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Crítica:ROCK | Beady Eye
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los reyes del pastiche

"Yo también voy a superar el paso del tiempo", bramaba anoche en Beatles and Stones un Liam Gallagher de autoestima tan vigorosa como para equipararse con los dos mayores iconos de la música popular. Tiene su lógica: el pequeño de la familia es ahora el líder de un grupo de rock mientras su queridísimo hermano Noel anda en cuarentena. O algo parecido razonarán los cientos de psicoterapeutas fascinados con los recelos, envidias y zapatiestas que han caracterizado una relación fraternal tan entrañable.

A reventar se puso ayer La Riviera con motivo del debut español de Beady Eye, la nueva/vieja esperanza de ese rock tan británico como el meridiano de Greenwich o el Tottenham Hotspur. Ya lo habrán oído comentar estas semanas: nos hallamos ante la prolongación de Oasis en versión teóricamente descafeinada, tras la ruidosa deserción de Noel Gallagher en 2009.

Liberado del yugo familiar, Liam ejerce el liderazgo desde la insolencia, como siempre deseó. Luce chupa negra hasta el cuello, se encorva frente al micrófono, cruza las manos a la espalda y escupe un repertorio de cierto mérito, pero sobre el que pesa la sospecha de no haber asimilado una sola enseñanza tras 1968. Andy Bell y Gem Archer le escoltan con sus imperturbables gestos mustios. Sesenta y un minuto después, tras el mismo repertorio de todas las noches (los 13 temas del disco Different gear, still speeding y una versión de Sons of stage, de World of Twist), la exigua fiesta habrá terminado.

¿Molan Beady Eye? Sí, molan; pero distan de entusiasmar. Son fríos, lacónicos (Liam se limita a anunciar el título de los temas y nos dedica un sonoro "Fuck you!" tras interpretar Three ring circus) y, sobre todo, muy previsibles. El suyo es un buen disco de canciones que ya nos sabíamos. Beatles and Stones suena, paradójicamente, al My generation de los Who. A Gallagher le obsesiona tanto la figura de Lennon que The roller calca All you need is love hasta extremos en los que Yoko Ono podría tomar cartas en el asunto. Y Bring the light es tan saltarina y estupenda como tantas joyas que nos regalaron The Kinks. Las bailarinas giratorias del vídeo ofrecían, por cierto, un espectáculo mucho más entretenido que cualquier episodio de los acontecidos sobre las tablas.

Solo se salta el guión la breve y juguetona For anyone, una deliciosa anomalía acústica que se le podría haber ocurrido a Marshall Crenshaw. Por lo demás, Liam y sus chicos pueden coronarse reyes del pastiche. Son tan recurrentes como la música ambiental en la sala: Satisfaction, Revolution y I can see for miles para animar el cotarro; Good night para devolvernos a casita. De músicos que se tienen en tan alta estima podríamos esperar un cúmulo menor de obviedades.

Liam Gallagher, líder de Beady Eye, anoche durante el concierto en La Riviera.
Liam Gallagher, líder de Beady Eye, anoche durante el concierto en La Riviera.BERNARDO PÉREZ
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