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Reportaje:LIBROS

Un escritor anónimo

Javier Rodríguez Marcos

José Agustín Goytisolo, que se definía como "catalán cubano en lengua de Castilla" y al que le gustaba recordar que, en vasco, su apellido significa "campo de arriba", en el fondo era un poeta anónimo. Como indica la novelista y profesora Carme Riera, directora de la Cátedra José Agustín Goytisolo de la Universidad Autónoma de Barcelona, los lectores tienden a convertirse en "okupas de sus versos" y él mismo estaba de acuerdo en que "la poesía no es de quien la trabaja sino de quien la necesita". En uno de los epigramas de Cuadernos de El Escorial (1995), lo dijo así: "Hay quien lee y quien canta poemas que yo hice / y quien piensa que soy un escritor notable. / Prefiero que recuerden algunos de mis versos / y que olviden mi nombre. Los poemas son mi orgullo".

"Prefiero que recuerden algunos de mis versos / y que olviden mi nombre. Los poemas son mi orgullo", escribe en 'Cuadernos de El Escorial'
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Un notable escritor anónimo, pues. Elegiaco y satírico. Muy urbanita y contemporáneo y muy medieval. De hecho, esa sensación -la de algo "nuevo, sorprendente, pero también con sabor añejo, entre medieval y renacentista"- es la que, según recordaba él, tuvo Goytisolo la primera vez que escuchó sus textos en la voz de Paco Ibáñez. Fue alrededor de 1968. El poeta había publicado ya 5 de sus 21 libros de poemas -de El retorno (1955) a Las horas quemadas (1996)- cuando el músico se presentó en su casa con una guitarra para cantarle algunos de sus versos: "No tuve tiempo para sentirme halagado, porque me asusté. Me parecían poemas de otra persona, escritos como para ser cantados o hechos cantando".

"A veces la verdadera intención de un poema aparece cuando sólo cuando lo cantas", cuenta Paco Ibáñez. "Lo que hay que hacer es encontrarle la música".

Que los poemas de José Agustín Goytisolo hayan pasado por la voz de Joan Manuel Serrat, Rosa León, Kiko Veneno, Los Suaves, Muchachito o Peret demuestra la naturalidad de sus versos y el acierto primero de Paco Ibáñez, que empezó con 'Me lo decía mi abuelito' y 'El lobito bueno' y cuya versión de 'Palabras para Julia' se ha convertido en un icono de la cultura española reciente. De hecho, en 1994, el poeta y el cantante iniciaron juntos la gira La voz y la palabra, que se convertiría en disco tres años después. "Improvisábamos mucho", recuerda Ibáñez. "José Agustín tenía mucha chispa y mucho sentido del ritmo del espectáculo. Sabía interpretar el humor del público. En el fondo funcionábamos como músicos callejeros".

'Palabra para Julia', apareció originalmente en el libro Bajo tolerancia (1973), un título que incluía también textos hoy emblemáticos como 'Así son', dedicado a los poetas, "las viejas prostitutas de la Historia". Era una muestra del escritor culto y "notable" que, además de popular, fue siempre José Agustín Goytisolo, miembro destacado de la Escuela de Barcelona. Así bautizó al grupo catalán de la generación de los cincuenta -Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral y el mismo Goytisolo- Carme Riera, responsable ahora de las ediciones de Más cerca. Artículos periodísticos (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) y, junto a Ramón García Mateos, de Poesía completa (Lumen). Ambos volúmenes se presentarán en Barcelona el próximo jueves, día en que se clausura un congreso internacional dedicado a José Agustín Goytisolo -en el que Luis Goytisolo hablará de su hermano por primera vez en público desde su muerte- al tiempo que se inaugura una exposición dedicada a su figura en el Círculo de Lectores.

Para Riera, la popularidad del autor de Claridad convive hoy con su condición de "patito feo" dentro de su círculo literario. Para ella, sin embargo, "ni era el menos sabio ni el menos cosmopolita. Además, Gil de Biedma y Ángel González se decidieron a usar la ironía leyendo a José Agustín. Tal vez, eso sí, le perjudicó el hecho de publicar tanto y de recolocar poemas antiguos en libros nuevos".

Nacido en 1928, Goytisolo fue un niño de la guerra al que marcó la muerte de su madre en marzo de 1938 durante un bombardeo sobre Barcelona de la aviación italiana a las órdenes de Franco. Esa muerte protagoniza, además, su primer poemario, El retorno. Con aquel libro marcadamente elegiaco se daba a conocer uno de los poetas fundamentales de una generación entre cuyos miembros figuran, además de sus amigos barceloneses, poetas como José Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Ángel González o Francisco Brines. Con el tiempo, a las antologías canónicas del grupo se añadirían nombres como Antonio Gamoneda y María Victoria Atencia.

En realidad, Goytisolo ejerció siempre de puente entre poetas de diferentes procedencias merced a su paso por Madrid, entre 1946 y 1951, para estudiar Derecho. Además, en un colegio mayor de la capital coincidirá con autores como Ernesto Cardenal, José Coronel Urtecho y Carlos Martínez Rivas. Así nació su interés por la literatura de América Latina. Con todo, la gran labor divulgadora la realizó José Agustín Goytisolo con los escritores en lengua catalana, a los que tradujo sin descanso. Suya fue la iniciativa de lanzar la colección bilingüe Marca Hispánica y suya fue, en 1968, la antología Poetas catalanes contemporáneos. A los maestros de aquella selección (Foix, Espriu, Vinyoli, Riba) se unieron los nuevos autores (Pere Gimferrer, Marta Pessarrodona, Pere Rovira) en 1996, dentro de Veintiún poetas catalanes para el siglo XXI (Lumen), un libro en el que el autor de A veces gran amor lo hizo todo: la selección, la traducción, el prólogo y hasta las peculiares notas que presentan a cada seleccionado.

Joan Margarit, uno de los incluidos en aquel volumen, recuerda la generosidad de autores como Enrique Badosa y Goytisolo: "José Agustín usaba su nombre de poeta conocido para llamar la atención sobre escritores que sin él ni sonarían a los lectores de fuera de Cataluña. Lo importante que fue lo vemos ahora que no está y que casi te tienen que traducir los amigos".

En el último libro de Margarit, Misteriosamente feliz (Proa en catalán/Visor en castellano) se incluye un poema dedicado a Goytisolo, 'Una ventana a la calle Marià Cubí'. Es la ventana desde la que cayó el poeta el 19 de marzo de 1999. Como si la suma de poesía y caída sólo pudiera dar suicidio, las conjeturas se dispararon. El juez que levantó el cadáver afirmó que no pueden determinarse las causas del fallecimiento. En un verso del último libro de José Agustín Goytisolo se lee: "La eternidad no existe". Puede que sea cierto para los poetas. Tal vez no lo sea para los poemas. Sobre todo para los anónimos.

Cincuenta años, más de medio siglo

1959 fue el año fundacional de la generación literaria del medio siglo. Algo así como el 27 para la generación del mismo nombre. Si Alberti, Lorca y compañía viajaron a Sevilla para homenajear a Góngora, Goytisolo y los suyos viajaron a Collioure para visitar la tumba de Antonio Machado. A aquel 22 de febrero (y sus alrededores) acaba de dedicar la revista Ínsula un número monográfico. Coordinado por la profesora Araceli Iravedra, colaboran en él, entre otros, José Manuel Caballero Bonald, Luis García Montero, Ángel L. Prieto de Paula, Carme Riera y Josep Maria Castellet. "Aquellos niños flacos; / tiznados; que jugaban / también a guerras: cuando / -grave y lúcido- ibas / viejo poeta al encuentro / de esta tierra en que yaces", dicen unos versos del propio José Agustín Goytisolo dedicados a aquel viaje del que salieron un puñado de fotos, la idea de publicar una colección de poesía con el nombre del pueblo francés y el propósito de promocionarse como grupo por parte de escritores a los que hoy leemos como clásicos. Poeta por poeta, más allá de grupos y de fotos generacionales. A veces medio siglo dura más de cincuenta años.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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