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Entrevista:Stef Penney | LIBROS | Entrevista

"El placer de escribir es tremendamente liberador y brinda la capacidad de alcanzar la perfección"

La escocesa Stef Penney (Edimburgo, 1969) decidió emprender una aventura por los parajes más salvajes, inhóspitos y fascinantes del Gran Norte canadiense, sin abandonar en ningún momento su trinchera de escritora en la British Library, la maravillosa sede londinense de la Biblioteca Británica. Allí, parapetada entre las interminables hileras de estanterías que forran su sala de lectura, imaginó un escenario invernal habitado por lobos y tramperos, por nativos indios, exploradores y pioneros europeos embarcados en la colonización de esa naturaleza indomable. El resultado de su estreno literario fue La ternura de los lobos, un relato de intriga y amores imposibles en el Ontario de mediados del siglo XIX, con el que logró hace dos años el Premio Costa, uno de los más prestigiosos de las islas británicas. De esa primera novela, que ahora va a ser trasladada a la gran pantalla, se ha destacado la frescura de su prosa (la crítica equiparó la narración a "zambullirse en nieve virgen") y, sobre todo, la veraz recreación de aquellos inmensos y gélidos territorios. La autora jamás ha puesto un pie en Canadá.

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Sangre entre las pieles
Primer capítulo de 'La ternura de los lobos', de Stef Penney

Penney, al igual que tantos otros escritores, concibe el ejercicio literario como "un viaje emocional" que no precisa de más herramienta que la propia imaginación, apoyada en su caso por una minuciosa labor investigadora. Pero también admite que su particular condición personal le abocó al año de encierro en la biblioteca para escribir La ternura de los lobos: entonces sufría de agorafobia, el miedo y la indefensión ante los espacios abiertos. Sentada en un café semioculto del norte de Londres, ella misma saca a colación esa enfermedad, que ya ha logrado superar, y recuerda con cierta aprensión la tremenda atención mediática que concitó tras hacerla pública, "la obsesión por el ángulo personal" que entrañaba su incapacidad para trasladarse físicamente al universo geográfico explorado en el libro. "Al principio temía ser considerada un fraude, especialmente entre los lectores canadienses, pero luego fueron los primeros en interesarse por la novela. He llegado a la conclusión de que poca gente conoce palmo a palmo su propio país y de que, en cualquier caso, la fotografía geográfica o histórica no es tan importante. Si escribes sobre aquello que te apasiona triunfarás, nunca si lo fuerzas", explica embelesada frente al ventanal que nos revela una ciudad inusualmente sepultada en nieve.

Ése es el objeto de su pasión, "el paisaje de los inviernos extremos, lleno de misterio y riesgo". Un pequeño atisbo de civilización, el asentamiento de colonos escoceses de Dove River, se ve conmocionado por el asesinato de un trampero francés, que coincide con la desaparición de un joven de la comunidad. La madre del chico recurrirá a un guía mestizo para lanzarse a buscarlo por un territorio brutal y hostil, en el que confluye un amplio abanico de personajes motivados por el amor, la ambición y oscuros intereses. La descripción del espacio físico y el ritmo de la narración denotan una caligrafía cinematográfica que está en el origen del libro. Stef Penney, quien suma a su licenciatura en Filosofía y Teología la formación como cineasta, califica su desembarco en la literatura como el fruto de un "error". En realidad quería escribir el guión sobre "un violento pedazo de la historia de Escocia del que poca gente ha oído hablar", la expulsión de decenas de miles de pequeños agricultores de las tierras altas (Highlands) por parte de los terratenientes, entre mediados de los siglos XVIII y XIX, que forzó una emigración masiva hacia el otro lado del Atlántico. "Nunca había pensado escribir una novela, pero acabé convencida de que la complejidad del tema no cabía en las costuras de un guión". El esfuerzo de supervivencia de aquellos colonos escoceses en el norte del continente americano fue el punto de partida de La ternura de los lobos, que la autora fraguó en formato de western. Aunque quiso hacer trizas el arquetipo femenino del género, "mujeres sosas y débiles", convirtiendo en su heroína a una mujer valiente, que desprecia las convenciones sociales de la época (en su relación con el guía indio) y está dotada de la fortaleza física que requiere la aventura. La señora Ross es el único de los personajes narrado en primera persona, recurso que subraya su fuerza y determinación.

Su figura preside un relato que se desarrolla en pleno dominio británico, con la Hudson Bay Company como gobierno de facto que controla el comercio de las preciadas pieles de lobo y rige las vidas de los habitantes del enclave canadiense. La fidelidad histórica con la que la autora desgrana el poderío de ese conglomerado -réplica de la Compañía de las Indias en Norteamérica- se sustenta en las largas sesiones sumergida en los archivos de la Biblioteca Británica. Y acabó incorporando al libro algún episodio real de aquel tiempo -como la fuga de un grupo de convictos noruegos- en forma de trama paralela. "Cuando das con un material tan fantástico, simplemente no lo puedes obviar", afirma.

El éxito de La ternura de los lobos se traducirá en los próximos meses en un filme dirigido por Justin Chadwick. Penney ha escrito y filmado dos cortos, pero no le tentaba probar con un largometraje, ni siquiera inspirado en su propia obra. Una vez vendidos los derechos se desentendió incluso del guión, "porque adaptar un libro es reinventarlo". Desencantada con el panorama de las multisalas que concentra la oferta del cine, hoy se decanta por "el placer de escribir, enormemente liberador y que te brinda la posibilidad de alcanzar la perfección". Se ha instalado en la capital británica para ultimar su segunda novela, que se ubica en la Inglaterra contemporánea, en escenarios urbanos y naturales, muy alejados de la radicalidad del paisaje que tanto le fascina. Sueños árticos, del americano Barry López, una obra sobre la exploración del Polo Norte, sigue siendo un referente de la literatura que más le gusta. Después de ganar el Premio Costa, la escritora se subió por primera vez a un avión para visitar varios destinos en Europa. Todavía no ha recalado en ese territorio canadiense recreado en La ternura de los lobos, y tampoco sabe si llegará a hacerlo algún día, quizá recelosa de que se evapore toda su mítica.

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