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Reportaje:

Un restaurante bajo amenaza

El Ayuntamiento ordena demoler uno de los restaurantes argentinos más clásicos del barrio de Chueca

El restaurante argentino-uruguayo La Carreta (Barbieri, 10) cumplirá el próximo mes de octubre 20 años de existencia en el barrio de Chueca. Este emblemático local -uno de los restaurantes argentinos más antiguos de la capital- puede acabar sus días bajo la piqueta por orden del Ayuntamiento de Madrid y con 20 trabajadores en la calle. La Carreta ocupa dos fincas: los bajos del número 10 de la calle de Barbieri y los del 32 de la calle de San Marcos. Sobre este último inmueble pesa un expediente de la Gerencia Municipal de Urbanismo de ruina inminente y, por tanto, tendrá que ser derribado en los próximos meses, según confirman fuentes municipales. El edificio de San Marcos, de cinco plantas, fue desalojado hace un año y ahora presenta un aspecto fantasmal. Tan sólo el bullicio de La Carreta da vida al inmueble.

El futuro negro se avecina sobre 18 empleados, entre camareros, limpiadores y músicos

El 65% del restaurante pertenece al inmueble de San Marcos, 32, y, de producirse el derribo, el local, aunque mantendría los metros cuadrados que pertenecen al inmueble de la calle de Barbieri, quedaría inservible. "Sólo nos quedaría un espacio muy pequeño. Medio salón, la cocina y los baños quedan en la parte que va a ser demolida, y será imposible que el local vuelva a funcionar", alertan los empleados de La Carreta. A pesar de los informes municipales sobre la conveniencia de la demolición, los responsables de La Carreta solicitaron a varios arquitectos su opinión. Estos profesionales estiman que el edificio se podría consolidar para evitar así su demolición.

Además, el 27 de mayo del año pasado la Gerencia Municipal de Urbanismo informó favorablemente de que el inmueble de San Marcos, 32, se podía consolidar, acondicionar y restaurar sin necesidad de demolerlo.

"¿Por qué en mayo el Ayuntamiento dijo que no hacía falta tirar el edificio y meses después, en noviembre, dice que hay que demoler?", se pregunta Luis María Boari, encargado de las relaciones públicas de La Carreta.

"El edificio está muy mal y es necesario tirarlo. Hay que demolerlo obligatoriamente. Cuando se vuelva a levantar, el restaurante podrá recuperar la parte que ha perdido", explican fuentes municipales. Pero Boari no es tan optimista: "Cuando tiren el inmueble, el solar puede quedar vacío durante años", expresa, con preocupación.

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Además, hay otros dos problemas. Uno, que la comunidad de propietarios no hizo en su momento las obras requeridas por el Consistorio para consolidar el edificio y, dos, que el inmueble fue levantado con más volumen del permitido en la zona. El nuevo edificio tendrá que tener menos fondo y eso podría afectar a la parte del restaurante, que podría desaparecer.

Entre informes técnicos de unos y otros, se mueve el futuro de los 20 trabajadores de La Carreta, muchos de ellos de mediana edad. Víctor Alonso, un español de origen uruguayo, es el jefe de cocina de La Carreta. Este argentino de 62 años ha pasado los últimos 20 años de su vida entre los fogones del restaurante, un local pequeño y acogedor frecuentado por numerosos miembros de la farándula, por ciudadanos anónimos y por público gay que reside en el mismo barrio donde se ubica La Carreta: Chueca.

Ahora, Víctor, con el semblante preocupado, no sabe cómo va a afrontar el futuro que se le viene encima. Es consciente de que, a su edad, le va a costar bastante encontrar trabajo si finalmente el restaurante termina bajo la piqueta. Lo mismo le ocurre a Ricardo Sebastián Morales, un peruano de 53 años y que lleva 13 trabajando en la cocina de La Carreta. "Tengo dos hijos y varios nietos. Si me quedo en la calle, ¿quién va a querer contratar a un inmigrante que supera la cincuentena? Los encargados de restaurantes quieren a empleados más jóvenes", se queja Ricardo.

Este futuro negro se avecina también sobre otros 18 empleados, entre camareros, limpiadores y también los músicos que amenizan el local o un mago que actúa los domingos por la tarde.

Y también sobre la numerosa clientela que tendrá que dejar de frecuentar el local, recomendado en la mayoría de páginas web sobre ocio y guías de restaurantes. "Sólo queremos reivindicar nuestros derechos y nuestro modo de vida. Esperamos que la cordura y el sentido común puedan llevar a que desde el Ayuntamiento se revise nuestro caso", concluyen los empleados.

20 años de carne, tangos y famosos

La Carreta no tiene más de 15 mesas. Sin reserva, es bastante complicado encontrar hueco para probar algunas de sus especialidades. La carne a la parrilla, la pasta o la mousse de dulce de leche son algunas de las delicias que Víctor Alonso y el resto de empleados cocinan con esmero.

Su ambiente tranquilo, agradable y con poco ruido es lo que ha hecho que el local se haya convertido en uno de los restaurantes más emblemáticos del barrio de Chueca. Un jueves al mediodía, La Carreta mezlca en su salón, entre otros, a un escritor famoso, una reunión de empresarios argentinos y la charla de un matrimonio con sus dos hijos pequeños. Todo, bajo una luz tenue y un ambiente alejado del ruido del tráfico y las obras que llenan los alrededores.

El local está decorado con cientos de fotos de los famosos que alguna vez se han sentado en sus mesas: el juez Garzón, Caco Senante, Sara Montiel, Joaquín Sabina... Grupos musicales como Malevaje han utilizado alguna vez el ambiente relajado de La Carreta para hacerse fotos promocionales o para presentar sus discos. "Y todo, si nadie lo remedia, va a pasar a formar parte del recuerdo", dicen, con nostalgia, los empleados.

En cambio, la discoteca Polana, que pertenece a los responsables del restaurante y que también está en el número 10 de la calle de Barbieri, se va a salvar.Polana, uno de los locales indispensables en la ruta gay de Chueca, fue hace unos años una sala de espectáculos donde actuaban artistas flamencos y profesionales del tango. Ahora, la orden de demolición no le afecta. La suerte que ha tenido Polana es la que, de momento, le falta a La Carreta.

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