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Reportaje:APROXIMACIONES

Mujeres en el 'Quijote'

La representación de lo femenino en el Quijote ocupa un lugar jerárquico nada desdeñable, como ya han mostrado, puntualmente, en el pasado Concha Espina, Azorín, Carmen Castro, Avalle-Arce, Lidia Falcón, Ruth El Zafar, H. J. Neuschafer, Iris M. Zavala o Márquez Villanueva. De la mujer más épica, Marcela, al títere del retablo de Maese Pedro, Melisendra, sabemos que todos los conflictos del sujeto relacionados con la libertad, la dignidad, el deseo, la aventura, el compromiso, el riesgo, el sexo, el erotismo, los celos, el encantamiento, la visión mágica, la locura, la tragedia y la venganza, aspectos todos ellos centrales en la novela de Cervantes, admiten una lectura paralela a través de estas figuras femeninas. Desde los episodios más altos, en Sierra Morena, como en los más profundos, en la cueva de Montesinos, todos los sentimientos se encuentran elaborados, pensados, contrastados y razonados por este lúcido gineceo que transforma la parodia de la novela de caballerías, y aun la novela de caballerías, en una novela moderna de debate. Son mujeres inquietas, errantes, temperamentales, apasionadas, divertidas, graciosas, socarronas, sentimentales, independientes, hoscas, compasivas, irónicas, vulnerables y fuertes. Y las orejas de don Quijote entran en este gineceo hasta saber muy bien la lengua de las mujeres en su cordial maniobra de aproximación. Rosa Rossi nos habló sabiamente del lado femenino de Cervantes, que lleva tanto a su autor como a sus sujetos deseantes, empezando por don Quijote, y siguiendo por las más radicales, Marcela o Maritornes, a hacer su voluntad. El Quijote interpreta esta nueva sentimentalidad, logrando invertir el sentido de la historia central. Se intercambian, entonces, los papeles de los personajes, desplazándose el punto de atención de la obra a los momentos menos militares y más tiernos. Nace una subjetividad nueva, independiente de su sexo, y en particular femenina, que no se puede silenciar. Cervantes pone a las mujeres a hablar desde el sofá del psicoanálisis en una época contrarreformista, en un mundo en el que sólo imperaban los modelos del cristianismo viejo y de la sociedad estratificada y patriarcal.

Con las mujeres, Cervantes restituye para la realidad esa verdad oculta que la realidad tarda en mostrar

Misteriosa, nuestra novela las

mantenía intocables, pese a que tantos ojos han entrado a saco en sus páginas hasta el punto depredador que criticara Jorge Luis Borges, sin agotarse, por lo que vemos, el territorio libre que a este propósito quedaba. Capacidad de Cervantes, transferida al propio don Quijote, para escuchar a esos sujetos creados en la verdad, sujetos que contribuyen a crear la atmósfera ética del libro. Recordemos que las primeras interlocutoras del camino son las dos damas-prostitutas, la Tolosa y la Molinera, que asisten a la ceremonia en la venta en que don Quijote es armado caballero. De la primera, dijo el narrador: "Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa... y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que, por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase 'doña Tolosa'...". Lo mismo sucede con la compañera, "a la cual también rogó don Quijote que se pusiese don y se pusiese 'doña Molinera". Es, evidentemente, una de las primeras parodias de la novela, pero muy significativa en tanto que todavía no ha aparecido el escudero, cosa que tendrá lugar después de la primera vuelta al hogar del hidalgo. El siguiente diálogo con la femineidad lo tiene don Quijote con el ama y la sobrina, diálogo pendenciero a cuenta de los libros de caballerías con la expresión del hidalgo a la joven de "¡cuánto te equivocas!". Don Quijote se hace confidente de doña Rodríguez para que ésta desembuche "todo aquello que tiene dentro de su cuitado corazón y lastimadas entrañas, que será de mí escuchada con castos oídos y socorrida con piadosas obras". Frente a tantas damas que intentan contemplar obscenamente su interioridad, don Quijote desea desnudarse ante la bella Dorotea, sorprendida: "Pues, ¿para qué quiere vuestra merced desnudarse? -dijo Dorotea" . Cervantes consigue a través de la oreja de don Quijote hacernos llegar estos impactos. Dejar escrito el autocontrol de Dorotea, sus razonamientos acerca del amante traidor, su sangre fría para reclamar por la vía de la lógica y de la emoción perfectamente conjugadas su derecho, es una prueba que nos ofrece la literatura de una arraigada verosimilitud. Cervantes nos las hace creíbles, como nos convence de que las prostitutas podrían ser grandes damas, buenas lectoras (el caso de Zoraida, Luscinda, Dorotea) y completas en cuanto personajes. Vinculadas tan estrechamente con los oídos del hidalgo, sus vidas son propuestas al entendimiento del lector en un proceso de simetría con el humano discurrir. Así Cervantes ataca los productos mediocres que entretienen (la novela de caballerías) frente a la nueva aventurera. Eso se observa en el capítulo 47 de la primera parte: el portavoz de Cervantes, el canónigo, pide de la literatura y fin superior a entretener: mostrar, formar y enseñar. Y gracias a la recepción del personaje de la nueva palabra que encarnan los personajes femeninos, éstos ya son cercanos, capaces de crear una complicidad en el lector "di, que yo te responderé", la frase que concede a Sancho es la misión de don Quijote con las mujeres. Con facultad de oyente las asiste, y transmitiendo sus razones, hasta ese momento extraterritoriales, aventureras, deshonradas, las restituye como seres de voluntad y acción, como esas figuras reflexivas de las que hablara Carlos Fuentes. Con ellas Cervantes también restituye para la realidad esa verdad oculta que la realidad tarda tiempo en mostrar. Incluso la verdad que corresponde a la parcela de realidad que representa la amada Dulcinea, personaje encantado que don Quijote pretende alumbrar y que es alumbrado en tanto que suceso vivido por el mismo Cervantes, y conducida hasta la entraña del hidalgo.

Fanny Rubio es escritora y profesora de la Universidad Complutense. El mes pasado dirigió el I Congreso Internacional El Quijote en clave de mujer/es.

SOLEDAD CALÉS
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