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Reportaje:Los disturbios de Pozuelo

Una ruina muy sofisticada

Nueva avería en el inmueble del PAU de Carabanchel diseñado por un ganador del 'Nobel' de la arquitectura

Pablo Linde

Los vecinos del número 1 de la calle Patrimonio de la Humanidad, en el PAU de Carabanchel, están acostumbrados a que estudiantes de arquitectura de cualquier parte del mundo contemplen y fotografíen el edificio donde viven. "Llegan autocares de Japón y de Alemania", relata uno. Seguramente querrán aprender de las líneas que trazó el arquitecto Thom Mayne, ganador del premio Pritzker (considerado el Nobel de su disciplina) en 2005. Es el diseñador, junto a Begoña Díaz Urgorri, de este inmueble de viviendas protegidas que ha sido expuesto en el MOMA de Nueva York. Pero a lo que realmene están todavía más acostumbrados los residentes del edificio es a las averías, los desperfectos y los accidentes de lo que califican como "una chapuza". El último, ayer mismo: se cayeron más de 15 metros del techo metálico del pasillo de la sexta planta.

Un techo metálico de unos 15 metros se desprendió ayer de la sexta planta
La Empresa Municipal de la Vivienda entregó los pisos en 2008

Nadie pasaba sobre las dos y cuarto de ayer por el lugar del accidente. De lo contrario, en vez de una avería, habría sido una tragedia. Se quedó en uno más de los muchos quebraderos de cabeza que tienen los vecinos desde que recibieron sus pisos de la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV) el 31 de enero de 2008.

Lo que más atormenta a los residentes del edificio es el sistema de calefacción. Desde que llegaron. José María Cañete asegura que estuvo los primeros cuatro meses sin agua caliente. La altura de la caldera no permitía el suministro a las viviendas más alejadas. Subieron la presión y entonces llegaron los problemas con las tuberías. "No están hechas para soportar semejante caudal de agua. Estallan constantemente. Este mes de agosto, que no es precisamente el de más actividad, hemos tenido ocho averías", relata Raúl Guadarrama. Como la mayoría de las más de 250 personas que viven en el inmueble se ha hecho un experto en obras, cañerías, pozos y desagües. "No te queda más remedio. Tras un año tuve que cambiar la cocina. Y el cuarto de baño es para verlo: está lleno de humedades y huele mal. Como todos", añade.

Tampoco están muy satisfechos con la calefacción. En lo que se suponía que tenía que ser un edificio ecológico hay vecinos que aseguran pagar hasta 700 euros mensuales en gas. Las facturas de este invierno en casa de Laurentino García rozaron los 500. "Me sale más caro que la hipoteca", dice. Explican que las ventanas no están bien hechas y se les va todo el calor.

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Pero no hace falta vivir en el edificio para comprobar que aparenta más edad de la que tiene. Grietas, humedades, entradas sin luz, cañerías que gotean se ven en una simple ojeada. Si alguien se interna un poco más, de la mano de los vecinos, puede también observar las "zonas muertas del inmueble". Son huecos en los que no hay nada salvo escombros provenientes de la obra y charcos que proceden de tuberías aparentemente averiadas. Las mismas que han anegado en más de una ocasión los trasteros de más de un vecino. "Yo estuve meses sin poder utilizar el mío", lamenta José Antonio Barrera.

En el tour por los desperfectos, los residentes muestran los anclajes de techos como el que se cayó ayer. Donde hay cuatro huecos para poner tornillos sólo hay dos. "Y están sujetos con tacos de plástico. Cualquier día se caerán encima de alguien y tendréis que venir para contar una desgracia", advierte Barrera.

Una de las responsables del proyecto, Begoña Díaz Urgorri, conoce perfectamente todos los desperfectos, ya que, según dice, intenta atender siempre a los vecinos. "Muchas veces los arquitectos estamos desamparados en estas situaciones. No tiene nada que ver con el diseño. Podría haber pasado en otro inmueble cualquiera. Es una cuestión de la construcción", argumenta. Señala a Uicesa, la empresa encargada de ejecutar la obra. La EMV explicaba ayer que un seguro cubre cualquier contratiempo. Pero los vecinos aseguran que no les pagan ni las incomodidades ni muchos de los gastos. Han encargado un informe a un arquitecto y estudian querellarse contra la empresa municipal.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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