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Una noche a la caza de 'el regalo'

Recorrido por la velada cultural guiados por el tema central de esta cuarta edición

Patricia Gosálvez

30.000 globos de helio y poesía

Plaza Mayor

Plaza Mayor, 20.55. Hora de armarse de paciencia. Las señoras afilan los codos. La Noche en Blanco arranca con el lanzamiento de un montón de globos. A en punto, se empezarán a repartir hasta 30.000. Sergio, 17 años, sobrino del dueño de la empresa Airland, hinchará y regalará unos 1.000 en un rincón de la plaza. "La gente me pregunta de qué va esto, y les digo que información, allí", dice señalando la oficina de turismo. Dan las nueve, una avalancha se lanza sobre el muchacho para conseguir un globo impreso con el verso de Benjamín Prado: "Muchos creen que esto es sólo la primera parte, pero nadie sabe de qué". Los codos cumplen su función y el pobre Sergio intenta aplacar a las señoras. Pocas excusas necesitan los madrileños para lanzarse a la calle, y el tema central de esta Noche en Blanco fue el regalo, la excusa perfecta.

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Chaquetones, buen calzado y mucha marcha

Hace unos días, durante la presentación del evento, el comisario, Rafael Doctor, avisó: "Este año todo tiene un carácter experimental, no sé qué puede salir". También dijo que en este "año extraño, cualquier gasto cultural podía parecer un despilfarro". Todo incluido, de las banderolas al sueldo de los seguratas, la Noche en Blanco ha costado 840.000 euros (en obra, se han gastado 300.000). Bastante menos de los 1,4 millones que se gastaron el año pasado, y eso que anoche tuvieron lugar 196 actividades, un 15% más que en 2008.

La cuenta sólo sale echándole imaginación. En vez de macroconciertos como el de Almodóvar, este año la música la pusieron 20 bandas de pueblo que recorrieron el centro animando las tediosas esperas de las colas. En vez de megaobras como la foto de la luna gong de Chema Madoz que cubría todo un edificio, 120 artistas sentados en distintas plazas se dedicaron a regalar dibujitos a boli en cuartillas de papel. Incluso lo más espectacular, el burro de 14 metros de Fernando Sánchez Castillo en Atocha, es una obra de humilde chapa. La Noche puso a prueba la gran pregunta en tiempos de crisis: ¿Puede menos ser más?

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Vista general de la Gran Vía atestada de gente en la Noche en Blanco.
Vista general de la Gran Vía atestada de gente en la Noche en Blanco.SANTI BURGOS
Pantallas y la multitud en la plaza de Cibeles.
Pantallas y la multitud en la plaza de Cibeles.SANTI BURGOS
La Plaza Mayor con los poemas voladores en los globos de helio.
La Plaza Mayor con los poemas voladores en los globos de helio.SANTI BURGOS

Trueque de ropa y sangre

Matadero de Madrid

La instalación para donar sangre en Matadero (un lugar muy apropiado) consiste en una plataforma con camilla y barra de sushi. El problema es que la plataforma gira y marea. Por eso anoche se colocó un autobús de donación al uso. La periodista intenta donar, pero la enfermera recomienda no hacer excesos tras la extracción, y queda mucha noche por delante. Mejor suerte hubo en el Trueque Adelita, donde por una camiseta rosa usada, conseguimos otra camiseta rosa usada. "Esto es un guirigay", dijo Carmen, "de la edad de Nuria Espert", que pretendía ver gratis La Casa de Bernarda Alba. Se conformó con el coloquio.

Terapia con un boli

Plaza de las Descalzas

Unas 25 personas hacen fila frente al tenderete. Esperada la cola, de la concepción a la obra final no pasan más de cinco minutos. Va así: te sientas frente a Aitor Saraiba y pides un deseo. "Es para un reportaje así que pediré algo impersonal..." "Bah, todos los periodistas igual, pide algo para ti, hija", contesta Saraiba con tanta cercanía que es imposible negarse. "Vale: quiero un bebé". El artista se interesa por los obstáculos y va dibujando. El resultado es monísimo, pero tiene trampa. "Se lo tienes que dar a tu novio". Vaya, un regalo menos. A no ser que, efectivamente, funcione.

Obras, gente y luces

Gran Vía

En Cortilandia los golpes de The Tupper Orchestra sobre fiambreras sustituyen los ruidos diurnos de las obras. En Callao la gente pasea a sus anchas. Los niños escalan los escombros y los adolescentes beben cerveza sobre los ladrillos. Un río de gente baja por la Gran Vía sutilmente iluminada para la ocasión (el Capitol se tiñe de rosa, Telefónica de amarillo). Pasa la banda de Alcalá de Henares tocando un pasodoble y anima el cotarro. Parece que hay menos gente que el año pasado, pero es pronto. En Montera, la gente se apiña en un tenderete. ¿Qué hay aquí? "Repartimos folletos del Camino de Santiago, pero como son gratis..."

Hipnosis en masa

Plaza Vázquez de Mella

Se supone que cinco artistas recorren Chueca haciendo top art manta, performances que duran 10 minutos y luego cambian de lugar. Pero no hay forma de encontrarlos.

Los chinos que venden latas de bebida están mejor posicionados (o son más) y afirman que esta noche el negocio es bueno.

En la plaza Vazquez de Mella el hipnotizador Arthur Roshwan le dice a dos centenares de personas que los párpados les pesan. De entre la multitud sólo cinco o seis levantan la mano cuando pregunta si los pueden abrir.

Street dance', literalmente

Cibeles, Neptuno y Murillo

"¡Amazing!", que diría Rafa, el profesor de la televisiva escuela Fama, a bailar si viese la que se ha montado en Cibeles. Decenas de personas siguen (como pueden) los pasos de baile de dos monitores funky que dan órdenes desde una pantalla gigante. "Lo importante no es cómo bailen sino que lo bailen", dice Lorena de Antonio una estudiante de danza que participa como voluntaria en la acción. En la plaza de Murillo la gente se parte haciendo ballet clásico. Y, en Neptuno, agitan como locos pañuelos de colores al ritmo de Bollywood. Hasta que pasa la orquesta de Chinchón tocando Amparito Roca y vence el pasodoble.

La clínica de las plantas

Jadín Botánico

"Se nota que les ha menguado el presupuesto, esto es el timo del siglo", dice María Antonia Martínez a la salida del Jardín Botánico, donde ha esperado 20 minutos de cola. Las bolsas de suero verde que iluminan el pasillo central del parque tampoco satisfacen a Carmen y Bárbara, vecinas de Vallecas que venían a ver los árboles (está demasiado oscuro). "Está espectacular", dice sin embargo una pareja argentina. La interpretación más genial es de Ana, 9 años: "Han metido en bolsitas el puré vomitivo del colegio". Prefiere no dar su apellido, para que no la reconozcan los profesores.

Estocada final en el corazón

Calle Huertas

Se supone que las farolas de Huertas iban a estar tocadas de tulipas verdes (como las que sí hay en el paseo del Prado). Pero no. Tampoco hay ni rastro de los duelos de esgrima que promete el folleto. Mala suerte. Pasa un asturiano con unos globos atados a un cordel larguísimo (supera con creces los edificios). Asegura que la gente compite en la Plaza Mayor a ver quien logra el cordel más largo. Sorpresas del arte vivencial. La cuenta de regalos es parca (globo, camiseta, dibujo, mapa del Camino de Santiago, y saber lo que es un plié). No ha sido espectacular, pero sí divertido.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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