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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Bandeiras espanholas

Valença do Minho, una localidad norteña de Portugal, suscita estos días de nuevo las eternas preguntas: ¿Para qué sirven las fronteras? ¿Quién las dibujó exactamente en un punto o en otro? En la vida cotidiana de los valencianos, como en la vida de los de la gallega Tui, la raya que separa España de Portugal y que se dibuja imaginariamente a lo largo del río Miño, era irrelevante. Unos pasaban a Valença para bañarse en la piscina pública y los otros acudían a Tui a un concierto de música o a repostar si ese día estaba más barata la gasolina aquí que allí. Todos, además, hablan el mismo idioma.

Sin embargo, el cierre, el pasado domingo, del servicio de urgencias nocturno del centro de salud de Valença ha trastocado

la vida del tranquilo enclave portugués. Dos centenares de sus vecinos marchan cada tarde como protesta y algunos han empezado a hacer manifestaciones dolorosas para el orgullo patrio de los lusos. "Para esto, más nos valdría ser gallegos", ha dicho uno. "Valença es España", ha escrito otro. "¡Viva España!", se ha desahogado una tercera ciudadana.

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Pero esta historia tiene un protagonista, un actor secundario y un resultado sorprendente. El actor secundario es el alcalde de Tui, que, generoso, ha ofrecido el centro de salud de su pueblo a los vecinos de Valença para desesperación del estresado personal sanitario español. "Serán bien recibidos", ha proclamado Antonio Rocha, lo que ha desatado la agradecida respuesta valenciana.

El protagonista se llama Carlos Natal, portavoz del colectivo de usuarios del centro de salud de Valença. Sin él, las protestas no hubieran merecido la atención de los medios y el consecuente disgusto del Gobierno de Lisboa. Natal tomó la osada decisión de encargar un millar de banderas españolas y repartirlas. Una iniciativa que, sorprendentemente, han acogido con entusiasmo los lusos, tradicionalmente recelosos de los españoles, aun a riesgo de ser tachados de antipatrióticos.

Y así es como finalmente ondean las rojigualdas en un pueblo portugués.

Por cierto, el proveedor de las enseñas es un comerciante chino del lado gallego.

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