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Columna
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¿Qué han visto los espías?

Lo visible es sólo un ejemplo de lo real, decía el pintor Paul Klee, y Juan Urbano pensó que a los políticos del Partido Popular les gustaría leernos ese verso añadiéndole un par de íes, para que dijese que lo invisible no es más que un ejemplo de lo irreal, de manera que por qué alarmarse tanto con la trama de espionaje de la Comunidad de Madrid, si todo eso que estaba oculto en realidad no pasó, o si pasó es mejor no hacer preguntas, o si se hacen preguntas que nadie espere una respuesta que signifique que alguien va a asumir alguna responsabilidad... Etcétera. Lo que al parecer ha sucedido en el Gobierno regional es tremendo, porque habla de vigilancias ilegales y grupos parapoliciales que investigan a altos cargos y cobran su trabajo con dinero público. Pero el verdadero problema no es tanto quiénes investigaban, sino qué. Ese qué es escandaloso, porque de lo que estamos hablando es de corrupción, de enriquecimiento ilícito, de contratos fraudulentos, de abuso de poder, de negocios oscuros... Estamos hablando de una trama delictiva que, según ha confesado la presidenta Esperanza Aguirre, lleva mucho tiempo en marcha y era conocida por el líder de su partido.

Esperanza Aguirre lanza otro puñal a su enemigo público número uno, el alcalde de Madrid
Hay quienes a base de considerar tontos a los demás se vuelven ellos mismos grotescos

Aguirre dice que el caso no nace en 2008, sino en 2006, y que en mayo de 2008, tras las elecciones generales, "hubo una conversación" entre el vicepresidente regional, Ignacio González, y el presidente del PP, Mariano Rajoy, en la que aquél "se quejaba de que se diera pábulo a algunos dossieres que se hacían contra él". Es decir, que si ella cae, lo hará con Rajoy atado a la cintura. En cualquier caso, a Juan Urbano eso le parecía muy poco importante, como suele ocurrirle cada vez que se habla de estos asuntos en los que la política se pone delante sólo para estorbar, para servir de coartada, cuando en realidad sólo es la tapadera de algo peor, más viscoso y más preocupante. "La verdad", dice Aguirre, que intenta ponerse en el papel de víctima, "es que todas las redacciones de los medios de comunicación tienen miles de dossieres contra Ignacio González porque políticamente quieren atacarme a mí". Qué más da eso, sin embargo, lo que importa es si esos dossieres dicen la verdad.

Para redondear la careta, Aguirre afirma que "los informes de Lapuerta", el que fuera tesorero del PP en la época de José María Aznar, no eran "comprometedores", y remata la faena diciendo que si en el año 2006 no se acudió a la fiscalía de Madrid, como sí se ha hecho ahora para denunciar la trama de espionaje contra su vicepresidente, fue porque "no había indicios de nada incorrecto". ¿Será, entonces, que a ella el mismo hecho de espiar a un cargo público no le parece "incorrecto"? Qué disparate. Eso sí, después de amenazar a Rajoy con tirar de la manta, envolverlo en ella y arrojarlo a los pies de los leones, que da la sensación de que es justo lo que ha hecho, Aguirre lanza otro puñal a su enemigo número uno, el alcalde de Madrid, y dice que "quien sí ha creado una unidad parapolicial al margen de la Policía Municipal es el Ayuntamiento de Madrid y ya le ha preguntado la oposición y tendrá que contestar a esa pregunta". Cuando le preguntaron si la Comunidad de Madrid iba a investigar qué es esa unidad y a disolverla, respondió: "Me está dando usted una idea, yo creo que será la Asamblea de Madrid, como Parlamento autonómico, la que haga las preguntas que corresponda. Habrá que aclararlo, yo creo que Alberto Ruiz-Gallardón tendrá que aclarar esa cuestión", dice, acabando con un pareado que más bien parece un emparedado, Rajoy arriba, Ruiz-Gallardón debajo y ella en medio. O quizás el que esté en medio sea el propio Rajoy; o tal vez sea Ruiz-Gallardón; o tal vez... Como decía Woody Allen: aquella noche, el conde de Sandwich logró colocar una rebanada de pan entre dos lonchas de queso: aún estaba lejos de perfeccionar su invento.

Menos mal que ha salido a la palestra el delegado de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid para solucionar el asunto con la sinceridad que le caracteriza, asegurando que "no hay ninguna oficina parapolicial" en la capital y que el policía municipal de la capital identificado por el servicio de seguridad de la Asamblea cuando hacía fotografías del Parlamento regional no estaba tomando imágenes de los políticos presentes que entraban y salían del edificio, sino de la nevada que había caído aquel día. Hay quienes a base de considerar tontos a los demás se vuelven ellos mismos grotescos, ¿no creen?

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Juan Urbano se fue a trabajar con la impresión de que lo seguían, pero sin duda era una paranoia suya. En Madrid, como todo el mundo sabe, no ocurren esas cosas. ¿O sí? ¿O no?

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