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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Buscan causar víctimas

Con coche bomba, sin aviso previo y con esa cantidad de explosivos, cerca de 100 kilos, es evidente que ETA buscaba provocar víctimas, como venía advirtiendo el ministro del Interior. Horas antes del atentado de Durango, Alfredo Pérez Rubalcaba había reiterado el aviso, con una mención especial al silencio de Batasuna y a lo mal que les iría a la banda y a su brazo político si volvían los atentados. Aunque no produjo víctimas, el de la madrugada de ayer es el primero que ETA consigue llevar a la práctica desde la formalización del fin del alto el fuego, el 5 de junio. Desde entonces, la pericia de las fuerzas de seguridad a ambos lados de la frontera y la buena suerte habían impedido varios atentados en marcha, tres de ellos con coche bomba.

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La experiencia aconseja evitar mensajes ambiguos: ETA va a seguir intentando matar, y su brazo político callando o buscando razones a la violencia. Con independencia de las diferencias que existen sobre si la derrota de ETA es compatible o no con un final pactado, ahora corresponde poner todo el acento en la persecución policial de los terroristas, con el respaldo de todos los partidos democráticos. Así lo decía el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, en un reciente escrito: "Si ETA mostrase una voluntad inequívoca de querer poner fin a la violencia, lo cual desgraciadamente no es el caso, el recurso al final dialogado recuperaría su sentido", pero "en las circunstancias actuales, sólo la acción policial y la deslegitimación social y política de su entorno son los caminos" para acabar con la violencia.

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La eficacia policial es responsabilidad del Gobierno, pero la deslegitimación corresponde a las fuerzas políticas. Ello significa ante todo combatir las falacias de los que reparten la culpa entre los terroristas y el Gobierno (por no acceder a las exigencias de los primeros).

Rubalcaba también dijo que durante el alto el fuego se había puesto de manifiesto la "nula capacidad de Batasuna para separarse de los dictados de ETA". Dichas por el ministro del Interior, esas palabras no pueden considerarse una mera opinión, sino una información. Y si es así, tienen que tener consecuencias.

Puede ser defendible la idea de que, dentro de lo que la ley permite, el Estado observe una actitud diferente con tregua que sin ella. La tolerancia ante ciertas actividades de Batasuna pudo estar justificada como forma de favorecer que el brazo político arrastrase a los terroristas al abandono de las armas. Pero la condición para aceptar esa tolerancia es que cese en cuanto regresa la violencia. Por eso está en la cárcel Otegi, que tenía cuentas pendientes con la justicia, y también De Juana Chaos. Ayer se invocó desde varios frentes la posibilidad de instar la ilegalización de ANV (que, al igual que Batasuna, se abstuvo de condenar el atentado). Es una hipótesis que no puede descartarse a tenor de lo que en su día se dijo desde el Gobierno. Pero lo que de momento sería de esperar es que los partidos que gobiernan en algunos ayuntamientos merced a acuerdos con esa pantalla de Batasuna los rompieran de inmediato.

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