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Reportaje:

Un 'zaratustra' en el Retiro

Juan Ripollés llega a Madrid de la mano de Ana Botella con 21 esculturas

Patricia Ortega Dolz

Él dice que, por no tener, no ha tenido ni madre. Esa mujer que le parió hace ahora 77 años falleció en ese mismo instante, al igual que su hermano gemelo. Fue así como Ripo (Juan Ripollés, Castellón, 1932) llegó al mundo: solo. Y solo empezó a descubrirlo, como Zaratustra, el personaje del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, en una simbiosis casi perfecta con la naturaleza, con el espíritu libre y desprejuiciado del niño. Se conformaba así un ser tan vital y asilvestrado que hacía figuritas con moñigas de caballo; una especie de superhombre nietzscheano, con una energía arrolladora capaz de transformar el mundo hasta apropiárselo. Y así, hasta hoy, que pasea por el Retiro entre 21 de sus esculturas, con rostros sobredimensionados en relación al cuerpo y realizadas en bronce y fibra recubierta de cristal de Murano, todas sin nombre: "Soy un mal padre, me preocupo de que nazcan pero luego...". La exposición durará hasta el 10 de junio.

El artista se mueve como pez en el agua entre políticos y empresarios del PP

La muestra, llamada Universo urbano, viene de Sevilla y de Córdoba y está patrocinada por la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) y la Concejalía de Medio Ambiente que dirige Ana Botella, quien la inauguró el miércoles pasado. Será casualidad, pero la esposa de Aznar y el propio ex presidente son amigos de Ripollés desde hace años, cuando veraneaban en Oropesa. Ellos y todo el núcleo duro del PP valenciano. Fue precisamente el presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, quien presentó a los Aznar a este artista estrafalario, que se mueve como pez en el agua entre los empresarios y políticos populares, sobre todo los valencianos. No en vano sus esculturas proliferan por Castellón y Aznar le encargó el cuadro más grande del palacio de la Moncloa.

Tres hijos ("magníficos"), tres mujeres ("porque el amor nunca puede convertirse en trabajo") y una obra que, pese a no ser un artista de primera fila, ha dado la vuelta al mundo ("si mi escultura no tiene sitio aquí, lo encontrará en Japón"). Ripo ha conseguido vivir en una especie de tiempo absoluto: "No sé si tengo 100 años o seis. Estoy viviendo mi vida como la he vivido siempre, haciéndome un buen guiso con ella y esto se manifiesta en el trabajo, donde soy libre y convierto mis pequeños fracasos en éxitos, sin estar en el engranaje de la sociedad".

Todo lo hace así. Hasta su vestimenta estrafalaria responde a ese instinto de adaptar el mundo a sí mismo; proviene de esa manera, tan primaria como divina, de concebir la realidad como materia moldeable, que puede recrearse a la imagen y semejanza de uno. "Me compré un gorro de paja para no quemarme la calva, pero no me sentía, y entonces me puse un pañuelo como los de los albañiles y, por último, fui moldeando los nudos hasta convertirlos en cuernecillos rígidos a base de pintura, y así me encontré conmigo mismo con gorro", cuenta.

Y, tras empezar siendo aprendiz de una empresa de pintura industrial con 12 años y estudiar por las noches en la Escuela de Artes y Oficios de Castellón hasta los 20, ha terminado inventando una nueva técnica de grabado: "el grabado matérico". "Si Goya revolucionó esta disciplina cuando le aplicó resinas -que fue como pasar de la imagen en blanco y negro al color-, yo he incorporado materias al grabado: pulpa de cobre, de vidrio, o arena, hasta poder dominar el efecto de esos componentes en la obra", cuenta sin dejar de mover esas manos de casi 80 años.

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El mismo afán experimentador, le llevó a pintar "como los rupestres", lanzando el polvo y los pigmentos sobre el lienzo o simulando una lluvia sobre las piezas con vaporizadores para crear ciertas manchas: "El arte es una ciencia no demostrativa, con leyes contrarias al resto de los conocimientos, pero ahora vive en la era del máximo beneficio con el mínimo esfuerzo".

Juan Ripollés junto a una de las 21 esculturas de la exposición ubicada en el Retiro.
Juan Ripollés junto a una de las 21 esculturas de la exposición ubicada en el Retiro.LUIS SEVILLANO

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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