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Columna
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Yo quiero ser tan pobre como Aguirre

Pensó que a él también le encantaría no llegar al fin de mes al que no llegaba Esperanza Aguirre y vivir igual que quería hacerlo, según asegura en uno de sus poemas, el escritor Jaime Gil de Biedma, es decir, "como un noble arruinado, / entre las ruinas de mi inteligencia". El autor de Las personas del verbo era pariente de la presidenta de la Comunidad de Madrid porque uno no puede elegir a su familia; pero ahí se acaba su relación, hasta tal punto que a uno le da ganas de pensar que en este mundo no puede haber personas más distantes que aquellas a las que separa el mismo apellido, sobre todo cuando su ideología es contraria, y en este caso no hay la más ligera duda de que lo era. Pobre gran Jaime, cuyo Gil de Biedma ha pasado de la sección de Cultura de los periódicos a los titulares que hablan de la especulación inmobiliaria. Qué raro es el destino.

Juan Urbano estaba sentado en una cafetería de la calle de la Princesa y, mientras tomaba su desayuno leía el libro Esperanza Aguirre, la presidenta, escrito por Virginia Drake, en el que la dirigente del Partido Popular aseguraba que su sueldo era tan ajustado que, como ocurre en tantos hogares, cada día 25 se le quedaba el monedero más vacío que la cabeza de un neonazi: "No es que haga números a final de mes, ¡es que muchas veces no llego!", afirmaba. ¿Se trataba de una broma? Juan tenía la teoría de que los políticos deberían ser profesionales y ganar más dinero, porque tal vez de ese modo algunos no tendrían la tentación de robarlo; y por ir un poco más allá, puestos a reflexionar sobre el tema, siempre había creído que tanto la corrupción de algunos cargos públicos como el bajísimo perfil intelectual de muchos de ellos era una consecuencia de la famosa Ley de Incompatibilidades:

"Está más claro que el agua", solía decirse, hecho un John Locke, "si para poder ser ministro o alcalde tienes que dejar tu profesión y tus negocios, sólo querrán serlo los menos listos de cada clase, y nunca un buen profesional, empresario o lo que sea". Con esa idea, acabó su café y le dio otro vistazo al libro sobre Esperanza Aguirre y a lo que decían los diarios sobre el dinero que ganaba, que a él no le pareció que estuviera tan mal: 100.742,91 euros al año o, lo que es lo mismo, 8.395, 24 euros al mes. La verdad ése que él no ganaban una tercera parte de eso y conocía a muchísima gente que no llegaba ni a mileurista, con lo que llegó a la conclusión de que los apuros económicos de la Presidenta los firmaría más de medio país: si el día 25 no te queda dinero después de haber cobrado 8.400 euros es que las tres primeras semanas del mes te lo has pasado de cine. En el fondo, lo que había hecho Aguirre era cometer un agravio comparativo.

"El problema", ponderó Juan Urbano, mientras pagaba su cuenta y salía a la calle rumbo a su trabajo, "es que la distancia entre ciertos políticos y casi todos los ciudadanos es tan grande que no sólo es que los primeros no crean que su tarea consiste en servir a los segundos, sino que ni siquiera parecen vivir en el mismo planeta. Y esta vez esa distancia puede calcularse en euros, que es un sistema de medida infalible, porque pone a cada uno en su sitio, pero otras muchas veces se ve en la forma de hablar, de hacer brindis al sol o de hablarnos de la realidad como si no fuera la que cada uno de nosotros vive día a día, sino la que ellos quieren hacernos ver, como si el 90% de sus discursos se pudiera resumir con la célebre frase de J. C. Giraud: "Las palabras no tienen significado, únicamente tienen uso". Sólo que ellos no tienen tanta imaginación y a veces ocurre como ha ocurrido con las declaraciones de Esperanza Aguirre a su biógrafa, que cuando quieren ser graciosos sólo resultan cínicos. Y, si me apuran, hasta un punto ofensivos. Con esos pensamientos dándole vueltas a la cabeza, Juan Urbano pasó todo el día en su oficina y cuando por la tarde fue a un cajero automático a sacar algo de dinero para hacer la compra de la semana, se dio cuenta de que una vez más iba a tener que moderar sus gastos y apretarse el cinturón. "Pues mira lo que te voy a decir", pensó igual que si le hablara a Esperanza Aguirre, "te lo cambio ahora mismo y ya verás que bien llegó yo a fin de mes con tu nómina, por no hablar de tus propiedades y el resto de tus ingresos". Si es que hay personas que no valoran ni lo que ellas tienen ni lo que no tienen los demás.

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