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Reportaje:

El telescopio de Herschel regresa al Retiro

Un edificio en piedra y vidrio de Antonio Fernández Alba alberga ya, reconstruido, el catalejo arrasado por Bonaparte en 1808

El sueño de un astrónomo madrileño de 56 años es ya una realidad. Jesús Gómez González, nacido en Lavapiés y físico especializado en radioastronomía, ve cumplida estos días su deseo: recuperar para el Observatorio Astronómico existente en Retiro el telescopio de sir William Herschel, destruido hace dos siglos.

El músico y astrónomo nacido en Hannover en 1738 y afincado en Inglaterra, cuyos conocimientos sobre la construcción de aparatos ópticos le convirtieron en el mejor escrutador del Universo en su siglo, había descubierto el planeta Urano en 1781; construyó para Madrid, por encargo del rey Carlos IV, su mejor joya para la contemplación celeste. Se trataba de un tubo de hierro dulce y latón de 25 pies de longitud (7,7 metros) por tres pies de embocadura (90 centímetros), que albergaba en su extremo inferior un bruñido espejo de bronce. Asomarse por su boca permitía al astrónomo captar el destello reflectado sobre una lente ocular y anotar las variaciones en los movimientos planetarios y astrales.

Los planos alzados en 1802 han servido para su reconstrucción en el astillero de Francisco Mendieta, en Bermeo
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El artefacto se integraba en un entramado de madera de roble inglés basado sobre un mecanismo dentado deslizante, encima de una plataforma decagonal giratoria, surcado de escaleras y poleas para izar su tubo. El telescopio fue construido entre 1796 y 1802 por Herschel en Inglaterra bajo la supervisión del marino español José de Mendoza y Ríos -becado allí por la Corona de España-, que alzó unos planos del ingenio decisivos para su reconstrucción, ya que el original fue destruido. Aquel artefacto impar en Europa, trasladado en barco a Bilbao en 52 cajones y luego en carreta de bueyes hasta Madrid, quedó instalado en 1804 junto al edificio del Observatorio, obra del arquitecto Juan de Villanueva, que corona el llamado cerrillo de San Blas, en el extremo meridional del Retiro.

En 1808, las tropas de Bonaparte ocuparon Madrid y se acuartelaron en el parque. Sobre el Observatorio instalaron una batería artillera. Una noche invernal, la soldadesca del general Senarmont se calentó a la lumbre de una fogata alimentada con los maderos de roble sobre los que Herschel soportara su tubo astronómico, que quedó desguazado y desapareció de la escena. Los planos alzados por Mendoza y Ríos, sin embargo, fueron escondidos hasta 1931 en la casa de un comerciante apellidado Brugada; afloraron entonces y permanecieron dentro del Observatorio. El radioastrónomo Jesús Gómez, que dirigió el centro madrileño, los cotejó y, junto con los dos espejos de bronce también conservados, pergeñó la idea de reconstruir aquel espléndido catalejo para reintegrarlo dos siglos después al mismo lugar donde fuera izado.

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Manos a la obra, Jesús Gómez entró en contacto con Antonio Fernández Alba, el arquitecto y académico que, en los años 70, consiguió apartar de la cabeza de un político local la idea de derruir la joya proyectada por Villanueva en 1789 para alojar el Observatorio que, en 1804, acogería la obra de Herschel. Fernández Alba, que en 1973 restauró ese magno emblema del neoclasicismo en Madrid, acometió la tarea de idear un albergue congruente con el futuro telescopio reconstruido. Así, el arquitecto salmantino creó un edificio cuadrado, de 16 metros de lado por 13 metros de altura, con soportes de sillares pétreos en sus cuatros extremos y vidrio mural antiinfrarrojo para hacer transparente su perímetro.

El pabellón, timbrado con signos de caliza, cuenta con una cúpula armada de cinc en forma de cuarto de esfera con rebordes segmentados en diagonal: su esencial belleza dialoga plenamente con el edificio de Villanueva cuya columnata, tholos, remata el cerro. Un celaje, inspirado en otro medieval de la Universidad de Salamanca, tachonará por dentro la bóveda.

En el departamento de máquinas de la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, los planos de Mendoza y los espejos de bronce sirvieron a los profesores Bautista, Leal, Muñoz y Medina para rediseñar la reconstrucción del telescopio, cuya hechura fue asignada al constructor de barcos Francisco Mendieta. Éste erigió un bastidor piramidal en madera enteriza de teca, con escalas, cabestrantes y poleas, en su astillero vizcaíno de Bermeo.

Telescopio y edificio costaron 800.000 euros y hoy, recinto, bastidor y tubo se yerguen ya sobre el sureño promontorio de Madrid. Desde allí, la leyenda dice que se avista el mar. A falta de océano y a partir de septiembre, los visitantes del Observatorio podrán aspirar la misma brisa fresca que inhalaron desde allí tantos científicos al escrutar el firmamento y mejorar, así, su saber sobre cuanto en la Tierra sucedía.

Un museo para el parque

La reconstrucción del telescopio de Herschell y su instalación junto al observatorio del Retiro de Madrid se insertan dentro de un proyecto más amplio. El plan pretende poner en valor este lugar madrileño de la ciencia.

El paraje, de unas cinco hectáreas de extensión, se alza oteando al sur encima de la que fuera durante siglos ermita de San Blasy la cercana basílica de Nuestra Señora de Atocha. Un peto pétreo con escaleras interiores, hoy oculto bajo el gran talud que taja esa zona meridional del parque, será asimismo recobrado por el arquitecto salmantino.

El proyecto cuenta con el estímulo del director del Instituto Geográfico Nacional, Alberto Sereno, cuya subdirección de Geodesia y Geofísica desempeña Jesús Gómez. Consiste en una redistribución del espacio existente, con dos zonas bien diferenciadas: una para los visitantes, que incluye el edificio de Villanueva, el de Fernández Alba con el telescopio en su seno y un nuevo ámbito, ideado por el mismo arquitecto, para albergar un Museo de Ciencias de la Tierra. En éste serán exhibidas manifestaciones de las disciplinas allí estudiadas durante siglos, desde la geofísica y la geodesia hasta la meteorología y la cartografía, tan estrechamente vinculadas a la Astronomía. Será el único, y con certeza singular, museo que albergará el parque del Retiro.

El otro espacio del observatorio recuperará un edificio de usos científicos de mediados del siglo XIX, hoy deshabitado y en proceso de adecuación, donde será trasladado el Centro de Recepción y Análisis de Datos de la Red Sísmica Nacional, que hoy se aloja en los sótanos del Instituto Geográfico, en la calle del general Ibañez Ibero, en Reina Victoria.

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