se desató el verano pasado, pero estos meses está llegando a su máximo esplendor. Chicos y chicas se acodan en las barras para pedir sistemáticamente gin tonics en bares que han comprendido esta nueva modalidad de beber mucho más pausada y madura, más glamurosa. Numerosos garitos de la ciudad han incorporado sofás y han bajado la música para propiciar las charlas. Pero, sobre todo, han pasado de contar con ocho clases de ginebra a ofertar por lo menos 20, además de varias clases de tónica, en una carta delicadamente impresa. El Diez, en Torrelodones, es el bar de la Comunidad con mayor número de ginebras, 162. En Madrid este año incluso abrió The Gin Room, un bar dedicado al gin tonic.

La proliferación de ginebras premium, con una destilación más artesanal, ha convertido a este combinado en una bebida con clase. Los treintañeros ya no toman tantas copas, así que ya no hay razón para temer la resaca vengativa del alcohol blanco. La Coca-Cola y demás refrescos solo ensucian el vaso y rememoran un tiempo infantil o adolescente de mezclas dulces y tintadas. Nada puede competir con la sofisticación y la elegancia de un cáliz transparente estremeciéndose en burbujas y aderezado con un detalle de aromatizado color.

La moda del gin tonic no solo se constata en cualquier bar de la capital (muchos de ellos incluso organizan catas), sino que el pasado Madrid Fusión tuvo una dedicación especial a este cóctel. Páginas web y blogs de atención exclusiva al gin tonic como theginblog.es o gintonicmadrid.com, así como el crecimiento de videocatas (más de 20 en planetahedonista.com) reflejan el auge de esta bebida incolora.

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Poco a poco los consumidores madrileños van experimentando y convirtiéndose en sibaritas. Según los expertos, el gin tonic debe verterse en vaso de sidra (mejor que de balón), la ginebra hay que servirla a cinco grados y la tónica a uno y medio sobre un lecho de siete cubitos de hielo pequeños. La rodaja de limón o incluso la de pepino han quedado obsoletas. Ahora son mucho más sofisticados los retoques: fresas, albahaca, regaliz, manzana, maracuyá, uvas, pétalos de rosa (comestibles), nuez moscada, granos de café en suspensión e incluso algas y plancton.

Johann Jacob Schweppe, el inventor de la tónica, vivía en Ginebra. Quizá esta combinación de factores impulsó a un alto general inglés a juntar el agua carbonatada (con la que se combatía el paludismo) y el gin durante el receso de una batalla en la India. Con el tiempo los británicos perdieron su colonia. Ciento cincuenta años después de aquella lucha y a 10.000 kilómetros de distancia; hoy, en Madrid, el gin tonic triunfa.

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