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Reportaje:SINGULARES | Rodolfo Meneses

El surrealismo urbano de Tuga

El mimo que detuvo Sol durante el Mundial rechaza actuar en teatros

Patricia Gosálvez

Es difícil explicar el show de un mimo. Por escrito, como que pierde. Este mimo se llama Tuga y no se parece en nada al típico pierrot tristón que ofrece rosas o pasa las manos por un cristal imaginario. De entrada, va vestido con un mono de mecánico color butano. Cada noche, durante 40 minutos y ante una media de 300 espectadores, Tuga se bate a espada con los limpiaparabrisas de los autobuses, navega canoas invisibles a lomos de un paso de cebra, barre el mal humor de un señor que pasa, detiene el tráfico formando una barrera con sus piernas, que abre como una bailarina... Es un torbellino silencioso de surrealismo urbano. Una vez le vi entrar y salir 20 veces del mismo taxi, la última lo intentó por la ventanilla del conductor (aunque la barriga del mismo lo hizo imposible). Fue tan gracioso que hasta el taxista se unió a la carcajada general. "Mi trabajo está hecho desde el cariño, la gente no suele pegar mala onda", dice el mimo, que cuando se "saca" el personaje se llama Rodolfo Meneses y tiene un fuerte acento chileno.

"Mi trabajo está hecho desde el cariño", asegura el actor chileno
Tras su éxito durante el Mundial, el artista vuelve al kilómetro 0

Tuga actuará en la Puerta del Sol esta semana a partir de las diez de la noche. No es su primera vez. Antes de recorrer Europa en lo que él llama su "gira de verano", Meneses actuó en Madrid tres semanas durante el Mundial. Es decir, que a unos 300 espectadores por función (los corros eran impresionantes y todo el mundo se quedaba hasta el final), le debieron de ver unas 15.000 personas. Además de monedas y billetes, en su gorra cayeron ofertas laborales para que actuase en un teatro y un evento de mercadotecnia, y una tarjeta pidiéndole esta entrevista. Porque Tuga, por mucho que le preguntes, en la calle no suelta prenda. "¡Hablar nunca!, ni cuando viene a verme mi madre", explica ya sin maquillaje. Con la cara lavada tiene 26 años, con la pintura parece mucho mayor. ¿No es un poco antiguo ir pintado de payaso teniendo un espectáculo tan atípico? "Estoy pensando en quitarme la máscara, pero no es fácil".

Hace dos años, Meneses rompió su silencio posfunción y fue en Madrid, en la plaza de Ópera (su anterior escenario). Una señora le echó una carta en la gorra. "No le di más importancia, me pasa mucho", explica el mimo. Pero entonces alguien le sopló que la señora era Geraldine Chaplin. Meneses se sacó el personaje, la saludó y se hinchó de contento cuando la hija del maestro le felicitó por su trabajo. Esa noche leyó la carta: "Eres maravilloso, me recuerdas mucho a mi padre, creo que es como si su alma nos visitara".

Con atuendo hip-hopero (gorra, camiseta XL y pantalones amplios), Meneses enumera los escenarios en los que ha actuado desde que abandonó la carrera de ingeniero para dedicarse al teatro de calle: Montmartre en París, La Recoleta en Buenos Aires, Piazza Navona en Roma... "Siempre con un ruedo de 300 personas para arriba". El público cambia según las ciudades: "En París, la gente tiene más cultura de teatro callejero; Roma es la más complicada, ¡el tráfico es un caos!". "Lo que no cambia es la policía", dice Meneses, "esa es igual en todas partes".

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La última vez que actuó en Sol, "los secretas" le pidieron los papeles en pleno show. "Yo siempre intento incorporarlo al espectáculo", dice Meneses, "porque el Tuga vive en un planeta al revés, donde la luz roja no es un semáforo y el policía no es la autoridad". Al agente madrileño no le hizo mucha gracia ser parte del chiste, pero se esperó al final del espectáculo para volver a pedirle la identificación. Mucho peor lo pasó la policía de Valparaíso, en Chile, donde Meneses reside y actúa. Una vez, la guardia urbana lo detuvo durante su función y "¡detrás del furgón se vinieron los 300 del ruedo hasta la comisaría!". Desde entonces, la policía le deja en paz y el mimo colabora con el Gobierno local para organizar un festival de teatro callejero.

"Yo no quiero actuar en teatros ni salir en la tele, ya lo he hecho, me lo ofrecen, ¡pero es muy aburrido!", dice Meneses, que empezó a hacer payasadas en una fiesta a los 15 y luego se formó en escuelas de mimo y arte dramático. "La calle es verdad, es real, es democrática, está el que quiere estar: el que se harta se va a los 10 minutos, el que te adora te puede regalar un apartamento". ¿Le han regalado alguno? "Aún no", dice el mimo. Admite que vive "muy bien de esto", aunque no revela su recaudación. "Si la gente supiese lo que trabajo no me echarían 50 céntimos, pero eso también es parte de la calle, te tienes que bancar al público". Tuga se lo banca, no hay más que ver a sus espectadores llorando de la risa y echando billetes de cinco euros. "¡Eres buenísimo!", "¿cómo te llamas?". Pero a Tuga ni se le ocurre hablar de ese chico chileno llamado Rodolfo.

El mimo Tuga en una actuación en la Puerta del Sol.
El mimo Tuga en una actuación en la Puerta del Sol.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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