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Reportaje:

La musa vive en el Polo

Una muestra exhibe las obras de pintores, escultores y fotógrafos realizadas durante un viaje al Ártico

Montar una comuna de artistas en pleno Círculo Polar Ártico parece una idea, como mínimo, insólita. Pero a David Buckland, autor del proyecto, no le costó encontrar socios. Se unieron desde el novelista Ian McEwan a los escultores Antony Gormley y Rachel Whiteread. Los embarcó junto a varios oceanógrafos en Noruega y enfilaron hacia el norte. Hasta llegar a la isla de Spitsbergen, un lugar inhóspito. Las expediciones comenzaron en 2003 y ya van siete.

Quizá más de uno se arrepintió cuando el barco, una goleta centenaria, quedó atrapada en el hielo. O cuando las temperaturas descendieron a 35 grados bajo cero. Todos, sin embargo, quedaron seducidos por aquel paraje hermoso y amenazador. Tal fue la fascinación que el plan de Buckland dio sus frutos. La experiencia inspiró nuevas creaciones a los 15 artistas. Como recubrir el esqueleto de una ballena con pequeños cristales, o proyectar fragmentos de texto en la inmensa pared de un glaciar. Algunas de esas obras, junto a imágenes de otras, se reúnen ahora en la muestra Cape Farewell. Arte climático (www.capefarewell.com), instalada en la Fundación Canal, hasta el 24 de abril.

El propósito de la exposición, explicó Buckland durante la inauguración ayer, es poner en alerta sobre los efectos del cambio climático. Pero de una manera diferente a la de los científicos, que, según él, no llegan a la gente. "Los oceanógrafos dicen que el nivel del mar va a subir 10 metros en 60 años y que Londres se inundará. Y al final parece una película de terror", añadió Buckland. "El artista encuentra la escala humana de las cosas".

La osamenta cristalizada de la ballena preside la sala principal de la Fundación. Titulada Stranded (Varada), es obra de Heather Ackroyd y Dan Harvey. Tras obtener los permisos para conseguir los restos del animal, lo desollaron y cubrieron el esqueleto con una solución química. "Es una metáfora del valor de los animales extinguidos", señaló Buckland. "Hay textos del siglo XVIII que dicen que las bahías de la isla se podían cruzar saltando de ballena en ballena". En la misma sala, una pantalla de vídeo muestra la estruendosa caída de una mole de hielo en el mar. Se trata del pedazo de un iceberg que había quedado varado cerca de la embarcación.

La muestra consiste en una veintena de creaciones que van desde la instalación de sonido a la danza. Las reflexiones de McEwan sobre el cambio climático pueblan las paredes. Unos bloques de hielo protagonizan las fotos del arquitecto Peter Clegg. Equivalen a un kilo de CO2. Tienen forma de ataúd y evocan la destrucción de la naturaleza que provocan los gases contaminantes, añade Buckland. El escultor sonoro Max Eastley, colega del cineasta Peter Greenaway, ha diseñado una instalación que combina el ruido captado en el Ártico con el de un carillón de cristal que reacciona al movimiento de los visitantes de la sala. Como los que se vuelven para observar las enigmáticas imágenes digitales de Nick Edwards. Una de ellas, Fata Morgana, alude al fenómeno óptico por las islas e icebergs parecen levitar sobre el mar. La quietud de la escena es hipnótica. La fauna de ese entorno también puede desaparecer. Ese temor nutre la coreografía de Siobhan Davies. Su vídeo muestra a una bailarina vestida con unas varillas que se multiplican y la paralizan. "Es una forma de vida que se acaba", explica Buckland. Queda claro que el Polo es una fuente de inspiración inagotable.

Cape farewell. Arte climático. Fundación Canal. Mateo Inurria, 2. Hasta el 24 de abril, www.fundacioncanal.com

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