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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Raíces de la calamidad

El inspector Martin Beck ocupa un lugar estratégico en la novela negra europea. Apareció por primera vez en esta novela, Roseanna, en 1965. Hasta ese momento, el único policía de ficción capaz de medirse con cualquiera de los grandes detectives del género era el comisario Maigret, que a su vez apareció por vez primera en la novela Pietr el letón, en 1931. Nadie ha conseguido superar al escritor belga en este terreno, tanto con Maigret como sin Maigret. El inspector Maigret ha dado origen al modelo de detective europeo no inglés desde los años treinta. Pues bien, Martin Beck -descendiente a su modo de Maigret-, creación de la pareja Sjöwall y Wahlhöö, es el padre de ese tipo de policía descreído y socialmente descolocado, producto del malestar de la sociedad del bienestar, que se extiende desde Wallander o Brunetti hasta Montalbano o Pepe Carvalho.

ROSEANNA

Maj Sjöwall y Per Wahlöö

Traducción de Cristina Cerezo

y Martín Lewell

RBA. Barcelona, 2007

272 páginas. 16 euros

Roseanna es un relato de acción expectante, lleno de diálogos cortos y precisos en los que se va al grano con un alto sentido de lo inmediato; valdría también decir de la normalidad de la labor policiaca. Son diálogos que o bien marcan con sutileza la psicología de personajes o bien subrayan esa "acción expectante" sin ir más lejos porque para ello está una forma de descripción muy decantada, muy bien ajustada a los tiempos muertos de una investigación, que sólo se entretiene en los datos precisos para que el relato avance.

La novela cuenta el hallazgo de un cadáver de mujer en la esclusa de un canal de navegación fluvial. El escenario y los personajes se desenvuelven lentamente en torno a Beck más que a la asesinada. Hasta cerca de la mitad de la novela apenas sabemos otra cosa que el nombre de la mujer: Roseanna, y lo que descubre Beck a partir de la información procedente de Nebraska -lugar de origen de Roseanna- es no sólo desconcertante sino, en apariencia, poco alentador. Es la fijación de Beck la que mantiene al lector en la intriga, pues la investigación avanza sobre el desconocimiento del asunto, no sobre el misterio; de hecho, se trata de un crimen no especialmente llamativo ni espectacular que se compadece bien con el tesón de Beck y su equipo por atacar un problema aparentemente inatacable por falta de información.

Los autores van extendiendo

la novela tanto sobre el asunto de la muerta desconocida como sobre el conjunto de personajes que, poco a poco, van apareciendo en escena, incluidos aquellos que sólo responden funcionalmente a interrogatorios concretos producto de la rutina profesional. Su papel no es tanto el de dar "pistas" para la resolución del crimen como el de crear un clima que, paso a paso, se va a apoderando del relato, lo va densificando y, en definitiva, muestra el mundo en que se mueven el inspector y su equipo. En la investigación hay lógica, sobre todo; una lógica lenta, pausada, paciente, que condiciona el desarrollo de la novela, la alarga en el tiempo, la va llenando de sentido: porque en verdad debe decirse que, siendo una verdadera novela policiaca, es también una novela de vida, de relato de vida que contiene una visión del mundo.

A medida que el final se acerca, los autores van forzando el ritmo de la narración hasta que la propia acción se confunde con la intención del libro y desemboca en una resolución excelente y, en cierto modo, desoladora. Hay una frase en el libro que sitúa muy bien esa resolución y que impregna todo el espíritu de la novela: "Los asesinos son gente completamente normal, sólo que más infelices e inadaptados". Por esa vía transita el mundo del inspector Martin Beck, quien no se halla muy lejos del Maigret de El asesino de la esclusa. Hay un modo de llevar la investigación de estos crímenes, más sórdidos que "glamourosos", que pertenece a la tradición europea y que indaga en los modos de ser y en las raíces de la calamidad, lo que la hace única y diferente. Gracias a gente como Simenon o como Maj Sjöwall y Per Wahlöö disponemos de una literatura policiaca distinta y propia que hoy en día quizá sea la que mejor preparada está para enfrentarse al estúpido mundo de los "efectos especiales" o las simplezas psicopáticas con que se infantiliza a un público obsesionado con juegos de aturdimiento que anulan nuestra imaginación.

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