Un negocio compartido

El Atlético tendría que compartir los 120 millones de beneficio. Martinsa y Andria, dos inmobiliarias, y Caja Madrid entraron hace más de dos años en el capital de la empresa que ostenta la propiedad del Vicente Calderón, División Inmobiliaria. Entonces tomaron una participación del 15% por 33 millones.

Su interés en el estadio es nuevo. El de los responsables del Atlético en venderlo, no. Viene de lejos, casi desde que Jesús Gil ganó, en 1987, las últimas elecciones a la presidencia del cuadro rojiblanco a las que concurrió antes de convertirse en su accionista principal. A mediados de abril de 1989, el dirigente inició las negociaciones con Fernando Andrés, director de Deportes de la Comunidad de Madrid. Entonces no se evaluó el coste económico del traslado a La Peineta, estadio que aún no existía.

Gil, que por entonces mostró a este periódico su "profunda ilusión" en el proyecto, ya se había fijado en el barrio de Canillejas como futuro hogar del equipo. El mandatario fue claro: "Se trata de salir del Calderón, que nunca ha sido rentable, entre otras cosas por su mala ubicación".

Según aseveró Gil, con un estadio nuevo "el Atlético podría recuperar su identidad y disponer de unas instalaciones adecuadas para los entrenamientos de sus equipos, no sólo el de fútbol". Han pasado casi 20 años y la entidad ya no cuenta con secciones de balonmano, fútbol sala y baloncesto. Madrid tampoco celebrará los Juegos de 2012. La Peineta, con las obras de ampliación paralizadas, sigue esperando un graderío para 70.000 espectadores.

La muerte de Gil, a mediados de 2004, no afectó al plan original. Su hijo Miguel Ángel continuó la carrera. El consejero delegado y máximo accionista del Atlético decía, hace tres años, que contaba con un campo de tres hectáreas que se usa cuatro horas al mes". "Si podemos cambiarlo y ofrecer 365 días de servicio, mucho mejor (...) La Peineta tiene mejores accesos y mayor aforo, está adaptado a los discapacitados...".