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Los problemas de la sanidad

Una octogenaria pasa seis días en los pasillos de urgencias de La Paz

La familia presentó tres reclamaciones, que fueron desestimadas por el centro

Pilar Álvarez

Los enormes ojos azules de Silveria Alonso, de 87 años, brillan como si fuera una muchacha. Su mirada y su lucidez le hacen parecer joven, a pesar de la melena cana y el cuerpo menudo de sólo 35 kilos. Su figura se pierde entre las sábanas. Ha pasado los últimos ocho días, con sus noches, en las urgencias del hospital público La Paz. Seis de ellos, en un pasillo junto a otros enfermos, con su máscara de oxígeno (padece una enfermedad pulmonar), sin poder levantarse y sin intimidad. Teniendo que orinar en una cuña, y ser aseada en medio de la hilera de camas.

Y, como dice su hija Victoria en una de las tres reclamaciones que ha presentado, "sin merendar, porque en los pasillos ni siquiera les dan la merienda". Su paso por urgencias se alargó otros dos días en una habitación comunitaria, con dos filas de cuatro camas cada una y cinco personas más. Ayer recibió el alta. "No me quejo mucho", afirma, "pero ha sido duro".

"Ha sido muy incómodo", explica la anciana una vez fuera del hospital de La Paz sin un ápice de dramatismo. La mujer ingresó la primera noche en una sala comunitario. A partir de la segunda, la trasladaron al corredor, donde cuenta que permaneció pegada a la puerta de paso en la que cambiaban las camas, con un foco encendido frente a la cara y un tránsito continuo. "Por allí pasaban hasta las cajas de los muertos".

Cada vez que entraba un familiar a hacer una visita, un médico, un celador, un enfermero... allí estaba ella al otro lado. "Todo el mundo se fijaba en mí. Era desagradable, desagradable", repite. Se convirtió en una escena tan habitual que la mujer acabó explicando a las visitas de otros enfermos qué camino debían tomar para llegar a uno u otro lado. "Les dije a las enfermeras que tenían que contratarme por dar información a todo el mundo", añade.

No se levantó ni un día. La aseaban y hacía sus necesidades en una cuña. Responde rápida a la pregunta sobre el pudor. "¡Uy, si había dentro hasta hombres!... Hasta a las enfermeras les daba vergüenza tenerme allí en medio". Ayer por la tarde, un recorrido rápido por las urgencias de La Paz dejaba al descubierto otros pasillos con camas en fila, algunas vacías y el resto con enfermos alineados y a la vista de todos. Como otro anciano con un familiar que protestaba enérgico: "¡Esto es vergonzoso, tenían que venir aquí los políticos!".

Las hijas de Silveria presentaron tres reclamaciones durante su estancia para solicitar que la madre ingresara en una cama de planta. "Nos ofrecieron que, por el colapso de las urgencias, se le podría trasladar al hospital de Cantoblanco en donde ya estuvo el mes pasado y no le atendieron nada bien. Además, su centro es este", dice Victoria. "Nos negamos".

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Tratamiento ambulatorio

Aunque ya le han dado de alta, la anciana tendrá que tratarse con aerosoles en un ambulatorio durante cinco días. "Figúrate, como está mi madre y todos los días yendo y viniendo al ambulatorio", protestaba su hija. "La tendrían que haber dejado en el hospital, pero en condiciones". Victoria sabe de lo que habla. Trabaja en otro hospital público de la región. "Nadie se cree que en ocho días no se quede una cama libre para una anciana", protesta.

El calvario de Silveria Alonso empezó el pasado 20 de febrero. Esa noche, sufrió una súbita tiritona que comenzó cuando estaba en el baño. Le subió la fiebre en su casa de San Sebastián de los Reyes, donde reside con una de sus hijas. La familia la trasladó a las urgencias del hospital público que le corresponde, el de La Paz. Su insuficiencia respiratoria grave requiere el tratamiento con oxígeno. "Uno de los días que estuvo en el pasillo se le acabó la bombona y no se dieron ni cuenta", asegura Victoria.

Una portavoz de La Paz indicó ayer que ofrecieron otros tres hospitales a la familia (Cantoblanco, Cruz Roja y Carlos III) porque La Paz "está lleno y no quedan camas" y que las hijas de la octogenaria rechazaron las tres propuestas. La portavoz asegura que la anciana sólo pasó "momentos puntuales" en los pasillos de las urgencias y que la mayoría de su estancia transcurrió en la sala comunitaria donde ayer le dieron el alta.

Por la noche, de nuevo en San Sebastián de los Reyes, Silveria se sentía un poco mareada por el viaje de vuelta en la ambulancia pero contenta de estar por fin en casa. "No soy de las que me quejo, yo aguanto mucho... pero ha sido demasiado".

Silveria Alonso, en una sala comunitaria de las urgencias del hospital La Paz.
Silveria Alonso, en una sala comunitaria de las urgencias del hospital La Paz.J. S. G.

"No se fíe de la presidenta"

Silveria no es la primera paciente arrinconada en un pasillo de las urgencias madrileñas. Las imágenes de filas de camas ocupadas por enfermos sin intimidad se repiten, como las quejas sin respuesta de los sindicatos de la sanidad pública que rechazan que se trate de un fenómeno "puntual". El 10 de enero, en el hospital 12 de Octubre, una enfermera espetaba sorprendida a un paciente: "¿Intimidad? ¡Qué cosas tan raras pide usted!". Ese mismo día, un lector que había sufrido las mismas molestias describía en EL PAÍS en primera persona "el ruido incesante" de las puertas, las camillas, las visitas... En diciembre, un recorrido de este periódico por los cinco grandes hospitales -La Paz, Ramón y Cajal, Clínico, 12 de Octubre, Gregorio Marañón y Puerta de Hierro- y uno mediano -Móstoles- confirmaban lo que desde el Gobierno regional de Esperanza Aguirre niegan obstinadamente: las urgencias también son el pasillo.Ayer, la hija de Silveria se enfadó con un trabajador cuando dieron de alta a su madre sin que hubiera transcurrido ni un solo día en planta. "¿Este es el buen servicio que anuncia [Esperanza] Aguirre?". A un lado, otras dos ancianas en cama. Detrás, tres mujeres más con el cuerpo al aire, sin una sola cortina que aislara a unas de otras. "No, ya le digo yo que no, no debe fiarse de lo que dice la presidenta", respondió el empleado.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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