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Columna
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Para todo y para todos

Emilio Lledó, hablando de Epicuro, nos recuerda cómo en su tiempo los griegos también vivieron una globalización en el sentido de que tiraron abajo las murallas e iniciaron la expansión y la conquista de otros mundos, pero comprendieron que esa nueva situación reclamaba otros principios democráticos y otras formas de enfrentarse a uno mismo. Ahora, sin embargo, las nuevas realidades se imponen y las respuestas a lo nuevo tardan en llegar.

La democracia demoscópica, por ejemplo, en el sentido de usar las encuestas para sondear a los ciudadanos y tratar de darles gusto con réditos para las organizaciones, no es precisamente nueva, pero la clara aceptación de que los partidos y los Gobiernos se mueven con esas brújulas sí es relativamente reciente. Y lo que no hay que olvidar es que la voluntad de los ciudadanos que responden a esas encuestas se mueve frecuentemente con los aires que les llegan o se les imponen; lo que revelan sus gustos, a veces primarios y en ocasiones manipulados, es el resultado de la ausencia de una verdadera pedagogía que la política no ejerce por las urgencias de sus intereses de poder.

Para los socialistas Madrid es el principio o el final de algo que va más allá de Madrid

Todo esto viene a cuento de muchas vicisitudes de la vida política en general, pero esta vez a tenor de un aviso del vicesecretario general de los socialistas a sus militantes madrileños ante la proximidad de unas primarias para elegir a un candidato o candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Y este consejo es que para votar escuchen a los ciudadanos. Pero es posible que los militantes no tengan claro cómo se escucha a los ciudadanos y tal vez necesiten que José Blanco les precise si donde tienen que escucharlos es en las encuestas. Porque las encuestas serán más o menos determinantes, de acuerdo con el uso que se haga de ellas y de cómo se hagan, pero no hay que descartarlas como una eficaz vía de participación, además de las muchas otras formas de participar que las nuevas tecnologías están imponiendo a los remisos a reconocer que la democracia tiene ya nuevos instrumentos. Es decir, que toda forma de vigilancia de los poderes es lícita y que el ciudadano no es un ser pasivo que cumple con el rito de votar y se queda sin voz hasta cuatro años después. Pero todas esas formas de participación habrá que organizarlas con criterios nuevos para una democracia nueva. Mientras tanto, lo mismo en la sociedad que en las organizaciones que la sirven, los instrumentos de participación deberían atenerse a las reglas vigentes, de modo que valgan igual para una situación que para otra similar, y no a conveniencia. Después del caso de Madrid, supongo que muchos dirigentes autonómicos del PSOE estarán tentándose la ropa y mirando al compañero o compañera sospechoso de estar sometido a calificación. En todo caso, es muy meritorio que alguien, creyendo contar con la confianza de sus jefes, soporte la incomodidad de que le sometan a sus espaldas a auditorías que exhiban sus carencias de glamour o la inferioridad de sus proyectos frente a otros. Pero, por ahora, no parece que esté en juego la fidelidad de los posibles candidatos de nuestra Comunidad a Zapatero ni la de Zapatero a ellos. En Madrid, modelo de la nueva situación y pregón de la eficacia de las primarias, si uno atiende a Tomás Gómez, el presidente lo llamó poco menos que para saludarlo con cariño y animarlo a seguir. Y si escucha uno a Trinidad Jiménez, tal fue su propia voluntad de ser candidata, sin que nadie la pusiera en ese trance, que el presidente casi se enteró por los periódicos de la fuerza de su gran proyecto para la Comunidad. Jaime Lissavetzky es el que ha reconocido con más desenfado el dedo divino.

Tengo no obstante la impresión, y no es excepcional, de que lo de Madrid es el principio o el final de algo que va más allá de Madrid para los socialistas. Porque si en el PSOE insisten en el enorme valor de las encuestas no es de extrañar que, conocido ya el poco afecto con que estas tratan a Zapatero ahora, sin necesidad de encargarlas, hayan solicitado otras consultas que revelen el apoyo con que contaría un nuevo o una nueva candidata socialista a la presidencia del Gobierno, ni que confíen en los prodigios de unas primarias para resolver las generales de 2012. Quién sabe si Carme Chacón, por nombrar a alguien, está siendo investigada por las encuestas y nosotros sin saberlo. Y, a lo mejor, ni ella.

Eso sí, sea como fuere, lo que no se puede negar al PSOE en este espectáculo de Madrid, en el que los gestos de falsa humildad suceden a los de jactancia patética, según convenga a los protagonistas del show, es transparencia: los ciudadanos han quedado al tanto de lo que es un partido por dentro.

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