Bancarrota cubana
El futuro que promete Raúl Castro es el regreso al pasado de la fracasada economía planificada
Cuba se dirige aceleradamente hacia la bancarrota, pero su presidente asegura que no está dispuesto a correr riesgos de "apresuramiento e improvisación" en la aplicación de las medidas económicas teóricamente encaminadas a evitarla. Raúl Castro acaba de decir al Parlamento que es preciso "caminar hacia el futuro con paso firme y seguro". La idea de futuro de la dictadura de La Habana consiste en volver a los planes quinquenales y la planificación centralizada, en aras del fortalecimiento de la sociedad socialista.
Si la crisis es global, en Cuba resulta dramática. Y 2010 será el escaparate más cabal de esa realidad, según los responsables económicos de la isla. Una situación agravada por la permanencia en lo fundamental del injusto y contraproducente embargo estadounidense, pese a las esperanzas suscitadas en su día por la llegada al poder de Barack Obama. La falta de productividad y la crónica ineficiencia de la economía cubana se han aliado a la escasez de divisas para colocar al país batido por los huracanes al borde del precipicio. El Gobierno ha comenzado a eliminar subsidios y ayudas sociales y los cubanos esperan un ajuste acorde con un crecimiento para 2009 que se ha desplomado a poco más del 1%, desde las previsiones iniciales del 6%. En un país que trae de fuera el 80% de lo que come es fácil calibrar la importancia de una reducción de las importaciones cercana este año al 40%. La escasez se refleja en los numerosos productos que se caen de las cartillas de racionamiento, el desabastecimiento de las tiendas de divisas, el recorte del consumo eléctrico o el literal secuestro en los bancos cubanos de los fondos de empresas extranjeras.
Raúl Castro ha defraudado cada una de las expectativas alentadas tras el reemplazo de su hermano Fidel. La isla sigue siendo un perfecto Estado policiaco y la guerra fría con EE UU se mantiene, pese a las retóricas declaraciones de buena voluntad de ambas partes. Si el presidente cubano quiere de verdad descentralizar una economía comunista que sigue viviendo en el mundo utopista y ruinoso de Fidel Castro y el Che, aherrojada por el inmovilismo y los dogmas, no será con apelaciones como las escuchadas en la Asamblea Nacional como lo consiga.
El cambio en Cuba implica medidas radicales, también políticas, que por el momento no figuran en ningún guión del castrismo, sea cual fuere su intérprete.
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