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Tribuna:LA CUARTA PÁGINA
Tribuna
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Bretton Woods y Washington: de ayer a hoy

Es difícil que la próxima cumbre internacional que se celebrará en Estados Unidos llegue muy lejos. Ni Bush, presidente saliente, ni Obama, recién elegido, tienen la autoridad para impulsar grandes decisiones

Se habla con frecuencia estos días de los paralelos entre la conferencia de Bretton Woods (julio, 1944) y la inminente reunión de Washington el próximo día 15. En efecto, algo tienen en común ambas conferencias en suelo norteamericano; pero las diferencias son quizá mayores. El mayor paralelismo radica en que las dos tratan de recomponer o reconstruir un sistema crediticio hecho añicos por una serie de catástrofes económicas: las de la Gran Depresión de los años 30 y la Guerra Mundial en el caso de Bretton Woods; y la derivada de la crisis de las hipotecas y las burbujas inmobiliarias, que estalló en Estados Unidos en junio de 2007, en el caso de la reunión de Washington.

La primera gran diferencia entre ambas radica en las circunstancias: la conferencia de Bretton Woods tuvo lugar en plena Guerra Mundial. Parecía ya clara la victoria de los Aliados, pero aún quedaba un año largo de lucha cruenta en Europa y en el Pacífico; hacía apenas un mes que las tropas aliadas habían desembarcado en Normandía e iniciado una lenta y trabajosa reconquista de Francia. Por graves que sean hoy los enfrentamientos internacionales y las guerras locales, la escala de tensión y violencia mundial es mucho menor.

El problema más acuciante en estos momentos es reconstruir el sistema de crédito
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Ya se habla de un nuevo encuentro tras la toma de posesión de Obama, el próximo 20 de enero

Otra considerable diferencia estriba en que la conferencia de Bretton Woods tuvo lugar unos 15 años después del inicio de la crisis económica en 1929. Transcurrieron una larga década de depresión y cinco años de guerra antes del histórico acuerdo que sentó las bases del sistema monetario internacional de la segunda mitad del siglo XX. La conferencia de Washington, por el contrario, está convocada a poco más de un año de estallar la crisis, cuando el calado y la extensión de ésta se han hecho indudables y temibles. La celeridad con la que se ha organizado la conferencia de Washington es un acierto, pero hay que recordar que también durante la Depresión se convocaron varias conferencias, como la de Londres en 1933, que al cabo concluyeron en fracaso.

También es bastante diferente el tipo de problema a resolver. En Bretton Woods se trató de encontrar solución a los problemas monetarios de un lado, y de reconstrucción física tras la guerra de otro. El problema más acuciante para los reunidos en Washington es el de la reconstrucción del sistema de crédito internacional. El sistema monetario internacional actual, aunque muy diferente del que surgió de Bretton Woods, no plantea graves problemas inmediatos que requieran una reunión internacional de la envergadura de la que se prepara en Washington. Tampoco son comparables los integrantes de ambas reuniones. En Bretton Woods se reunieron los países fundadores de la Organización de Naciones Unidas. En Washington se van a reunir las naciones más desarrolladas (el G-8) con una representación de las naciones emergentes (el G-12). En principio, las Naciones Unidas no tienen ningún papel en Washington, aunque sí lo tenga el Fondo Monetario Internacional que es, al menos de iure, una agencia de la ONU. Examinemos con un poco más de detalle cuáles eran los problemas que se planteaban en 1944 y qué solución se les dio, para luego referirnos a las cuestiones de la crisis actual.

En 1944, ante el previsible final de la Guerra Mundial con la victoria aliada, se trataba de poner las bases económicas de lo que se anunciaba como una difícil postguerra. Economistas y políticos coincidían en que los orígenes de la guerra radicaban en la Gran Depresión, que favoreció el ascenso de Hitler al poder en Alemania y que dio alas a los movimientos totalitarios en todo el mundo, desde Japón hasta Argentina pasando por España. Una de las causas de la depresión fue el derrumbamiento del sistema monetario internacional al quebrar el patrón oro, que había facilitado los pagos internacionales desde mediados del siglo XIX. El problema del patrón oro era que imponía una rígida política monetaria que impedía llevar a cabo una expansión anticíclica en épocas de depresión. Ante la magnitud de la que tuvo lugar en los años 30, el patrón oro fue abandonado gradualmente, pero eso causó una crisis de confianza de escala mundial que hizo que el comercio internacional cayera en picado y con ello la producción se contrajera y el paro aumentara de modo aterrador. El aumento del paro trajo consigo el caos político que favoreció el totalitarismo. Lo primero que se trataba de resolver en Bretton Woods, por tanto, fue el problema de los pagos internacionales, algo que sustituyera al patrón oro y permitiera la expansión comercial que la reconstrucción tras la guerra requería. Por eso allí una de las estrellas fue Keynes, el economista que mejor había entendido los problemas monetarios del periodo de entreguerras.

De la conferencia surgieron dos agencias económicas de la entonces incipiente ONU, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). El primero estaba destinado a resolver los problemas monetarios internacionales, el segundo a contribuir a financiar la reconstrucción física tras la guerra. El FMI trataba de mantener una de las características del patrón oro, los tipos de cambio fijos, cuya ventaja era eliminar el "riesgo país", la desconfianza que genera la inestabilidad de los tipos de cambio, que es uno de los mayores obstáculos al comercio internacional. Para mantener la estabilidad de los tipos de cambio el FMI prestaría dinero a los países con problemas de balanza de pagos y, en casos extremos, les permitiría devaluar con la condición de llevar a cabo reformas estructurales que mejoraran su competitividad. Un caso paradigmático fue el Plan de Estabilización español de 1959, que favoreció una profunda reforma de la economía española y permitió las altas tasas de crecimiento de la era del "desarrollismo" en los 60. En general puede decirse que el sistema de Bretton Woods fue un éxito y que si quebró en 1971 fue por la inflación y déficit estadounidenses debidos a la Guerra de Vietnam. Se volvió a los cambios flotantes, pero la cooperación era mayor, y los bloques monetarios (dólar, euro, libra, yen y yuan) reducen la incertidumbre.

La crisis actual, a la que la inminente conferencia de Washington pretende poner remedio, no es el fracaso del sistema capitalista, como muchos afirman. En primer lugar, porque las economías crecen cíclicamente, es decir, con crisis periódicas, desde tiempos bíblicos; en segundo lugar, porque los culpables de la presente crisis están más en el sector público que en el privado. El que algunos banqueros y financieros cometan excesos en su deseo de abultar sus cuentas de resultados es casi inevitable. La responsabilidad última, sin embargo, recae sobre el estamento político, que no ha ejercido adecuadamente su misión supervisora y sancionadora, y sobre los bancos centrales que no han restringido a tiempo la burbuja crediticia.

Por otra parte, la crisis no es exclusivamente estadounidense, porque muchos otros países, como España, tenían sus propias burbujas, que estallaron como ecos de la de allí. Por tanto, lo que cuerdamente se propone a petición del presidente Sarkozy en la reunión de Washington es reformar el sistema financiero internacional, probablemente dando mayores poderes y medios al FMI para regular e inspeccionar el sistema crediticio mundial, actuando como prestamista de última instancia. Se trata, a su vez, de impedir que la crisis se extienda demasiado, tratando de que los principales países adopten medidas coyunturales concertadas. En Bretton Woods lo que se sometió a los reunidos fue un documento anglo-estadounidense largamente preparado, y redactado en una reunión previa en Atlantic City. No hay indicios de que una tal preparación se haya llevado a cabo ahora. Por otra parte, la iniciativa de la reunión de Washington es europea, y siendo los presidentes Bush saliente y desprestigiado y Obama recién electo, es poco probable que ninguno de ellos tenga autoridad bastante ahora para tomar grandes iniciativas. Sin la plena cooperación de EE UU poco se puede hacer. Todo ello hace temer que, a pesar de las declaraciones rimbombantes que sin duda se producirán al terminar el encuentro, lo de Washington sea un nuevo parto de los montes. Ya se habla se una nueva reunión tras la toma de posesión de Obama, signo indudable de lo poco que se espera de esta cita.

Gabriel Tortella es catedrático emérito en la Universidad de Alcalá.

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