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PUNTO DE OBSERVACIÓN | OPINIÓN
Columna
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Armados hasta los dientes

Soledad Gallego-Díaz

Cuando se acaba un año se suelen publicar infinidad de balances y de resúmenes que pretenden sintetizar lo más importante ocurrido en esos 12 meses. En ese relato se pierden, en muchas ocasiones, datos que parecen secundarios, pero que probablemente merecerían una atención más cuidadosa. Por ejemplo, dos récords que se establecieron en 2009 en Estados Unidos: fue el año en el que los norteamericanos compraron más armas de fuego para su uso personal y el año en el que el Gobierno norteamericano vendió más armas a países amigos.

Según datos del FBI citados por la BBC, las estadísticas de ventas mensuales de armas de fuego en 2009 crecieron nada menos que entre un 15% y un 30% respecto a los mismos meses, enero a diciembre, de 2008. Las cifras son pasmosas porque se trató de un año con una fuerte crisis económica en el que los norteamericanos gastaron menos en casi todos los productos de consumo no imprescindible y porque las armas de fuego no son un objeto especialmente barato: una pistola normalita cuesta entre 350 y 500 dólares.

Bajo el mandato de Obama la venta de armas del Gobierno de EE UU a otros países ascendió a 38.000 millones de dólares

Según la Nacional Shooting Sports Foundation, el récord alcanzó no sólo a la venta de munición (que llegó a escasear en algunos momentos), sino a la mayoría de las armas tipo fusil semiautomático. En estos momentos, más del 50% de los hogares de Estados Unidos dispone de una o varias armas de fuego. En el espectacular aumento de ventas ha influido, sin duda, la permanente sensación de inseguridad que experimentan los ciudadanos norteamericanos, agobiados por las alarmas contraterroristas, y, quizá, el temor a que la llegada del Partido Demócrata al poder pudiera dificultar en el futuro la compra de determinados tipos de armamento. Un temor que fue desmentido por Barack Obama en su campaña electoral, pero que, según las encuestas, sigue vivo en el estadounidense medio. Como sigue viva la idea de que poseer un arma es la mejor garantía de defensa, pese a que, según datos oficiales, el 68% de los homicidios ocurren dentro del hogar y son provocados por "conflictos personales" y no por robos ni asaltos.

El segundo récord aludido es el de venta de armas Gobierno a Gobierno, que bajo el mandato de Barack Obama (premio Nobel de la Paz 2009) aumentó casi un 5% y alcanzó la cifra de 38.000 millones de dólares. Los principales clientes fueron los Emiratos Árabes Unidos (7.900 millones), Afganistán (5.400) Arabia Saudí (3.300), Taiwan (3.200), Egipto (2.100) e Irak (1.600 millones). El objetivo, según fuentes oficiales, fue "aumentar la seguridad de los socios de Estados Unidos".

El dato importante es que la sensación de inseguridad que viven los norteamericanos no disminuyó en 2009 y que no va a disminuir en 2010, que se ha iniciado, precisamente, con un nuevo atentado, fallido, protagonizado por un joven nigeriano que quiso hacer explotar un avión en vuelo. La nueva agresión explica las alarmas y el reforzamiento de la seguridad en los aeropuertos, pero debería hacernos recordar también que, en estas situaciones de riesgo y de amenaza, las autoridades de casi todos los países se esfuerzan en demostrar que están haciendo todo lo posible para proteger a sus ciudadanos y en reclamar apoyo incondicional para las medidas preventivas que quieren poner en marcha, y que unas veces están justificadas y otras son consecuencia de otros intereses o de la pasmosa facilidad con la que se convierten suposiciones en verdades indiscutibles. En los próximos meses, sugiere Hernando Álvarez, uno de los editores de la BBC en América Latina, convendría también promover un reforzamiento del escepticismo profesional en las redacciones periodísticas de todo el mundo, de forma que se ponga en juicio todo lo que no esté respaldado por evidencias. Cuanto más miedo tiene una sociedad, mayor es la tendencia a creer todo lo que diga el encargado de protegerla, y los periodistas no somos ajenos a esa propensión.

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