Berlusconi, sin complejos
Berlusconi no da respiro a los jueces. Ya sea por los riesgos de acabar procesado por alguno de sus muchos negocios confundidos con la política, ya por sus reformas legislativas, los magistrados han encontrado en él una de sus preocupaciones más absorbentes. La última idea del primer ministro italiano ha sido limitar las escuchas judiciales a los casos relacionados con la mafia y con el terrorismo, excluyendo las que se autoricen para perseguir la corrupción. Si alguien ha demostrado lo que es llevar a cabo una política sin complejos, ése es Silvio Berlusconi. Y una vez más conviene aclarar las cosas. No es que se trate de una política sin complejos porque se confiese, sin sonrojarse, cantautor aficionado o porque se proponga, según dijo, destetar a sus ministras, sino porque es capaz de ponerse el mundo por montera en los asuntos que pueden afectarle.
La iniciativa de limitar las escuchas podría presentar, con todo, algunas dificultades. Se entiende que serían dificultades para cualquier primer ministro que no sea Berlusconi, quien tarde o temprano sabrá dar una respuesta a la altura de las expectativas. Si los sospechosos de pertenecer a la mafia pueden ser sometidos a escucha por orden judicial, falta por saber cómo hará la policía para distinguir a un mafioso de un corrupto. Una manera de establecer la distinción sería convocar un congreso de juristas. Otra, más sencilla, sería preguntarle directamente a Berlusconi. Seguro que el primer ministro italiano sabe cómo encontrar el matiz por el que se podrán intervenir judicialmente unas comunicaciones y otras no.
Habrá quien diga que este recurso al hombre más desinhibido de Italia iría contra la separación de poderes. La objeción sólo demuestra una alarmante falta de confianza. Porque si Berlusconi sabe distinguir entre un mafioso y un corrupto, cómo no va a saber hacerlo entre el poder ejecutivo y el judicial. Otra cosa es que no quiera o, más aún, que no haga falta. Cuando un gobernante está dispuesto a realizar una política sin complejos hay que confiar ciegamente en él, porque sólo él sabrá conducir a los tímidos al paraíso.
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