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Columna
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El sol nunca se pone en la Puerta del Sol

Esta noche es el gran día, porque empiezan las vacaciones y muchas personas van a dormir en su casa por última vez, de momento y si es que duermen, porque las dos cosas que más quitan el sueño son las ilusiones y el temor, que son la cara y la cruz de los cambios. Según el Barómetro de Consumo de la Ciudad de Madrid, los que esta tarde o mañana por la mañana nos subiremos a algo, un avión, un tren o un coche en dirección a una sucursal del paraíso somos más que el año pasado, porque nos hemos querido olvidar de que no hay ascensores para salir del fondo del pozo y creer que todos seguimos fatal pero, en conjunto, las cosas mejoran, lo cual es raro: el barco se hunde, pero los pasajeros no. O tal vez es que en eso es justo en lo que consiste este capitalismo salvaje: en que las matemáticas sean una ciencia exacta en la que los números no cuadran.

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El caso es que había que buscarse una coartada y ahora mismo los que creen que la crisis puede empeorar han bajado del 75,1 al 32%, pero los que piensan que su situación no va a mejorar siguen siendo el 70,1% y los que creen que aún irá a peor solo han pasado del 26,5 al 24,2%. Todo lo cual, en opinión de mi amigo Juan Urbano, recuerda a aquella frase de Woody Allen: "Prefiero que me incineren a que me sepulten y ambas cosas a un fin de semana en el campo con la madre de mi mujer".

Mientras tanto, los políticos, esos extraños seres que en mitad de los partidos se cambian su camiseta por la del contrario y le meten un gol a su portero, lo cual queda ampliamente demostrado por el hecho de que sean rivales feroces en unos Parlamentos y aliados en otros, porque en su mundo de demagogias e intereses oscuros lo que es verdad en Madrid es mentira en San Sebastián o en Cáceres, debaten el estado de la nación en el Congreso y los jóvenes del 15-M celebran su propio debate en la Puerta del Sol: el resultado es el previsible, que lo único que le interesa a los primeros es el poder y el más que posible cambio de papeles que se avecina, mientras que a los segundos les interesa más mirar detrás de las caretas y seguir luchando por un mundo que no esté sometido a la dictadura del dinero: con lo que ha robado el estafador de la noticia de al lado, el jefe de la trama Gürtel, tan amigo a los que se van a sentar en los sillones azules de las Cortes las próximas Navidades, se podrían solucionar los problemas de miles de ciudadanos. Pero en lugar de repartir el botín subirán el IVA y demás, como hacen siempre: qué se puede esperar de ese ejército de cínicos que insiste en que abaratar los despidos crea empleo.

Nos marchamos de vacaciones, pero solo los que ya podíamos de antes; el 54,7% de los que se van a ir lo hacen porque su alojamiento es gratis; para el 34,9% porque tienen una segunda vivienda y el 19,8% porque van a alojarse en casas de familiares o amigos. Eso está bien, cualquier cosa que nos saque de lo que somos el resto del año, merece la pena, y al menos durante 15 días hay que estar de acuerdo con el poeta Fernando Pessoa, que decía que solo era moderadamente feliz cuando era otro: "lejos de mí, / existo aparte de quien soy". Es verdad que luego se le ennegrece la esperanza y dice: "me detengo / a la orilla de mí / y veo un abismo." Bueno, pues entonces igual lo mejor es darse la vuelta y mirar en dirección contraria durante un tiempo. Al menos sabemos que, mientras tanto, hay cientos de ojos que vigilan en la Puerta del Sol.

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