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Crítica:Novela gráfica
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La musa de París

Kiki de Montparnasse. Un nombre cuya sola mención evoca el París de entreguerras, de esos tiempos de bohemia y creatividad sin límite donde las terrazas de La Closerie des Lilas o del Dôme acogían apasionados debates entre los artistas del movimiento dadá y los que abrazaban el surrealismo. Años de encantadora locura que acogerían a una jovencísima Alice Prin, recién llegada de provincias para quedar subyugada por la actividad incesante de la ciudad. Trabajando de modelo para diferentes artistas, pronto comenzó a ser la protagonista principal de la vida del barrio, transformándose a sí misma en un personaje que se convertiría en el símbolo y espíritu de una época: Kiki de Montparnasse. Su figura se alza como un eje conector entre dadaístas y surrealistas, pintores, escultores y fotógrafos. De Tzara a Fujita, de Cocteau a Man Ray, de Modigliani a Léger. La rabiosa experimentación de esos años, siempre a la caza de nuevas formas e imágenes que rehusaban la catalogación y la repetición de esquemas, coincide paradójicamente en la presencia de esta mujer de arrebatadora personalidad.

Kiki de Montparnasse

José-Louis Bocquet y Catel Muller

Sins Entido. Madrid, 2007

384 páginas, 19,95 euros

Es tal la fuerza de Kiki que abordar su vida, más allá de las memorias que ella misma escribió en 1929, parece casi una temeridad. ¿Cómo conseguir plasmar esta personalidad poliédrica y excesiva sin caer en los tópicos?

Una pregunta que, posiblemente, daría más de un dolor de cabeza al guionista José-Louis Bocquet y a la dibujante Catel Muller cuando afrontaron la inmensa tarea de llevar la biografía de Kiki a la historieta. Era complejo evitar ser atraído por las infinitas anécdotas, en muchos casos apasionantes, pero también era fácil convertir la novela gráfica en una sucesión de exhaustivos datos que dieran fe de todos los artistas con los que trabajó o tuvo contacto.

Un reto que los autores resuelven tomando un camino completamente diferente que aprovecha al máximo los recursos del lenguaje de la historieta: ver la vida de Kiki de Montparnasse a través de los ojos de Alice Prin. Intentan entender la personalidad de esta sorprendente y valiente mujer, dejando que la vida fluya de forma natural, acompañándola como notarios invisibles que van dando fe de sus pensamientos, deseos y anhelos, construyendo pieza a pieza las relaciones que existen entre personaje y realidad. Descubren poco a poco que en la aguerrida y acelerada Kiki no hay más que las irrefrenables ganas de vivir de la jovencita Alice que, reconvertida en una especie de Peter Pan dadá femenino, se niega a crecer para gozar al máximo de la vida, exprimiendo cada minuto. Según ella, sólo necesita una cebolla, una hogaza de pan y un vaso de vino para salir adelante, pero a través de las viñetas de Catel, descubrimos que su verdadero alimento es la vida, a la que se enfrenta con la misma inocencia y capacidad de sorpresa que la niña pueblerina y algo paleta que llega a París, perfectamente ejemplificada en su relación con Man Ray, un amor que intenta compaginar el espíritu libertario que impregna su entorno con la aspiración a formar una familia tradicional, como la que ella nunca ha tenido. Una vida que descubrirá a través del arte y los artistas, entregándose a ellos con sinceridad y contagiándoles de su torrente vital para convertirse, efectivamente, en la primera musa de carne y hueso de la historia, la musa-reina de Montparnasse.

Un seguimiento que va creciendo en páginas y que obliga a los autores, por razones obvias de espacio, a dar grandes saltos cronológicos en su relato. Aunque a priori puedan generar cierta confusión en el lector, pronto se revelan como parte de un agraciado efecto secundario de la estructura narrativa elegida: ver a través de los ojos de Alice supone también tener una butaca de primera fila para asistir a uno de los periodos creativos más subyugantes de la historia del arte. La confluencia de movimientos y artistas que vivió el barrio de Montparnasse, única e irrepetible, se traslada al espectador no como un hecho histórico, sino como un cúmulo de sentimientos y sensaciones, que refleja con mayor fuerza, si cabe, la ebullición creativa y el debate artístico continuado que se vivía en esa época.

Bocquet, escritor ya curtido en las lides biográficas con libros sobre Clouzot, Goscinny o Hergé, tiene la suerte en esta novela gráfica de contar con la colaboración gráfica de Catel Muller, una autora cuyos trabajos previos devienen en afortunada experiencia para este Kiki de Montparnasse. Por un lado, su labor como ilustradora infantil le permite no perder en ningún momento esa mezcla de ingenuidad, vitalidad y entusiasmo necesario para captar la atención de un niño, que conforman en este caso ingredientes básicos de la personalidad de Kiki. Por otro, su trabajo en la serie Lucie, versión femenina del Monsieur Jean de Dupuy y Berberian, de los que aprende los recursos precisos para desarrollar una serie de corte intimista y costumbrista. Dos cimientos sobre los que asentar su colaboración con Bocquet, en la que vuelca además, indudablemente, lo aprendido en su adaptación de la vida de otro icono cultural francés, Edith Piaf, y su reconocido trabajo en Le Sang des valentines, una obra que transcurre en la Primera Guerra Mundial y que le aporta un conocimiento previo del entorno social en el que nacerá el fenómeno Kiki.

Una obra que consigue atrapar la esencia de una época y de una de las personalidades más singulares del siglo XX, de la que hay que destacar además la exquisita edición española, muy superior a la original francesa. -

Algunas de las páginas de <i>Kiki de Montparnasse </i>(Sins Entido), con dibujos de Catel Muller y texto de José-Louis Bocquet.
Algunas de las páginas de Kiki de Montparnasse (Sins Entido), con dibujos de Catel Muller y texto de José-Louis Bocquet.

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