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Columna
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Los victorianos

La recomendación y el enchufe, ancestrales y perversas costumbres profundamente enraizadas en la idiosincrasia celtibérica, siguen medrando en las oficinas y despachos de la municipalidad en la capital del reino, siempre a la cabeza, capitalidad obliga, de malas prácticas, corruptelas y chanchullos burocráticos. La Operación Guateque destapa, día a día, el tarro de sus fétidas esencias. Algo huele a podrido en Medio Ambiente y esta vez no se debe a la acumulación de gases, ni al ozono troposférico ni a la climatología hostil. El medio ambiente de Madrid tiene nombre y apellidos, el medio ambiente de Madrid se llama Victoriano, así lo proclamaba, en público y sin vergüenza, el funcionario municipal mientras pasaba su tarjeta de visita a los clientes que le urgían para que agilizara las licencias de apertura de sus locales de ocio y esparcimiento: "No cumples ni esto, ni esto, pero, tranquilo, no importa, se puede resolver. Son 3.000 euros". El desparpajo de Victoriano asombraba a los empresarios que recurrían a su mediación milagrosa. Nadie podría acusar a Victoriano de doblez o hipocresía, todo estaba claro, en su tarjeta personal, letras negras sobre fondo amarillo, figuraban su nombre y su cargo, la dirección de su oficina, su teléfono directo, su fax y su página web, sólo faltaban las tarifas.

Las excusas concejiles vulneran el principio de equidad

Para que la rueda, bien engrasada, siguiera rodando, en las oficinas municipales, funcionarios de menor rango, escribían en los márgenes de los expedientes congelados: "Preguntar a Victoriano si se prioriza la licencia". Protegido por el anonimato, un concejal del Ayuntamiento de Madrid habla de "regalitos y favores" y aventura que tras los funcionarios denunciados "tiene que caer la Policía y Protección Civil". Todos metían mano, unos más que otros en este promiscuo guateque organizado por Victoriano al que también estaban invitados concejales y altos cargos que, de vez en cuando, se sumaban al baile para presentar en sociedad a sus recomendados.

"Prioridad director general"; "prioridad concejal de Tetuán"; "se adelanta por escrito del concejal", éstas y otras acotaciones del mismo tenor se han detectado, por ahora, en más de 100 de los 3.390 historiales que se están investigando. No es lo que parece, aclaran algunos de los concejales implicados en estas notas al margen: "A veces se adelantan expedientes porque estamos saturados", dice Luis Asúa, concejal de Centro, y sus compañeros hablan de atascos y cuellos de botella. El tráfico de licencias está congestionado, quien lo descongestionará, el descongestionador que lo descongestione, buen descongestionador será, sólo que el método desatascador utilizado por los victorianos desatascaba poco y sólo favorecía a unos cuantos. Algo así como si para agilizar el tráfico rodado, un guardia diese prioridad a unos vehículos frente a otros al margen de su ubicación sobre la calzada: "A ver, abran paso al BMW azul de la tercera fila", "apártense para que circule ese Mercedes plateado".

La lógica indica que los expedientes a trámite deberían ser tramitados según su orden de aparición en las oficinas, así lo recomienda la ética y lo exige la propia maquinaria burocrática, fiel al procedimiento riguroso y al orden cronológico. Las excusas concejiles vulneran el principio de equidad porque no favorecen a todos los desfavorecidos por igual y no son de recibo justificaciones como "ese local llevaba dos años esperando la licencia" (Luis Miguel Boto, concejal de Chamartín) o "puede ser que me haya interesado por la situación de un expediente que llevara mucho tiempo paralizado en Medio Ambiente", dubitativa, posibilista y perifrástica coartada de Dolores Navarro, concejal de Tetuán, pudo ser y tal vez tuvo que interesarse. Mucho más claro lo tiene Íñigo Henríquez, concejal de Salamanca, cuando responde a este periódico: "No he adelantado nada. Firmo lo que me ponen delante", sin leerlo, que es una pérdida de tiempo y de dinero público porque un concejal, y más aún si es del distrito de Salamanca, tiene otras cosas más perentorias en las que ocuparse, y entretenerse en leer la letra pequeña de los expedientes podría interpretarse como signo de desconfianza hacia sus diligentes subordinados.

En la Operación Guateque, a Victoriano le tocó bailar con la más fea, a él que siempre fue con la verdad de sus mentiras por delante y que ahora está dando la cara por sí mismo y por su cuñado, cuñadísimo, el ex concejal socialista Saturnino Zapata, que le colocó, por "designación" mayestática, en su poltrona y sentó las bases de su fulgurante carrera, de los bancos al banquillo, carrera auspiciada después, ese chico valía mucho, por los sucesivos consistorios populares que supieron reconocer sus méritos al margen de sus siglas. Nada se sabe de Zapata, que desapareció por el foro dejando a su hermano político bien colocado, encastrado en un puesto estratégico, en el centro de la vieja trama, de la ancestral tela de araña de las corruptelas municipales, factótum indispensable y servicial al que sólo le faltaba incluir al dorso de su tarjeta un eslogan rompedor: "Inaugure más temprano consultando a Victoriano".

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