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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ojo de lupa de los sentimientos

Finalizo esta novela de Pablo Caballero (Madrid, 1974; múltiples trabajos precarios, acaso el de cartero también; ésta es su primera novela: no hay más datos) en una sofocante tarde de julio y alterno su final con la visión de varios capítulos de la cuarta temporada de El ala oeste de la Casa Blanca, esa estupenda serie que TVE no nos ha sabido pasar bien, los correspondientes a la reelección del Presidente Bartlett, donde la obsesión de sus asesores son las frases cortas: frases cortas, frases cortas, ése es el mensaje para seducir a electores, pero ¿y lectores? Pablo Caballero ha escrito una primera novela (publicada a los 31 o 32) llena de frases cortas, no les digo más que tal vez una de las más largas sea la del título, un título descriptivo en exceso. Lee el lector el título y ya sabe de qué va, desde luego. Utiliza frases cortas -decir "toque Azorín" es una majadería- porque así le caben en la botella de náufrago, pues este cartero madrileño es un náufrago en la gran ciudad, con los índices de soledad alarmantemente disparados, un cartero que reparte cartas -bancarias, qué romanticismo hay en ello- y que, de vez en cuando, cuela, en su buzoneo diario cartas desesperadas de soledad, páginas de un diario, gritos de ayuda, papeles de socorro. Y eso es, además, lo que hace con nosotros, lectores de vuelta de vacaciones que recogemos a duras penas nuestro correo amontonado y apresuradamente ordenamos estas páginas para que tengan sentido, y el resultado es esta novela, la de un cartero casi enamorado (ella se llama Eva, ¿era necesario el "aviso a los lectores", en la contracubierta, con tantas frases largas?), con un ojo de lupa que pasa sin pausa por la triste vida del protagonista. Sus poros, los de éste, se agrandan en este espejo de maquillaje que es la novela. La lupa, el espejo, cartografían la grisura de la vida, la soledad, la mediocridad. Lo único que ocurre es que el ojo de lupa cansa un poco, destaca cosas que, literariamente, poco favor le hacen al resultado final, pues estas cartas clandestinas lo son, billetitos de soledad, hojillas de socorro que mete el náufrago en la botella (siempre he pensado que los mensajes se escriben en las páginas de cortesía del libro favorito que uno se llevaría, en la pregunta tópica, a la isla desierta), pero también Cartas clandestinas... es una novela y acaba siendo poca cosa con tantas frases cortas (buenas para electores, no así para lectores) y tanto ojo de lupa. Apresada en el espejo de maquillaje esta novela descubre más poros vacíos, acné juvenil, que interesantes lunares en las proximidades de un labio femenino. Creo que a una primera novela, y publicada en una editorial como ésta, con intención de subrayar lo diferente, se le debe exigir algo más. No sólo frases cortas, ojos de lupa.

CARTAS CLANDESTINAS DE UN CARTERO CASI ENAMORADO

Pablo Caballero

Caballo de Troya. Madrid, 2006

156 páginas. 11,90 euros

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