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Reportaje:CIEN AÑOS DE LA AVIACIÓN ESPAÑOLA

Un sueño en el aire

La crisis dibuja un incierto futuro para la Fundación Infante de Orleans, un museo de aviones históricos en vuelo único en Europa

Pablo Guimón

El embalse de Valmayor, al noroeste de Madrid, con las orillas teñidas de blanco por las nevadas de la noche, puede resultar una imagen extrañamente reconfortante cuando se desciende en picado hacia él, con un paracaídas plegado en la espalda, atado al asiento trasero de un North American T-6 Texan que realiza un giro sobre su propio eje a toda velocidad. La masa de agua se antoja un mejor lugar sobre el que caer que las dehesas nevadas, las urbanizaciones clónicas, las autovías o los centros comerciales que se sobrevuelan por la ruta desde Cuatro Vientos, el lugar donde nació la aviación española un 15 de marzo de hace exactamente 100 años.

Un tonel, se llama la maniobra. Las fuerzas físicas empujan a los órganos y los fluidos del cuerpo a lugares insospechados durante las elegantes piruetas que dibuja esta avioneta de entrenamiento, construida en 1938, una joya de la historia de la aviación de 8,84 metros de longitud y 12,9 de envergadura. Todo un acierto haber apostado por un desayuno frugal.

Hay museos aéreos en los que las piezas acaban quedando inútiles
La fundación mantiene sus aviones en perfecto estado de vuelo
El recorte de gastos ha reducido las aportaciones de los patrocinadores
"Nuestra misión es capear el temporal y mantener esto vivo", dice el presidente
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"No suele haber incidentes... ¿verdad?", pregunta el periodista, preocupado, mientras contempla el avión en el que va a volar. "En 15 años no hemos tenido ninguno", le tranquiliza el experto.

Exactamente dos minutos después llega a la pista la noticia de que el joven piloto del avión que había despegado justo antes, un Aisa I-11B fabricado en España en 1953, ha tenido que realizar un aterrizaje forzoso en un prado a media milla de la radial 5. El piloto salió ileso. Y cuando llegó a la pista un buen rato después, se apresuró a asegurar a sus compañeros que el avión no parecía haber sufrido ningún daño.

Son máquinas preciosas. Tesoros de la ingeniería aeronáutica, capaces de aterrizar planeando incluso en la rara eventualidad de una avería en el motor. La Fundación Infante de Orleans (FIO) tiene una treintena de estas máquinas listas para volar. El primer domingo de cada mes (si las condiciones meteorológicas lo permiten) los aviones se muestran al público, pilotados por los expertos miembros de la fundación, en una exhibición de vuelo. La próxima: hoy a la una de la tarde.

Se trata de un museo de aviones históricos en vuelo único en Europa. Hay dos formas de conservar el patrimonio aeronáutico. Una es en un museo convencional, donde los aviones acaban quedando inútiles. La otra es así, manteniéndolos en perfecto estado de vuelo. Algo que tiene unos costes. La FIO es el sueño de un grupo de amigos con una pasión compartida. Un sueño que ahora está, nunca mejor dicho, en el aire.

Los gastos corrientes, el mantenimiento normal de los aviones, suponen unos 600.000 euros al año. Eso no incluye las restauraciones puntuales, ni lo sueldos de las seis personas que están en la plantilla (antes eran ocho), ni el alquiler de las naves con las que cuentan en Cuatro Vientos. Ni, por supuesto, la compra de aviones (el último se adquirió hace dos años).

"La fundación se financia, en más o menos un 30%, por la venta de entradas a las exhibiciones y las aportaciones de los 3.000 socios, que pagan desinteresadamente una media de 60 euros al año", explica Pablo Peraita, técnico de la fundación. "El resto, lo aportan los patrocinadores". Están Iberia, Repsol o la Comunidad de Madrid, pero los principales son el Ayuntamiento de Getafe y la Fundación Aena. La mala situación económica ha obligado a Aena a reducir considerablemente su aportación. "Y quién sabe qué pasará si termina por privatizarse", lamenta Peraita. El Ayuntamiento de Getafe, endeudado por la crisis, también ha reducido su cuota, que consistía en una cantidad anual más pagos extraordinarios para la compra de aviones. En tiempos más prósperos, la localidad, orgullosa "cuna de la aviación española", llegó a encargar (y pagar) al arquitecto Norman Foster un proyecto para un museo junto a la base aérea de Getafe, adonde se trasladarían los fondos de la fundación. Todo ello ha quedado, de nuevo, en el aire.

Como el destino de los aviones, dispuestos por este hangar de la fundación, cuya historia relata orgulloso el conservador del museo, Javier Permanyer. Los hay con ecos cinematográficos, como el Boeing Stearman 75 Kaydet, el biplano de los años treinta que perseguía a Cary Grant en Con la muerte en los talones, o el De Havilland DH-60 Moth, biplaza británico de los años veinte, en el que muere el personaje de Robert Redford en Memorias de África.

Pero sobre todo hay ecos bélicos. Pedazos de la historia de las guerras del siglo XX como el biplano soviético Polokarkov P-O2/U2, con el que, en plena ofensiva nazi sobre la URSS, el 588 Regimiento de Bombardeo Nocturno arrojó hasta 3.000 toneladas de bombas sobre las posiciones alemanas al abrigo de la noche. Los pilotaba el primer escuadrón de la historia compuesto íntegramente por mujeres. Las brujas de la noche, bautizaron los nazis a estas mujeres que bombardeaban a oscuras, con los motores apagados para no hacer ruido, y cuyas osadas maniobras traían locos a los pilotos de la Luftwaffe.

Y una de las joyas de la colección. El Mosca, conocido entre el bando nacional como el Rata, verdadera leyenda de la aviación republicana en la Guerra Civil. La fundación rescató este caza en Nueva Zelanda por 262.000 euros. Lo restauró y lo decoró con la bandera republicana, el emblema del seis doble del dominó y el número 249 en blanco, como corresponde al jefe de escuadrilla, reproduciendo el que comandó el célebre piloto José María Bravo. "Diseñado en 1933, fue el primer avión de caza moderno", explica Permanyer. Es monoplano y tiene tren de aterrizaje retráctil, que el piloto pliega a mano, dando 45 vueltas (en pleno vuelo) a una manivela.

"La historia de la aviación", dice Permanyer, "es una forma de ver la historia del siglo XX. Desde los aviones de madera y tela de 1903, hasta la nave que llegó a la Luna en 1969".

Sábado, diez de la mañana. Los pilotos se reúnen, como unos soldados de Top Gun algo entrados en años, en una sala del aeródromo para conocer el orden en que saldrán hoy, domingo, en la exhibición aérea. Antes de salir a la pista a entrenar, Carlos Valle, presidente de la fundación, les pone al día de la difícil situación económica. "No news, bad news", dice. No hay noticias, y eso son malas noticias. "No tenemos nada nuevo que contaros. Por todos lados hay un silencio sospechoso. Pero llevamos 22 años en esto. Nuestra misión es seguir manteniendo esto vivo. Ya sabéis: a capear el temporal".

Un T-6 Texan estadounidense (amarillo) volando en formación con un Saeta, el primer reactor español, ayer sobre el embalse de Valmayor.
Un T-6 Texan estadounidense (amarillo) volando en formación con un Saeta, el primer reactor español, ayer sobre el embalse de Valmayor.ALBERTO FERRERAS
Un piloto de la Fundación Infante de Orleans a los mandos de uno de los aviones históricos.
Un piloto de la Fundación Infante de Orleans a los mandos de uno de los aviones históricos.ALBERTO FERRERAS
Un Boeing Stearman, el biplano de los años treinta, en la exposición estática de la FIO.
Un Boeing Stearman, el biplano de los años treinta, en la exposición estática de la FIO.ALBERTO FERRERAS

El infante volador

Todo empezó con el aeroclub José Luis Aresti, un club de vuelo acrobático creado a principios de los años setenta. En 1984, algunos de aquellos pilotos, militares o de Iberia, crearon la Sección de Aviones Históricos de aquel aeroclub. Y en 1989 decidieron convertir aquello en una fundación, con el objetivo de crear y mantener en perfecto estado de vuelo la colección más amplia posible de aviones que han jugado un papel importante en el desarrollo de la aeronáutica española.

Eligieron el nombre de Fundación Infante de Orleans en honor al pionero de la aviación española Alfonso de Orleans y Borbón (1886-1975), primo de Alfonso XIII, que fue el segundo español (después del vasco Benito Loygorri) en obtener en Francia el título de piloto. Alfonso de Orleans voló hasta los 88 años, convirtiéndose en el piloto en activo más antiguo del mundo.

La Fundación (www.fio.es), que cuenta actualmente con 38 ejemplares de 32 modelos de avión diferentes, realiza exhibiciones abiertas al público (la entrada cuesta seis euros, tres la reducida) el primer domingo de cada mes en el aeródromo de Cuatro Vientos.

Hoy el espectáculo de acrobacias aéreas comienza a las 13.00, aunque desde las 11.00 están abiertas las puertas de la exhibición estática.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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