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Reportaje:música

El sonido de la otra frontera

Acetre surge de la suma de dos culturas, la de Extremadura y la del Alentejo. Un proyecto que lleva 35 años defendiendo un modo de vida 'slow' y una forma de amar el folclore. Esta noche inauguran la Mostra Portuguesa

Diego A. Manrique

Con crisis o sin crisis, hay bastante de milagroso en la continuada vida creativa de los grupos de folk. Por ejemplo, Acetre: son nueve músicos en el escenario, 11 personas cuando se suben al autobús. Labor de amor, desde luego, no modus vivendi: "Todos tenemos otros trabajos. Los mismos ensayos son complicados: vivimos dispersos por varias provincias y quedamos en Olivenza, donde está el local. Esto nos come los fines de semana. No hay vacaciones. Mejor dicho, sincronizamos las vacaciones para montar viajes del grupo".Olivenza, en Badajoz, es la base y la cuna. "Si conoces Olivenza, entiendes Acetre. Fue parte de Portugal y ahora pertenece a España. Somos producto de dos culturas, una suma de Extremadura y el Alentejo. Es tierra de fronteras, lo que llamamos la raya, y por lo tanto de contrabando. Nosotros solo contrabandeamos con la música, con alboradas y fados, con jotas y corridiños. De ahí que nos describan como folk bilingüe. Somos los altavoces de una historia olvidada. El mismo nombre lo explica: un acetre es un cubo o vasija que servía para sacar aceite o vino de una tinaja. Para rescatar algo de la oscuridad".El combinado suena ahora suntuoso. La última entrega de Acetre, Arquitecturas rayanas (Karonte), ofrece hasta ritmos tropicales o aires orientales. No siempre fue así, puntualizan. "Acetre comenzó en 1976 como un grupo de folk convencional, marcados por el Nuevo Mester de Juglaría. Hasta que empezamos a jugar con los arreglos, a meter bajo y batería. Un proceso que nos obligó a replantearnos nuestro concepto de la música. ¿Debe ser algo digno de un museo o algo vivo? Ambas opciones son respetables pero ampliar la paleta instrumental te obliga también a esmerarte en la amplificación. Es otro juego. De repente, descubres que se te ha rejuvenecido el público, que las primeras filas están llenas de chavales".Dos son las grandes bazas de Acetre. Primero, su propio planteamiento vital slow: "Todo se cocina a fuego lento. Un disco puede tomarnos tres o cuatro años. La misma decisión de integrar la batería nos costó 10 años". Segundo, el cabecilla del grupo, José-Tomás Sousa, ausente en la entrevista: "José-Tomás es una enciclopedia viviente del folclore extremeño, se conoce los grandes cancioneros, pero también hace trabajo de campo, si se entera de que en tal pueblo hay una costumbre insólita o que tal persona recuerda muchas canciones antiguas. El folclore puede ser el 50% de Acetre; el resto es adaptación o creación personal de José-Tomás".Acetre modula su repertorio, según el público que tiene delante: "Te llevan al Womad en Inglaterra y, ¿qué haces? Tocamos lo más bailable y salimos muy bien del lance. A veces, los hados deciden por ti. Estábamos en Cuba y, cuando llegó la hora del concierto, no apareció la batería que nos habían prometido. Ahí nos sirvieron los treinta y tantos años actuando en todas las condiciones posibles".En sus inicios, la propuesta chocaba: "En según qué sitios, molestaba que reivindicáramos el elemento portugués de nuestra cultura. Hubo que hacer mucha didáctica, explicar el origen de las canciones, recordar la presencia de los judíos o los desastres de la Guerra de la Independencia. Esa es la especialidad de José-Tomás".Son los dueños de su arte: "Nunca nos planteamos entrar en la industria del disco y eso nos ha salvado de muchos disgustos, según nos cuentan compañeros nuestros. Nos autoproducimos y luego alguien distribuye los discos. Pero todo dirigido por nosotros: elegimos los pintores o los diseñadores que entiendan nuestro concepto. Digan lo que digan, un disco debe ser un objeto hermoso, que te enriquezca la escucha".

Acetre inaugura hoy la Mostra Portuguesa. A las 21.00 en el Círculo de Bellas Artes. 15 euros.

Componentes del grupo Acetre, que inaugura esta noche la Mostra Portuguesa en el Círculo de Bellas Artes.
Componentes del grupo Acetre, que inaugura esta noche la Mostra Portuguesa en el Círculo de Bellas Artes.SUSANA SAUCEDA

Tribus ibéricas

Por prejuicios políticos, sería imposible en España una etiqueta como la de americana music, tan útil en Estados Unidos para promocionar y vender propuestas heterogéneas con raíces profundas. Con todo, abundan últimamente las aventuras inclasificables que parten del folk y llegan a territorios insospechados. De inspiración, pioneros como Eliseo Parra, antiguo músico de rock y creador de obras como Tribus hispanas.

Fuera de la pujante escena del folk celta, es posible encontrar fabulosos monstruos sonoros, que dinamitan las convenciones. Pueden estar en sus inicios, como los Hermanos Cubero, que combinan los modos tradicionales castellanos con las virguerías instrumentales del bluegrass de Kentucky. El saxofonista Josetxo Goia-Aribe también empuja otro híbrido imposible-pero-cierto. Lleva años injertando la jota en un discurso jazzístico, últimamente con Arantxa Díez, una jotera de Tafalla.

Hay músicos que son una pura revolución en marcha. Germán Díaz, intérprete de zanfoña, mantiene varios frentes abiertos: toca música medieval, jazz o las canciones de la Guerra Civil con diferentes apodos profesionales.

La txalaparta es otro instrumento aparentemente inflexible que el dúo Oreka TX lleva de viaje por el planeta, como se documentó en la película Nomadak TX. De repente, las maderas vascas se integran con músicos mongoles, saharahuis o bereberes.

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