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Columna
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Que no sea lo que Dios quiera

"Ahora mismo les hablas de la Nochevieja y les ofreces tus mejores ojalás para el temible 2010, pero antes préstame unos párrafos para que explique la diferencia entre la historia y las religiones", me dice Juan Urbano, que se ha presentado en mi casa para intentar colarse en este artículo, como hace todos los jueves. Le digo que vale, pero que se dé prisa, porque efectivamente necesito espacio para desearles a todos ustedes un año maravilloso.

La diferencia entre la historia y las religiones -escribe, poniéndose al teclado- es que en estas últimas, cuanto más fuerte sopla el viento menos se mueven las banderas. No hay más que leer, por un lado, el libro de la filósofa norteamericana Martha C. Nussbaum Libertad de conciencia y, a continuación, para compensar, las noticias que resumen la misa que dio el cardenal Rouco Varela el otro día en la plaza de Lima, que se convocaba con lemas como "La familia cristiana, esperanza de Europa" y en la que el arzobispo de Madrid habló del aborto, una "gravísima violación del orden moral" que consiste en "legitimar la muerte de un inocente"; censuró cualquier pareja que no sea "el verdadero matrimonio entre el varón y la mujer"; y criticó el divorcio, que niega "el modelo de la familia cristiana", que es el único "que responde fielmente a la voluntad de Dios", que nos condena al "matrimonio para siempre", a "la unión irrevocable de un varón y una mujer". Eso sí, no dijo que todo eso valía para todos menos para algunos, es decir, que su ley ultraterrena es irrevocable siempre y cuando los contrayentes no sean princesas, multimillonarios o aristócratas con mantilla y crucifijo, en cuyos casos la Iglesia anula con mucho gusto sus matrimonios.

Las ideas son como los pájaros: si las metes en una jaula, pierden todo su sentido

"Bueno, vale", le digo a Juan Urbano, "ahora apártate y déjame que hable del 2010, que desee que baje el paro y suban los sueldos, que el peso de las hipotecas se traslade del cuello de sus clientes a las cajas fuertes de sus directivos; que los juzgados estén más cerca de los que le deben 27 millones de euros a Caja Madrid que de los que deben doscientos o trescientos...". Me pide sólo unas líneas más, para recomendar un antídoto "contra los fanatismos", que es como se subtitula ese libro de Martha Nussbaum, Libertad de conciencia, que acaba de publicar Tusquets.

"Diles que es una obra indispensable, que nos explica el modo en que una de las grandes luchas del siglo es la que enfrenta a las religiones y a los Estados, en la que las primeras quieren imponerse como Gobiernos en la sombra y ofrecen un pacto: ustedes los manipulan por fuera y nosotros por dentro, déjennos sus conciencias y nosotros les dejaremos sus existencias. Nussbaum nos pide que tengamos imaginación ética, o lo que es lo mismo, sentido de la tolerancia y respeto por la diversidad. Su mensaje es hermoso: nuestro empeño más noble es aspirar a vivir juntos. ¿Lo ves? Juntos significa al lado, no unos encima y otros debajo".

Tiene razón, pero hoy no es el día, porque de lo que se trata es de despedir el año y esperar a que el que viene sea mejor, que no haya, sólo en nuestra Comunidad, un 22% de familias afectadas por el paro, qué horror, 483.000 personas, ni más ni menos. Que los 500.000 empleos que, según los sindicatos, se han perdido en Madrid a causa de la crisis puedan recuperarse. Que el pacto social que ha firmado la presidenta Aguirre, con el reloj de la Puerta del Sol a punto de dar las campanadas, se cumpla y se logre "mejorar la competitividad en la industria, potenciar el tejido industrial, atraer inversiones y fomentar la internacionalización de las empresas madrileñas, potenciar la transferencia del conocimiento de los científicos a las empresas, impulsar la innovación en las compañías y apoyar la creación de firmas innovadoras". De momento, apuntamos esos planes y, si se cumplen, el año que viene por estas fechas, Juan Urbano y yo mismo abrimos una botella de cava para celebrarlo.

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Y en cuanto a lo otro, pues tampoco me parece mala idea empezar el año leyendo Libertad de conciencia e intentando extender su mensaje, que parece mucho más sano que el que el otro día se dio en la plaza de Lima. Las ideas son como los pájaros: si las metes en una jaula, pierden todo su sentido. Feliz 2010 para todos, sean quienes sean, piensen como piensen, vengan de donde vengan. Y que no sea lo que Dios quiera.

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