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Reportaje:LIBROS | Escaparate

Nostálgico Joseph Roth

Tres libros del escritor austrohúngaro de origen judío Joseph Roth (1894-1939) aparecen ahora en librerías, sumándose a la ya nutrida biblioteca en castellano de sus obras. La rebelión (1924) es una novela breve, de estas que leemos de un tirón y con el alma en un puño al sospechar enseguida que su magnífica prosa nos revelará el desdichado destino que aguarda al ingenuo personaje principal; en este caso, Andreas Pum, un mutilado de guerra fiel al Estado y amante del orden establecido al que un incidente trivial en el tranvía lo conduce a la cárcel, enfrentándole así con la maquinaria represiva de un poder que no distingue a los ciudadanos "leales" de los "provocadores y revolucionarios". Pero el fondo del asunto, como siempre en Roth, es la preocupación por "las gentes sencillas", y el clamor por la injusticia divina, que suele cebarse en pobres diablos solitarios a los que condena al delirio y la extinción en medio de una sociedad indiferente.

Además de ser autor de magníficas novelas, entre ellas, Job y La marcha de Radezsky -dos libros esenciales del siglo XX-, Roth fue también un periodista de fuste, muy cotizado en su época. Desde 1919 hasta su muerte en París -en donde terminó alcoholizado, pobre y con el alma desgarrada por el exilio, además de por la esquizofrenia incurable de su bella esposa- publicó cientos de artículos y reportajes periodísticos que aportan un vivaz testimonio de la convulsa Europa de entreguerras. El agudo reportero, de pluma ágil y verbo preciso, seguía a rajatabla un lema que le honraba: "Ser capaz de decir en medio folio cosas interesantes". En castellano contamos con varias selecciones de sus artículos: Crónicas berlinesas (Minúscula), La filial del infierno en la tierra (Acantilado) y El juicio de la historia (Siglo XXI), que siempre saben a poco; a éstos se suman ahora Viaje a Rusia y Judíos errantes.

En 1926, el Frankfurter Zeitung envió a Roth a la Unión Soviética como corresponsal. Hacía apenas nueve años del triunfo de la Revolución de Octubre y Europa vivía ávida de noticias de aquel añorado paraíso proletario. Roth llegó ilusionado, pero lo que vio le dejó perplejo, tanto que con sorna le comentaría a Walter Benjamin que entró en Rusia "casi como un bolchevique convencido", pero que salía del país como "monárquico".

Ciudades de gentes grises y mal vestidas, sin poesía, sin pasado, en las que reina el apresuramiento y donde hombres y mujeres fruncen el ceño; en las que ya no hay lugar para la vida privada, acosada entre las asambleas y la fábrica; donde no se estilan el lujo ni las frivolidades, pero los odiados "burgueses" son sustituidos por una nueva especie: el "proletario-filisteo". Roth describe las costumbres impuestas por el joven Estado soviético que ha implantado por decreto el racionalismo banal que rige una vida sin metafísica; o la nueva moral sexual que sepulta el erotismo y convierte a la mujer "liberada" en un asexuado "factor social de producción". Con amargura, Roth constató en sus artículos la evidencia de que el joven Estado comunista estaba lejos de alcanzar una sociedad más humana. Fragmentos del diario que el escritor llevó durante el viaje, incluidos en el libro, muestran, además, la creciente ansiedad personal que por aquella época atenazaba al escritor, a disgusto en aquella Rusia inhóspita; los sentimientos hacia Friedl, su mujer, lo acuciaban: "Uno no puede viajar si tiene el corazón unido a alguien", escribía.

Concluido el periplo ruso, Roth terminó asimismo el tercer libro que nos ocupa, un memorable reportaje en el que describe las costumbres y el carácter de los judíos centroeuropeos y orientales en la época de entreguerras. En 1927 Europa rebosaba de miembros de esa raza errante y malquista, y de antisemitismo: en Moscú, Viena, Berlín y hasta en París los judíos eran visibles por doquier: magnates, chamarileros y pordioseros, artistas, comerciantes e intelectuales también emigraban a América, y se los veía apiñados en estaciones y puertos, siempre cargados de hijos y de trastos, yendo de una patria a otra, sin tener ninguna, adaptándose a todas y soñando con ficticios Estados en las nubes. Libro imprescindible, un ejemplo más de esa prosa potente y expresiva de Roth, tan ingenioso en metáforas como atento a los detalles, y todo ello teñido de empatía y nostalgia.

Joseph Roth. La rebelión. Traducción de F. Formosa. Acantilado. Barcelona, 2008. 148 páginas. 14 euros. Viaje a Rusia. Traducción de P. Madrigal. Minúscula. Barcelona, 2008. 234 páginas. 16,50 euros. Judíos errantes. Traducción de P. Sorozábal. Acantilado. Barcelona, 2008. 124 páginas. 14 euros.

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