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PUNTO DE OBSERVACIÓN | OPINIÓN
Columna
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Apáñatelas solo

Soledad Gallego-Díaz

Hace unos años, U2 sacó un disco titulado How to dismantle an atomic bomb (Cómo desarmar una bomba atómica), y en una de las canciones Bono advertía: "Listen to me now. Sometimes you can't make it on your own" ("Escúchame. Algunas veces no te las puedes arreglar solo"). Esa es una buena manera de describir cómo se sienten hoy muchos españoles, jóvenes y no tanto: contando solo con ellos mismos y, acaso, con sus familias, frente a una bomba atómica. Enfrentados a una crisis brutal sin que alguien les ofrezca una opción ni les proponga un camino. El Gobierno del PSOE está muerto, lo admita o no, y el Partido Popular, que ha ganado las elecciones autonómicas y municipales hace menos de tres semanas, continúa encerrado en un autismo asombroso.

Si en el PP hubiera un portavoz económico, acabaría con las insensatas declaraciones de algunos colegas

A estas alturas, no parece que el PP vaya a ofrecer un acuerdo ni nada que se le parezca al PSOE, ni en el debate sobre el estado de la nación ni en foro alguno, porque cree que sería darle oxígeno cuando todavía tiene por delante unas elecciones generales en las que aspira a la mayoría absoluta. Desde el punto de vista de sus intereses, la jugada es evidente. Lo que es incomprensible desde todos los puntos de vista es que Mariano Rajoy no se haya decidido a hablar, con un discurso institucional capaz de mejorar los niveles de confianza en el país, o que, por lo menos, no haya designado a un portavoz económico con suficiente peso como para intervenir en la esfera pública, controlar la cascada de alocadas declaraciones que salen de sus filas y ayudar a proteger los intereses del Estado.

En época de Felipe González hablaron en su nombre Miguel Boyer y Carlos Solchaga; en época de José María Aznar representó ese papel Rodrigo Rato; en la de Zapatero, al menos durante algún tiempo, Pedro Solbes. Todos ellos, se compartieran o no sus puntos de vista, infundían respeto y aparecían ante los mercados internacionales como referencias indudables y seguras. Nadie, sin embargo, representa hoy día la línea económica del PP, nadie está enviando en su nombre señales a los mercados financieros, nadie está simbolizando ante los ciudadanos la confianza en que no afrontan solos la crisis o de que la llegada al poder del PP no significará exclusivamente el saqueo de lo poco que les queda. ¿Cómo es posible que Rajoy no sea consciente del daño que causa ese vacío?

Los ciudadanos miran asombrados el coste de la batalla, que el Gobierno tampoco ayuda a paliar. El descrédito de los partidos está en niveles inquietantes, pero seguramente rozaría las nubes si se colocara en la Puerta del Sol un contador gigante como el que existe en Times Square, en Nueva York, en el que se viera, segundo a segundo, lo que nos cuestan a los ciudadanos, en euros contantes y sonantes, las imprudentes declaraciones de algunos políticos y la negativa de otros a abrir nuevos cauces de contacto. Un portavoz económico del PP acabaría con el ruido de las insensatas declaraciones de algunos de sus colegas, y una actitud más abierta del PSOE permitiría la convocatoria del Consejo de Política Fiscal o de la Conferencia de Presidentes de Comunidades, como ha propuesto el PP. Cualquiera de las dos medidas contribuiría a que no se volatilicen en segundos los sacrificios de los ciudadanos.

Lo quiera o no, el próximo debate sobre el estado de la nación cerrará en el PSOE la etapa Zapatero y dará paso a la del candidato Pérez Rubalcaba, que debe definir rápidamente su estrategia y explicar, desde fuera del Gobierno, qué carga del pasado acepta y cuál se propone modificar. Lo primero que tiene que conseguir, en cualquier caso, es acabar con la actual sensación de que estamos en tiempo muerto y "on our own". -

solg@elpais

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