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La huida de un enfermo mental acaba con su muerte a tiros

Un guardia civil disparó contra el hombre, que al volante de un coche intentó atropellar a otro agente

Más de 60 kilómetros dando volantazos, quemando neumáticos y echando a los coches de la carretera. Incluso dejó a cuatro guardias civiles heridos. Hasta que un agente, de cuatro tiros, acabó con la huida de Ricardo H. C., 38 años, conocido en su pueblo, Cadalso de los Vidrios, como Richi. Ocurrió en la madrugada de ayer en Villamanta.

A Richi le gustaba conducir. Su coche, un Renault Laguna gris, era su gran pasión. Cuando tomaba la medicación, cuentan en Cadalso sus familiares y amigos, sólo era eso, un loco del volante. Pero cuando abandonaba su tratamiento para el trastorno bipolar que padecía (lo que antiguamente se conocía como psicosis maniaco-depresiva), Richi se convertía en un conductor temerario: era el momento de los derrapes y los trompos en medio del pueblo.

Hacía varias semanas que Richi no se medicaba, cuentan. Estaba nervioso y no paraba, relata un conocido suyo, de pedir dinero para gasolina. El sábado, en Ávila, se había saltado un control de la Guardia Civil. Paró y les enseñó una placa falsa de policía. Luego salió disparado. "Sabíamos que algo así iba a pasar antes o después. Richi no estaba bien. Cometía muchas locuras", explicaba un amigo suyo en un bar frente al Ayuntamiento.

La mañana del domingo ocurrió lo mismo, pero fue detenido en Sotillo de la Adrada (Ávila) por saltarse otro control de tráfico. Se le acusó de conducción temeraria y de atentado contra la autoridad. Tras ser puesto a disposición judicial, quedó en libertad. Ninguno de estos delitos es considerado grave.

La tarde del domingo casi chocó de frente con un vecino de Cadalso que iba con su hijo. El conductor tuvo que salirse de la carretera para no colisionar. En ese momento comenzó un periplo que acabó con su vida. "Se acercó a mí y me pidió seis euros, pero le dije que no tenía nada. Me pidió que le acompañara, pero le vi tan mal que no quise. Sabía que no podía ocurrir nada bueno", comenta un tercer cliente del bar.

La persecución comenzó a las 23.30 del domingo en La Adrada, un municipio que está a 60 kilómetros de donde murió. Una patrulla de la Guardia Civil intentó pararlo para denunciarle porque llevaba los faros antiniebla encendidos. Cuando se detuvo, dijo que era policía y se marchó a toda velocidad. Los agentes pasaron la matrícula a la central de comunicaciones y vieron en la base de datos que constaban varias denuncias contra ese conductor. Avisaron a las provincias de Toledo y Madrid.

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Ricardo H. C., lejos de parar, inició una veloz huida que fue seguida de cerca por la Guardia Civil. Instantes después de saltarse el control de La Adrada, sacó de la carretera el coche de una mujer que viajaba con su madre.La mujer llamó al 112 y relató lo que le acaba de suceder. Sufrió un ataque de ansiedad por el que tuvo que ser hospitalizada. Los guardias civiles colocaron coches en todos los cruces a la espera de que pasara y pudieran detenerlo. Nada más lejos de la realidad.

Cuando entró en Navas del Rey, dos agentes le pusieron las luces azules y la sirena. Ricardo hizo caso omiso y continuó por la M-501.

Instantes después se sumó una patrulla del puesto de Villa del Prado que le localizó ya en la M-507. Cuando se pusieron a su lado Ricardo logró echarles de la carretera. El vehículo policial, un todoterreno Nissan Terrano, dio varias vueltas de campana y resultó muy dañado: siniestro total. Los agentes sufrieron magulladuras y golpes por todo el cuerpo de carácter leve.

La situación hizo que se sumaran más patrullas de puestos próximos, como Navalcarnero, y algunas policías locales. Llegaron a perseguirles a toda velocidad hasta ocho coches de la Guardia Civil, según fuentes de la investigación. Durante 10 kilómetros, Ricardo no paró de arrojar objetos por la ventanilla: discos, el ambientador, lo que iba encontrando por el coche.

Los guardias cruzaron dos todoterrenos a la altura del kilómetro 6.300 de la M-507, tras pasar una rotonda y una gasolinera. Pero Ricardo no tenía intención de ser detenido. O eso parecía. Frenó en seco. Los agentes que le seguían se bajaron del coche e intentaron arrestarlo. En ese momento, Richi echó marcha atrás y lesionó a un guardia tras apresarle entre su coche y el de patrulla. Metió primera, mientras el herido quedó semicaído delante del coche oficial. Su compañero intentó romper la ventanilla con la culata de la pistola, según el instituto armado. No lo consiguió y se produjo una fisura en un dedo meñique.

Entonces Ricardo intentó meter la marcha atrás para golpear de nuevo al agente que estaba en el suelo. El compañero le disparó hasta en cuatro ocasiones, según fuentes del instituto armado. El vecino de Cadalso murió en el acto. Así terminaban 60 kilómetros de persecución. El agente herido sufrió lesiones leves en ambas piernas. El que disparó pertenece al puesto de Navalcarnero. La Guardia Civil ha abierto una investigación interna -"un procedimiento rutinario", según fuentes del cuerpo-, paralela a la instrucción judicial.

La noticia de esta muerte violenta era la comidilla de Cadalso. La ex esposa de Ricardo, visiblemente afectada, no quiso hablar. Richi, que se había divorciado hace unos años, tenía una hija de 10 años. Carecía de trabajo y un familiar le estaba gestionando una pensión por su enfermedad mental.

Desde hacía semanas no se tomaba la medicación. Algunos conocidos dejaron de verle. "Un día soltó las manos del volante y gritó 'Me cago en Dios'. Me dio pánico. Como vi que no estaba bien, dejé de verle", comentó su cuñada, Pilar Álvarez, que añadió que Ricardo nunca tomaba alcohol o drogas y que era muy cariñoso, en especial con su hija. Cuando cumplió los 38 años, el pasado 25 de mayo, lo celebró con una parrillada en su casa. Tenía antecedentes por conducción temeraria, consumo de drogas y usurpación de identidad, así como una requisitoria judicial, según la Guardia Civil.

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