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Reportaje:SI LOS EDIFICIOS HABLASEN

El 'gondolero' que limpia cristales

La Puerta de Europa se eleva hasta los 115 metros en el norte de la capital

Patricia Gosálvez

No es el mejor momento para pensar que la góndola tiene el tamaño de un ataúd. Estamos colgados a 115 metros del suelo, sobre la azotea de la Puerta de Europa II, la torre KIO de la derecha, la de Realia. Los dos enormes brazos metálicos que sujetan la góndola (en el argot, una cesta de dos metros por 60 centímetros) se mueven hacia delante, alejándola del edificio con un suave balanceo, hasta dejarnos suspendidos sobre el vacío. Glups. Román Cuadrado, el gondolero, ni se inmuta. Lleva siete años (tiene 33) descolgándose por esta fachada. Abajo, la plaza de Castilla parece un hervidero de hormigas y coches de juguete. "Es la góndola más segura en la que he trabajado", dice, "mira, puedes dar botes y casi ni se mueve". Glups, glups.

Álex de la Iglesia eligió las torres para situar el final de 'El día de la bestia'

De abril a noviembre Román limpia la fachada a jornada completa. En seis meses, contando con la ayuda esporádica de un compañero, le da tiempo a hacer cinco caras: una vuelta y un repaso a la fachada este, la que más se ensucia por su inclinación de 15 grados. Le pasa la raqueta a unos 9.000 cristales. Las 27 plantas se ensucian sobre todo por la polución, las cagadas de los pájaros y los restos de las presas de los halcones. Los ha visto posarse muchas veces a su lado, devorando palomas sobre las franjas rojas del edificio. Tampoco se inmuta: "Ellos van a lo suyo, yo a lo mío".

Lo suyo es pasar las horas colgado a la intemperie con hasta 40 grados al sol, gafas de esquí para que el reflejo de los cristales no le queme los ojos y sin poder bajar para hacer pis. Y le encanta: "Me apasionan las alturas, limpiar es aburrido, esto le pone emoción". Desde lo alto ha visto "cambiar la ciudad". Lo último en aparecer: el obelisco del centro de la plaza. Años atrás la Puerta de Europa fue el primer intento de dignificar este eje madrileño. Empezó a construirse en 1989, pero no se terminó hasta 1996.

Entremedias, uno de los mayores escándalos de la cultura del pelotazo: Javier de la Rosa, Los Albertos, los kuwaitíes estafados... De todo aquello queda el sobrenombre "torres KIO" que se le da a la Puerta de Europa y la irónica mirada de Álex de la Iglesia, que en El día de la bestia eligió las torres aún sin terminar, era 1995, como el lugar para que naciese el Anticristo.

En realidad, el símbolo satánico salió de una gráfica del artista ruso Alexander Rodchenko, que inspiró a Philip Johnson a la hora de proyectar los primeros rascacielos inclinados del mundo. El anciano arquitecto (murió en 2005 a los 98) fue el primer ganador del Premio Priztker (una especie de Nobel de la Arquitectura) y a lo largo de su carrera le dio tiempo a catar estilos de lo más variopintos. Fue discípulo de Mies van der Rohe (con quien tuvo sonadas peleas) y su obra, criticada en muchos momentos, tiene hitos como la Casa de Cristal o el polémico edificio AT&T de Nueva York. En su última visita a la Puerta de Europa en 1996, el eterno enfant terrible de la arquitectura dijo: "Hay que acabar con el ángulo recto si no nos queremos morir del aburrimiento". Y también: "El rascacielos se ha acabado, podemos olvidarlo".

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"Ésta no es una obra de arquitectura, sino de ingeniería, de cálculo de estructuras", explica Ignacio Alonso, jefe de oficinas de Realia. Se ocupa de que todo funcione correctamente y de velar por las 1.200 personas que trabajan en el edificio. Bajo su responsabilidad están todos los espacios comunes, como los ascensores. Una curiosidad: dada la inclinación, hay dos grupos de elevadores, el primero sube hasta la planta 13, donde hay que tomar otro para llegar hasta último piso. "Pero lo más complicado es sin duda la limpieza de la fachada", admite Alonso. Allí pasa medio año Román, a solas con un walkie-talkie, una radio, un bocata y dos botellas de agua, "una congelada para ir mezclando". Cuando para en las alturas para comer, no se sienta en el suelo de la cesta: "Si la gente no me ve, se preocupa. Todo el mundo está muy pendiente de mí". Su góndola -que costó 150 millones de pesetas y fue expresamente diseñada para el edificio- se mueve muy despacio. Tardaría una hora en llegar al suelo, pero, por si acaso, Román lleva todas sus herramientas atadas "porque una raqueta limpiacristales podría matar a alguien si cayese desde tan alto". Según él, la dificultad de su tarea no es el vértigo ni la soledad: "Mi gran preocupación es no mojar a los de abajo". Esas hormigas que pululan nerviosas a tantos metros de las nubes.

Román Cuadrado, subido a la <i>góndola</i> desde la que limpia los cristales de los edificios Puerta de Europa.
Román Cuadrado, subido a la góndola desde la que limpia los cristales de los edificios Puerta de Europa.CRISTÓBAL MANUEL

Puerta de Europa

- Autores. Philip Johnson y John Burgee.

- Obra. 1989 - 1996

- Estilo. Deconstructivista.

- Ubicación. Plaza de Castilla.

- Función original

y actual. Oficinas.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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