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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Autonomías de conveniencia

No. Definitivamente, no es el Gobierno de Evo Morales el mejor del mundo. Claro que no, ¿acaso alguno lo es? Pero es un Gobierno legítimo, votado por una inmensa mayoría de bolivianos, que todavía hoy encarna el deseo de transformar un país anclado en el feudalismo en una sociedad más justa y equitativa. En 2006, las viejas élites políticas y empresariales se parapetaron como pudieron en los gobiernos regionales -las prefecturas-. Estos gobiernos, dirigidos con mano de hierro por personajes vinculados directa o indirectamente con grupos e intereses de extrema derecha, han izado la bandera de la autonomía para minar la autoridad de Morales y sus ministros y, de facto, impedir cualquier acción de gobierno. A cuatro días del referéndum que debe dilucidar si Morales continúa o no, el propio alcalde de Santa Cruz de la Sierra, Percy Fernández, llamaba a las fuerzas armadas a "tumbar al Gobierno".

Y, sin embargo, de puertas afuera, tratan de difundir la idea de que son ellos quienes defienden la democracia ante el autoritarismo de Morales y de que las regiones "de progreso" luchan por una mayor autonomía frente al centralismo de La Paz; de ahí que se reclamen admiradores del modelo autonómico español. Pues bien, nada puede haber más falso en esta imagen. Las mismas élites que ahora se apegan a las banderas regionales de Santa Cruz o Tarija participaron entusiastamente en los gobiernos anteriores a Morales, ocupando cuantos cargos fuese posible y contribuyendo a ahogar a Bolivia en la pobreza. Baste recordar al propio dictador Hugo Bánzer, originario de Santa Cruz, para darse cuenta de que las élites cruceñas nunca habían sufrido demasiadas dificultades para acceder a los espacios del poder central.

Ayer, y a pesar de todos los esfuerzos de los prefectos por impedir el referéndum, los ciudadanos tuvieron la última palabra. Ojalá que las élites bolivianas, tan poco acostumbradas a escucharla, sean capaces de aceptar el resultado.

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